#historias de verano

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Está entre los eventos indeseados que, al volver a tu pueblo a pasar unos días y visitar a tu gente amada, de repente te agreguen en un grupo de whatsapp personajes que no te hablaron en tu fabulosa vida antes ni después de que te fuiste, y para colmo de males, que en ese mismo grupo estén incluidos otros seres que no te caen ni un pelo de bien. Se arma una mezcolanza de gentuza que no te querés cruzar ni en la caja del súper chino, todos bajo el singular nombre de “Juntada”, más un emoticón con anteojos de sol y el dibujito de un vaso con cerveza.

Seguramente alguien te hizo el hermoso favor de integrarte a la comunidad de la gilada, para que no te deprimas solo en tu casa cuando afuera hacen cuarenta grados de calor. “Vení, no te ortives, sumáte que te queremos presentar al Juancito, mirá de lindo que se puso”. Pero no,  la cara del Juancito no era lo que estaba mal, era su idiotez casi contagiosa lo que preocupaba. Guarda, que uno puede ser un estúpido muchas veces, pero al menos se controla y rescata delante de la gente, che.

El asuntillo de trasfondo es que todos quieren saber qué tan penosa es tu vida, porque convengamos que vas a querer verles las caras forzándose para fingir alegría si les decís que te va de maravillas, con una carrera universitaria a punto de terminar con honores y  que encima ya te contratan, apenas pongas un pie afuera; que en el amor te has vuelto el más afortunado; “¡es que es casi de no creer lo bien que te va en todo!”, te dirán antes de beber un sorbo del alcohol más fuerte que haya sobre la mesa.

Porque también a todos les interesa chequear con sus propios ojitos si la genética tardíamente por fin te ha bendecido con algo de belleza, como si con los años que pasaron la nariz se te fuese a hacer más pequeña, o de repente, un día te despertaras transformada en la hermana gemela y perdida de Lana del Rey.  Como si eso te cambiara en algo significativo tu vida.

Bastó una vez que fuiste a reunirte con ellos -cuando todavía te daba culpa no asistir si te invitaban o no tenías suficiente estima para decir “no, la verdad es que no me quiero acercar a ustedes ni como entidad virtual en una jugada de League of Legends”-, para darte cuenta de que eran personas que no iban con vos, con tu onda, tu forma de pensar, o lo que fuere. Entonces, ¿por qué serías tan masoquista de ir ahora nuevamente a un lugar que no te agrada con gente que no te aporta nada nuevo para ser mejor, ni te interesa tener algo que ver?

Capaz por mera diversión, para despabilar la bocha un rato y tomarte unos tragos, pero bueno, yo no puedo ser así. Será por eso que para contar los amigos que tengo me alcanzan los dedos de una mano. Será que soy una antisocial, el grinch de los encuentros cada dos años, será que soy la maldita perra que sale de todo grupo cuyo nombre comienza con jun y termina con tada cuando la estación de la caradurez comienza.  

No sé, quizás soy un montón de cosas que todavía no sé, pero sí sé que no soy una cosa: parte de los reyes de las juntadas caretas que andan agregando en un grupito choto de whatsapp a personas que no les importan los 365 días anteriores sólo para reunirse durante el verano y tener fotos  que publicar en facebook rodeados de alcohol y risas, para que todo el mundo mire qué bien la están pasando con el millón de amigos que tienen. 

¡Basta de hipocresía, que “nunca es buena, mata el alma y la envenena”! Ay, necesito empezar una petición en change.org cuanto antes, esto es cosa seria. 

Pie de página: También puede producir amnesia y distorsión de la realidad. (Leerse esto último con la voz que se escucha cuando se “explican” las Bases y condiciones de un concurso lanzado por una marca en radio o televisión). 

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La adorable María Elena. 

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