#el mito de la diosa

LIVE

La Atenea original: descendiente de la Diosa serpiente de Creta y de la Diosa neolítica de las aves.

Ir más allá de los mitos patriarcales de la Grecia clásica, para recuperar el poder profundo y el sentido original de las diosas antiguas.

“La imagen más antigua de Atenea es la de una diosa salvaje y sobrecogedora, coronada de serpientes, donde los áspides se enroscan en torno a sus cabellos y corona y sus cabezas rematan los pliegues de su túnica. Pero incluso cuando, más tarde, la diosa guerrera aparece sola, todavía alberga el recuerdo arcaico de sus orígenes en el motivo que aparece en su escudo: la cabeza de una Gorgona con serpientes siseantes. En el relato sobre Perseo, se ha enmascarado la naturaleza primitiva de la diosa. La cabeza de la Gorgona permanece como legado de una época más antigua; si leemos entre líneas el mito clásico de una diosa que surgió completamente armada de la cabeza de su padre, Zeus, vislumbramos a la descendiente directa de la diosa de las serpientes minoica, mil años más antigua, que, con la mirada absorta, sostenía en sus manos las serpientes de la vida y de la muerte.

“Teniendo en cuenta estos antecedentes, el significado del relato clásico del nacimiento de Atenea adquiere una nueva dimensión. El acto de engullir a Metis, la madre embarazada, y el de nacer de la cabeza del padre albergan la misma disonancia incómoda que el nacimiento de Eva de la costilla de Adán. Resulta interesante que tanto Atenea como Eva se asocien sobre todo a la serpiente. En ambos mitos la madre naturaleza pierde fuerza y el macho se apropia de sus poderes como dadora de vida. Como señala Jane Harrison, en tono de protesta, acerca del nacimiento de Atenea: “El despojar a una kore nacida de la tierra de sus condiciones matriarcales sigue siendo una solución teológica desesperada… no podemos amar a una diosa que por principio olvida la tierra de la que nació”.

“Aún más antigua es su asociación con el colimbo y la lechuza. Su imagen arcaica revela que Atenea desciende de la diosa neolítica de las aves, cuyo equivalente era la serpiente cósmica, así como la diosa pájaro minoica y micénica. Pero esto nos obliga a preguntarnos lo siguiente: ¿cómo se convierte Atenea en diosa de la guerra cuando la diosa pájaro de la vieja Europa no lo era y por qué era de sexo femenino la principal deidad de la guerra de los griegos? Marija Gimbutas responde diciendo que “Atenea, como descendiente directa de la diosa de palacio minoica y como heredera lejana de la vieja Europa se indoeuropeizó y orientalizó en el curso de dos milenios de influencia oriental e indoeuropea en Grecia. La protectora de la ciudad se vio envuelta naturalmente en la guerra”.

Anne Baring y Jules Cashford en “El mito de la Diosa”

La Diosa Madre y el ciclo lunar: la Diosa como el ciclo eterno del todo en los mitos lunares


En la Edad del Bronce, a las fases de la luna se les da forma dramática a través de los grandes mitos que han llegado hasta nosotros desde Mesopotamia, Egipto, Anatolia, Siria y Grecia. Se transformaron en una historia que es vivida por diosas y dioses en sus relaciones cambiantes entre sí y con la humanidad entera.

El gran mito de la Edad del Bronce se estructura sobre la base de la distinción entre el “todo”, personificado como la gran diosa madre, y la “parte”, personificada como su hijo-amante o su hija. Ella da a luz a su hijo como luna creciente, se casa con él como luna llena, lo pierde en la oscuridad como luna menguante, va a buscarlo como oscura luna nueva, y lo rescata como luna creciente que regresa. La diosa puede entenderse como el ciclo eterno del todo: la unidad de vida y muerte como único proceso. La joven diosa o dios es su forma mortal en el tiempo, que, como vida manifestada –ya sea en un ser vegetal, animal o humano-, se halla sujeta a un proceso cíclico de nacimiento, florecimiento, decadencia, muerte y renacimiento.

Esta distinción entre la parte y el todo se formuló más adelante en el lenguaje griego mediante las dos palabras diferentes que designan la vida, zoé y bios, que encarnan dos dimensiones que coexisten en la vida. Zoé es la vida eterna e infinita; bios, la vida individual y finita. Zoé es ‘ser’ infinito; bios, la manifestación que vive y que muere de este mundo eterno en el tiempo.

Al poner esto en relación con la luna, zoé se convierte en la totalidad del ciclo de las fases lunares, y bios en las fases individuales. Zoé es entonces tanto trascendente como inmanente, y bios es la forma inmanente de zoé.

A la gran diosa madre se la puede reconocer como totalidad del ciclo lunar –como zoé- mientras que a su hija o hijo-amante, que emergen de ella y retornan a ella, se los puede ver como las fases lunares –como bios. Juntas configuran las dos “caras” de la vida: la eterna y la transitoria, la no manifiesta y manifiesta, la invisible y la visible. El hijo y la hija personifican las formas de la vida, que siempre mueren y siempre se renuevan, ya sean humanas, animales, o vegetales. Relacionados con los ciclos de las estaciones terrestres, el hijo y la hija encarnan la vida vegetal. Los momentos de transición del ciclo agrícola se conmemoran en fiestas de duelo y regocijo y en los grandes dramas míticos que expresan la misteriosa analogía entre la vida de la luna, la de las plantas y la de los seres humanos. El participar en estos rituales proporcionaba la confianza en que, de la misma forma que a la oscuridad sigue la luz, el renacimiento sigue a la muerte. Toda vida, por lo tanto, contiene una promesa de renovación. El matrimonio sagrado, en donde la diosa madre, como novia, se une a su hijo, como amante, vuelve a poner en conexión simbólicamente los dos “mundos” de zoé y bios, y es esta unión la que regenera la tierra.


Extraído de “El mito de la diosa” de Anne Baring y Jules Cashford.

loading