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Los libros, algunos, llegan a ti de sorpresa y con toda la emoción que uno ha imaginado.

Tal vez pocas veces suceda en una librería natural, de novedades de escaparate, y muchas veces, en una librería de viejo, de ferias y puestos abarrotados de libros que se corrompen con el tiempo, que se aglomeran, que flotan entre sí y son rescatados por el librero de turno.

Esto me sucede siempre en diferentes grados de emoción cuando visito ferias y librerías de viejo en Lima, y la emoción que me suscitó este libro: Vida de Enrique Brulard, de Stendhal, ha sido completa.

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Una edición que no tiene año, pero data de los treinta o cuarenta, impresa en Argentina, con sus dos picaduras, me esperaba solo a mí, porque no fue del interés o fue de muy poco interés de decenas de personas antes de mi paso por dicho puesto. Y el precio de oferta aún más no me hicieron dudar ningún segundo en llevarlo conmigo.

No es que no haya leído dicho libro, que como bien dice el subtitulado (novela biográfica) es una lectura favorita de los llamados stendhalianos. La he leído, en varias traducciones, también en digital. Sin embargo, la diferencia radica en la proximidad de la publicación con la valoración del escritor que él mismo profetizó sería en las primeras décadas del 1900.

Porque todo lo que se empezó a publicar de Stendhal en español, diarios, novelas inconclusas, memorias, biografías noveladas, etc. fueron en esas décadas para una inmensa minoría de lectores que esperaban saber y conocer más de Henry Beyle.

Lo que no predijo fue que en pleno siglo XXI continuaría esa devoción por su literatura, en su caso todo lo que él vivió, amó y escribió. (René Llatas Trejo)

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