#comportamiento humano

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Después de ser testigo de la ira violenta mostrada por los bebés siempre que se les priva de un elemento que consideraban suyo, Jean Piaget, uno de los fundadores de la psicología infantil, observado algo profundo sobre la naturaleza humana. Nuestro sentido de propiedad surge muy temprano. ¿Por qué somos tan aferradizos?

Hay un fenómeno bien establecido en psicología conocido como el efecto de dotación por el que valoramos mucho más altamente  las cosas, tan pronto como los poseemos. En una famosa demostración, a unos estudiantes se les dio a elegir entre una taza de café o una barra de chocolate suizo como recompensa por su ayuda con la investigación. La mitad eligió la taza, y la otra mitad eligió el chocolate. Es decir, que parecían valorar las dos recompensas de manera similar. A otros estudiantes se les dio  primero una taza y luego una posibilidad sorpresiva de cambiarla por una barra de chocolate, pero solo el 11% quiso. Sin embargo, otro grupo comenzó con el chocolate, y la mayoría prefirieron conservarlo a hacer el intercambio. En otras palabras, los estudiantes casi siempre dan mayor valor a la recompensa inicial.

En parte tiene que ver con la rapidez con que hacemos conexiones entre nuestro sentido de nosotros mismos y las cosas que consideramos nuestras. Que incluso se pueden ver a nivel neuronal. En un experimento, neurólogos escanearon los cerebros de los participantes antes de que se asignen varios objetos, o bien a una cesta etiquetada “mía” u otra etiquetada, “De Alex”. Cuando los participantes luego miraron sus nuevas cosas, sus cerebros mostraron una mayor actividad en una región que por lo general parpadea en la realidad cada vez que pensamos en nosotros mismos.

Otra razón por la que somos tan apegados a nuestras posesiones es que desde una edad temprana creemos que tienen una esencia única. Los psicólogos nos muestran esto mediante el uso de la ilusión de convencer a niños de 3 a 6 años que construyeron una máquina que copia, capaz de crear réplicas perfectas de cualquier artículo. Cuando se les ofreció elegir entre su juguete favorito o una copia aparentemente exacta, la mayoría de los niños favoreció el original. De hecho, a menudo se horrorizaron ante la posibilidad de llevarse a casa una copia.

Este pensamiento mágico acerca de los objetos no es algo se vaya a crecer. Más bien se persiste en la edad adulta, aunque se hace cada vez más elaborada. Por ejemplo, consideremos el enorme valor que se da a artículos que han sido propiedad de celebridades. Es como si los compradores creyeran que los objetos que compran fueron de alguna forma imbuidos en la esencia de sus célebres antiguos dueños. Por razones similares, somos reacios a desprendernos de herencias familiares que nos ayudan a sentirnos conectados con nuestros seres queridos. Estas creencias pueden llegar a alterar nuestra percepción del mundo físico y cambiar nuestras capacidades atléticas.

A los participantes en un estudio reciente se les dijo que estaban usando un palo de golf propiedad del, una vez campeón, Ben Curtis. Durante el experimento, percibían el hoyo como si fuera como un centímetro más grande que el de los participantes de control que usaban un “putter” estándar y lograron algunos “putts” más.

Aunque los sentimientos de propiedad emergen temprano en la vida, la cultura también desempeña un papel. Por ejemplo, recientemente se descubrió que los Hadza del norte de Tanzania que están aislados de la cultura moderna no exhiben el efecto de dotación. Esto es posiblemente debido a que viven en una sociedad igualitaria donde casi todo se comparte. En el otro extremo, a veces nuestro apego a nuestras cosas puede ir demasiado lejos. Parte de la causa del trastorno de acumulación es un exagerado sentido de responsabilidad y protección hacia las pertenencias propias. Es por eso que las personas con esta condición les resulta tan difícil tirar algo.

Lo que queda por ver hoy es como la naturaleza de nuestra relación con nuestras posesiones va a cambiar con la aparición de las tecnologías digitales. Muchos han pronosticado la desaparición de los libros y la música física, pero por ahora, al menos, esto parece prematuro. Tal vez siempre habrá algo satisfactoriamente único sobre tener un objeto en nuestras manos y decir que es nuestro.

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