#cnn chile

LIVE

Luego de Despachos del fin del mundo, un libro que retrata los tiempos de pandemia y protestas sociales, el escritor chileno Alberto Fuguet publica una edición definitiva de sus crónicas escritas entre 1989 y 1990 bajo el seudónimo de Enrique Alekán: Enrique Alekán, una novela por entregas (Ediciones UDP). 

“Yo jamás pensé que iba a ser un libro 30 años después, ni en futuro, lo que tiene de interesante porque uno escribe muy pensando en cómo es lo actual, que termina siendo pasado”, ha declarado a CNN Chile.

image

Aquí alguna preguntas:

—Parece que los ’90 no eran tan distintos a los 2000.
—Eso lo dices tú. Mi impresión es que las cosas no son tan distintas como uno cree en general, la tecnología va pasando, pero la idea de ser parte de algo, de cahuinear, de querer que te quieran, de ostentar, de estar a la moda… pero hay algo fascinante con que el mundo no cambia tanto a pesar de todo lo que cambia a su vez.

“Todo este mundo que conocemos de lo instantáneo, de Internet, de chatear, no existía. Y ese mundo: quizás 1990 no era tan distinto con 1890. Si uno mira bien, tal vez no es tan diferente andar a caballo que tomar el metro para ir al centro, o ahora un scooter. Quizás no importa tanto ir a Cachagua a caballo, en auto o helicóptero, pero sí pienso que la tecnología es algo súper rupturista a nivel psiquiátrico, psicológico, del alma, en la forma de cómo vemos el mundo, con dispositivos cada vez más chicos pero a la vez más grandes. Alekán ahora podría haber estado en Estados Unidos, ansioso, y llamar a su psiquiatra. Antes, sin electricidad, uno igual podía leer libros, darse tinas, el mundo no era tan, tan distinto. Pero parece que cuando realmente entra Internet, tipo 1998, llegó no sólo el siglo XXI, sino que no sé lo que llegó, pero hoy lo damos por hecho: ese creo que es el gran cambio en estos 30 años de Alekán”.

—Alekán para mí es alguien que vivió el año ’89, ’90. Si quieres llevarlo a otra época, tienes que respetar otras cosas, como su edad (28) y personalidad. Creo que en la pandemia habría pedido delivery, permisos, pero no habría ido a fiestas ni a Cachagua. Al final es un chico sensible y no es tan, tan loco como para arriesgar todo, sobre todo su salud, por una fiesta. (…) El verano está asociado a ver y a pelar, a fiesta, y Alekán tiene una contradicción que se parece a la mía, deduzco, aunque mucho más: una mezcla de querer estar en todas y a la vez tener una distancia con todos.

“Parece que el carrete es algo más importante que cuidarse de una enfermedad, que para personas de todos los sectores sociales es algo cercano a la felicidad. No soy un hombre tan carretero ni sociable, pero me gusta captar que para la raza humana (la fiesta) es algo clave, y tan clave que están dispuestos a morir. Yo estoy dispuesto a morir casi por nada, pero me llama la atención que la gente esté dispuesta a morir por un carrete en Cachagua, en Maipú, en Broadway, y que la Pascua, el Año Nuevo es mentira: la gente se junta para carretear, no para rezarle a Dios o hacer ritos por el cambio de año. Alekán es social, pero su tensión es ‘soy social a veces con gente que no me cae tan bien’, y que se va a quedar encerrado en su departamento con vista al (Cerro) San Cristóbal. Alekán no es un escritor, no es un intelectual, pero tampoco es un ermitaño sin ser el dueño de la discoteque, pero claramente es un huevón que parte a todas las fiestas, busca todos los lugares”.

—Llevamos apenas días del 2021 y…
—Sí, lo único bueno es que ayuda a que Despachos del fin del mundo siga siendo relevante,  pandemia, ahora falta agregar un capítulo de Washington. (…) Qué raro que estemos en una especie de loop, me sorprende y a la vez no sorprende nada.

loading