#ay la ansiedad

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Sólo quiero que vengas a mí, un día cualquiera, con ese libro de las Poetas Japonesas bajo el brazo. Ya te veo moviendo los labios, preguntándome “¿está bien si te leo unos haikus?”, y desprendiéndome después el vestido estampado con flores de ciruelo, antes de que termines el tercer verso.

Vení, hablame de Lacan cuando tengas ganas, y de Sophie entregándole su pierna a Hans a escondidas de su prometido. Vení, citame sin normas APA, contame por qué tenés miedo de hablar con las paredes.

Sé que algunas veces puedo parecer más fría que cubito de hielo en la nevera, pero es que nunca antes me sentí así, y está más que claro que es pura armadura esto de hacerme la segura. Sólo quiero que vengas a mí, que te me aparezcas en mi jardín de luciérnagas, o me digas “en el parque, mañana, a las 18.30”.

Vení, que estoy lista y ya lo pensé: quiero dejarte entrar, cerrar la puerta para que no entre frío y descubrir la cortina para que amanezca la luna. Dejemos que nuestros cuerpos hablen solos, ellos sabrán cómo besar mejor cada una de nuestras imperfecciones. 

Sólo quiero que vengas a mí, un día cualquiera, pero que vengas. 

Vení, vení, vení, vení…

Consumime con tu 

lenguaje abrasador, 

que ya siento que envejezco más rápido

aguardando

tu aparición. 

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