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¿Qué se hace cuando no tienes inspiración ni para escribir un párrafo? y/o ¿Cuando no sabés que hacer con tu vida?

A veces me gusta pensar que soy un pequeño átomo flotando por el espacio y tiempo (si es que es posible que un átomo flote, a decir verdad, no sé mucho de eso).

Solo sé que me gusta pensar que soy diminuta y que no tengo ninguna preocupación en el mundo, que todo fluye a través de mi y que solo debo ocuparme de existir y flotar. Solo flotar.

Es lindo pensar en un mundo sin presiones. Sin expectativas ni metas que alguien hace cincuenta años creó sin que uno siquiera hubiera comenzado su existencia.

Es increíble cómo pasamos la mayoría de nuestras vidas tratando de complacer. ¿Complacer a quién? ¿Por qué? He ahí el punto.

Si ocupáramos tan solo un minuto, sí, solo uno de nuestros días tratando de ser felices por nosotros mismos, enorgullecernos a nosotros mismos y solo ser verdaderamente nosotros, ¿no sería todo muy diferente?

Me pierdo en un sentimiento absurdo de tristeza nostálgica preocupada por mi existencia inexistente.

Me pierdo y me pierdo y por más que me quiero encontrar no puedo.

Y es que para esto no hay nombre y el olvido colectivo juega en mi contra al tratar de encontrar razones verdaderas.

Porque simplemente no puedo. No puedo pensar y el desorden desorganiza el orden que tanto me ha costado organizar.

Porque hay sensaciones que no tienen explicación…cuando amas mucho, sientes mucho, temes mucho y dueles mucho.

Definitivamente las emociones son la mayor bendición y maldición que tenemos como humanos.

Quién daría por sentir y no sentir al mismo tiempo.

Si por mi fuera…

te tendría en este segundo, de este preciso instante, aquí a mi lado.

Te tendría para probarte a ti, a mi, a mis demonios y a quien quiera, que lo nuestro es más real que muchas cosas que sentí antes.

Y no sé si dure diez días, diez años o diez vidas, pero si me permites solo diez minutos a tu lado, sé que todo habrá valido la pena.

No sabes cuánto te esperé, así que por lo que más quieras, si vienes solo diez segundos, prometo quedarme contigo muchísimas decenas.

Hoy, quizás con palabras algo fuerte y un poco duras, aprendí algo que llevaba años evadiendo.

Me di cuenta de que quizás no he sido la mejor amiga, la persona más atrevida e innovadora, que te llama a cualquier hora y te hace sentirla persona más especial del mundo.

Me di cuenta que siempre ha habido una barrera entre el yo real y el yo que le proyecto al mundo. ¿Por que no son el mismo? Toda mi vía el miedo me ha consumido. El miedo a decepcionar, el miedo a aburrir, a cansar a la gente, a alejarlos, a sentir lo suficiente como para después tener el alma o el corazón rotos.

Toda mi vida he esperado un guion, una guía que me afirme cuando, como, donde hacer todo. Siempre he evitado tomar la decisión final, o incluso cualquier tipo de decisión, por más boba que sea. Me he enfocado demasiado en cumplir con un rol inexistente: La Niña que no siente, que no sufre, que siempre está feliz, que complace a todos y que encaja en todas partes, sin importar que.

Me he moldeado a cualquier escenario y por más bueno que eso pueda llegar a ser, tambien es dañino, porque si cambio en cada lugar que voy como si de un camaleón se tratara, ¿cuando sale a relucir la verdadera yo? La respuesta es nunca.

He tenido tanto miedo a que me dejen, que he dedicado mi vida entera a complacer a la gente, a esperar lo mejor y siempre depender de sus opiniones de mi. Si piensan que soy linda, lo soy. Si dicen que soy fea, lo soy. Y así en un ciclo asquerosente interminable.

Pero lo que es definitivamente peor es que ni he querido responsabilizarme, tomar las riendas de mi vida y aceptar la culpa y las consecuencias de mis acciones. Siempre he querido culpar a otros, solo para que no sea yo quien se equivoque. Si tan solo me hubiera dado cuenta antes de que si yo no armo mi vida….nadie lo hará por mi.

Toda mi vida he soñado con cosas simples para muchos, pero con mucho significado para mi. He soñado con tener el pelo de colores, mis brazos llenos de tatuajes, sí, piercings, ropa extravagante y la idea de una cámara y un esfero siempre conmigo. Pero, a pesar de eso, hoy estoy aquí sin nada.

Con un pelo ordinario, la piel vacía de significado y el alma llena de deseos que siempre he dejado para después.


La cosas es que depender del mañana no tiene sentido, porque lo único real es el ahora. Como dicen, es ahora o nunca. Ya he perdido mucho tiempo pensando, temiendo.

He perdido oportunidades, perdido historias, perdido la oportunidad de tal vez haber sentido y no sufrido tanto. Porque callar es morir, y nadie podría decir lo contrario. Ya nunca más dejare que el tiempo pse sin que yo tan solo espere a que mi vida mejore. No esperare a mi príncipe o princesa azul, cruzada de brazos y cantándole a los pájaros. Si siento algo, lo diré. ¿Me dará miedo? Sí.

Pero es aún más aterrorizador vivir la vida de un extraño creyendo que es la tuya.

Es aterrorizador pensar que la única vida, por lo que sé, que tengo, la estoy desperdiciando siendo alguien que no quiero ser, que no soy.

Por primera vez en toda mi vida, tomaré las riendas, aceptaré los retos y enfrentaré mis errores. Viviré genuinamente a mi, y sobretodo, lucharé por lo que quiero y nunca más seré el extra de la historia.

Estoy harta de ser el personaje secundario, dejar mi felicidad de lado solo para que los otros disfruten de la suya.

Es temporada del show, y he decidido que seré la protagonista, por primera vez. Pero eso sí, la protagonista bajo mis reglas, bajo mis estándares, y sobre todo, la protagonista que siempre he envidiado ser. Ya no más esperar, es hora de cumplir, de ser.

Porque en esta vida hay dos opciones: ser un jugador o un observador, y estoy cansada de ser el segundo.

Vengo por ti mundo, y aunque me comas y me devores, te devolveré mis golpes por el doble, el triple, las veces que sea necesario.

Por primera vez seré. No, no seré


SOY.

Decirle adiós a su aroma quizás fue la cuestión más complicada, pues las imágenes son efímeras y a veces fugaces, ¿pero un olor? El olor correcto puede traspasar cualquier barrera e instaurarse en tu cuerpo y tu memoria por siempre. Tantos que matarían por el aroma correcto, y cuántos en definitiva lo han hecho. Seguramente eso fue lo que primero me enganchó a ti.

Tu tacto sería lo segundo, esas manos inquietas que nunca podían quedarse en reposo, igual que las mías. Claro, las tuyas creando una manta invisible sobre mi cuerpo, mientras que las mías solo servían para autodestruirse y mostrar el pánico de mi alma personificado.

Si tuviera que elegir, siempre volvería a ese martes en el que la escuela pasó a un segundo plano y como un par de vándalos, nos fuimos de la primera clase, Biología, para quizás ver de otra manera la lección nueva de anatomía, fusionados en un enredo de cabello y olores en la parte trasera del viejo carro de tu padre. Ese día no solo nos vimos por primera vez como éramos, sin tapujos ni extravagancias, sino que descubrimos el universo tan extenso que vivía en la mente de cada uno.

Eras como una pintura expresionista, con demasiados trazos de diferentes colores que parecían sacados de otro mundo, pero que realmente eran cómo tú ves la realidad, siempre tan fantástica. Como alguna vez leí en un viejo libro de poesía de mi madre: “​la angustia existencial no es más que el principal motor de la verdadera estética​”. Eso eras, convertías dolor en alegría. Cogíste las heridas de mis brazos y de ellas lograste hacer crecer todo un campo de girasoles y margaritas.

Cumpliste todos y cada uno de los requisitos que mi mente pedía para finalmente bajar ese muro que existía desde que tenía memoria. El miedo se volvió un propulsor más, y gracias a tí, aprendí a ver al temor como el mejor de los combustibles, pues al vencerlo se pueden crear miles de nuevas posibilidades y llegar a lugares que antes parecían imposibles.

Eras todo y más, y fue por eso que una noche te pregunté por qué me habías elegido, y sin más, tuve la respuesta. No me habías elegido, yo te había elegido a ti. Más bien, te había creado como un simple pasatiempo hasta que ya eras tan indispensable que me acompañabas a todas partes. Eras la suma de todos los recortes de revistas que había hecho en mi adolescencia. Eras el pelo desordenado de manera perfecta, una nariz respingada y pecas por toda tu cara. Eras un cuerpo menudo pero a la vez alargado. Eras las formas extrañas en que se movían tus brazos. Pero más importante, eras tus pensamientos, que siempre hacían lo que yo quería que hicieran.

Había creado una especie de experimento de transplante de partes, donde tu eras el reluciente resultado final, todo un muñeco coleccionable para cualquiera con mis deseos y problemas, vacíos.

Eras todo y eras nada, porque no eras real.


Eras todo y eras nada, porque un día en clase de dibujo te pinté con un fino carboncillo naranja, y desde ahí nunca te volviste a ir.

Eras todo y eras nada, y en cuanto lo supe inmediatamente entendí qué debía hacer.

Decirte adiós no fue fácil. No tenías que ser real para que mi mente me jugara una mala pasada, y lo hizo. Ya tenía todo un camino donde tu y yo pisabamos las marcas en la arena que yo ya había dibujado. La idea de ti me consumía día y noche, todo tenía relación a ti y eras el tema número uno sobre el que siempre quería hablar. Por eso fue difícil decirte adiós, porque eras todo lo que quería y tenía miedo de nunca llegar a obtener.

Eso eras: una bella pintura expresionista. Al final, yo no estaba equivocada del todo.

Al finalizar esa obra de tanto tiempo en el proceso, te colgué en la pared de mi cuarto y por primera vez te vi como lo que eras: mi imaginación. Ahora era tiempo de salir del límite de mi cabeza y seguir, seguir en búsqueda de ese alguien que rompiera ese hilo tan delgado que separa la realidad de la ficción, rompiendo los muros que construí por miedo a no vivir una historia perfecta.

Pero…qué más da, la perfección está sobrevalorada de todas maneras.

Solía pensar que las medias naranjas se ven extrañas sobre mis piernas.

Que los fuegos artificiales siempre ocurren en un roce de sonrisas.

Que la marea siempre une a los cuerpos que necesitan del contacto mortal y surrealista.

Solía pensar todo eso hasta que tú llegaste.

Tú, rompiendo las reglas y besando los meñiques de mis pies dorados en la arena.

Tú, que eras lo que menos había esperado. El más disparejo, el menos indicado.

Rompías cada regla del manual, y cualquiera diría que debería alejarme.

Eras la mismísima señal de problemas, pero ambos destruimos el mundo del otro, dejando libros tirados por doquier y besos esparcidos en cada lunar.

Hasta que todo quedó en blanco.

Tú y yo en uno de esos infinitos tan largos que podría contar tus pestañas y cada peca en el costado de tu cuello.

Te amo, no porque me hagas mejor,

O me inspires para escribir la mejor novela de todos los tiempos.

Te amo porque tu energía hace de mi vida una carrera,

Porque no sé qué pasará mañana

Y aunque todo duela,

Tú con tus grandes manos tapas lo gris del planeta.

Solía pensar que solo cierto tipo de personas se hacían daño a si mismas.

Sí, solo unos cuantos. Unos pocos, perdidos en el vasto universo donde no todos nacen sabiendo respirar.

Fue ahí cuando me pegó. Era mentira.

Todos, o bueno, la mayoría, sí se hacen daño.

Con un tic, una manía, un movimiento repetitivo. Por Dios, frases, insultos, miradas.

Personas que dejan de comer, que comen mucho. Solo duermen, se privan de ese vicio.

Una lista interminable. Mucho. Poco. Real. Ficticio. Mal.

Mal.

Mal.

Mal.

Cada quien tiene su propio metodo de autodestrucción. Cada quien conoce su mayor debilidad, su talón de Aquiles.

Y cada quien lo usa en cierta medida y cuanto le plazca, pues al final, somos los monstruos debajo de nuestras propias camas

Somos las razon por la que vivir en el silencio y la oscuridad es tan aterrador, pues es ahí cuando nuestros pensamientos salen a la luz, sí, esos que saben cómo afilar el arma para nuestro propio final.

una llama subiendo por mi garganta, la saliva casi agria podría confundirse con el sabor del metal

cómo explicar un sentimiento abstracto que a cada minuto adopta la forma de lo que se cruza en mi radar

¿Angustia? ¿Miedo a la decepción? ¿O miedo a aceptar que no sé quien soy?

a veces me pierdo, otras simplemente no estoy

el drama de los caminos y una vida tan fugaz, tan corta, tan diminuta que temo que en un parpadeo se escurra de mis manos

temo también ordenar y enfrentarme algún día con el desorden

perder esa órbita que quiero sostener y abrazarla mucho pero que por el contrario la encierro dentro de mi escudo

quiero ser tantas cosas pero apenas puedo ser mi persona

no me malinterpreten, soy como soy, pero aspiro a mucho más que vulnerabilidad

mis piernas están inquietas al compás de mi cabeza y mi respiración pesada como mi silueta

la fé nunca la pierdo por completo, necesito creer aunque sea un cuento

y si tan solo pudiera tener una guía

que ironía que pueda y quiera escuchar cualquier voz menos la mía.

a-therisch (tumblr) besayunar (Instagram)

Me acostumbré a abrir Tumblr cada vez que enciendo el computador. Es casi como una tarea, un trabajo, un método de concentración. Cada vez que lo abro me obligo a mi mismo a escribir sobre la luz, la belleza, un encuentro fugaz, una separación, el dolor o la pena esperando a que si alguien lo leyera no piense inmediatamente que se trata de mi, porque a veces sólo son ideas, sueños o chistes que quedaron en mi cabeza. Me acostumbré a escribir pero no siempre a publicar, la gran mayoría de las veces acaban en los borradores porque perdí la inspiración en la mitad de la segunda oración o porque siento que si yo me encontrara con el texto, probablemente sentiría que he perdido el tiempo leyéndolo. Supongo que esto correspondería a algo llamado crear, creo. A veces consigo superar esa barrera, la del borrador, y sentirme orgulloso de que he logrado algo bueno pero los números no se relacionan con la calidad que percibo, pero eso da lo mismo, nunca me he preocupado por los números a través de pantallas y escribir no será la excepción. No hay motivos por el cual escribí esto y estoy tranquilo con eso.

Confesión:

Lo más difícil de la soledad, es aprender a soportarla a pesar de la compañía…

Norlan

Él hacía todo porque estaba enamorado y tenía la esperanza de que alguna vez ella lo quisiera también.

Las cosas que perdimos en el fuego

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