Plantaría una choza de sauces a tu puerta
y llamaría a la que amo desde fuera de casa,
escribiría canciones de amores despreciados
y las cantaría a voces en las noches calladas;
al eco de los montes vocearía tu nombre,
y haría que el parloteo murmurante del aire
gritara “¡Olivia!”. Ah no tendrías reposo
entre los elementos, entre el aire y la tierra,
hasta que te apiadaras de mí.