Sean mis anhelos mi mejor plegaria para que, cuando alce mi mirada a Su Cielo, vea en Sus Ojos la lujuria con la que me embriaga, la calma con la que me revela y perciba en mí la pasión con la que me ofrezco a Sus Pies.
Mi piel resucita entre Sus Manos y mi pensamiento engendra mil pasiones que se desbordan ahí donde los acantilados de mi carne se consumen, donde afloran la sal y la hiedra. Y desde Su Verbo yo imploro la dulce clemencia que me rinde a Sus Pies.
postrada a Su Diestra, mi Entrega se requiebra en los pequeños placeres que evocan mi Libertad. Y desde Sus Pies me elevo cual mariposa de carne, abierta y húmeda ante Su Voluntad.
Mi Fe se vuelve piel y se edifica sobre cada uno de mis poros, como la línea perfecta del pensamiento de Amor y Entrega, de divina Dádiva, al gozo de SentirLe cabalgando entre mis pliegues.
No se detiene en el instinto de reclamar todo de mí pues, en Esencia, Todo Le pertenece. Suya por voluntad propia, dejando en Sus Manos la responsabilidad de descubrir aquello que soy sobre esta piel; entregando en Su Mente el compromiso de revelar este sino de Su Nombre; de percibir en Su Sentimiento el mío…
ConcederLe, en sí misma, cada parte de mí, estampando la marca de su Ser y Sentir, percibiendo que en mí… nada hay ajeno para Él. SentirLe cómo me respira, cómo exhorta pausadamente los demonios que se congregan en mis entrañas, los alborotos de mi mente… y esos gemidos ahogados en el fondo de la garganta peleando entre jugos de saliva… la Suya… la mía… con los sentidos desvirgados en cada caricia, en cada tacto superfluo… y profundo que me abre la carne hasta hacer llaga.