El viento en la cara, la velocidad, la posibilidad de construir una mirada urbana: todo se paga, literalmente, con equilibrio y sudor.
En la bici, tu esfera es la calle. En el mundo del peatón también, pero las ruedas le dan al entorno una fugacidad perfecta: es posible mirar y hacer un dibujo mental de aquello que se ve, y a la vez todo se suelta pronto porque la ciudad siempre sigue.
—La bicicleta conecta con la infancia —dijo la colega que hizo la nota. Respondí que sí: la conexión con la infancia es otra de las razones por las que uno elige pedalear. Pero esa es la explicación racional. La otra, como siempre, está a oscuras.