#juntos por atocha

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Adora esos viernes en donde las palabras sobran y todo se convierte en fotogramas creados por la memoria. Adora ver los dibujos que forma tu rostro cuando la miras, ¿así te ves cuando piensas en ella?

Te encuentra en cada canción que escucha, y ahora no está siendo la excepción. Te lee, te canta, te imagina, te piensa, te versa, te conoce, te ama, acá a su lado te quiere. Cierra los ojos y estás, escucha una canción y estás cantando para ella, huele algo y resulta tan agradable su olor que considera que también proviene de ti.

No comprende como le das tanta calma, contigo puede dormir sin preocuparse del mundo ni de lo que mañana pudiera pasar. Fue encontrarte a su lado en esa estación imaginaria del barrio de Atocha y puede jurar que el tiempo en seco se le paró.

Quiere enseñarte todo lo que pueda, que no es mucho, pero sin embargo, es desde lo más hondo de su humilde corazón. Quiere demostrarte todos y cada uno de los motivos por los cuales eres arte y por qué quiere visitar contigo todas y cada una de las calles.

Eres eso que nunca se explicó, eres ese deseo de lágrimas de San Lorenzo acumuladas, y de los dientes de león encontrados por la calle. Eres los pétalos de sus margaritas en esos “¿Me quiere o no me quiere?”. **Cariño, te adelanto que esta chica no te quiere, esta chica te ama y tú también la amas. **

A ambos siempre os han dicho que a una persona se la enamora día tras día. El amor no entiende de idiomas, ni de unidades de medida. No entiende de guerras mundiales, ni de pandemias globales. No entiende nada sobre los océanos o planetas. ¿Qué pega le va a poner algo inmaterial a un tren, barco, coche o avión?

Porque el amor existe más allá de los besos, de los abrazos, de los pies torpes enredados. El amor es una explosión que llena con calor procedente de la ternura hasta el último rincón de tus vasos sanguíneos. El amor será cada vez que ella se derrita por escucharte cantar canciones de León Larregui y de Ed Maverick. Siempre va a ser ese arreglo, porque no te gustaban las cámaras azules: “Pero aquí de frente y verte enfrente con tus ojos cristal”.

A todos les resultaba curioso, porque es esa clase de amor que sorprende a uno. Es esa clase de amor que te toca la puerta y te dice que no desaproveches la oportunidad porque es una persona que te mostrará todo el mundo sin necesidad de irse a ningún lado.

Tú hacías la habitación de ella tan grande como el universo. Un lugar de secretos, de amor, de cariño, confianza, cosquillas infinitas donde no se conocían los límites de las dudas, al menos la mayor parte de los días. Tras las puertas de su dormitorio, se mostraban toda clase de planetas, desde los que eran secretos tras las conexiones de lunares y los que se escondían tras de los libros de ella sin abrir.

Sin verse, sin tocarse, sin poder besarse, se declararon un amor tan puro que ya a sus corazones no les era ajeno las ganas de mirarse más allá de esa pantalla infernal, que tanto los ayudaba y limitaba simultáneamente. Con el paso de los días, sus cuerpos conocieron sin ayuda de las manos, y de las inseguridades se fueron deshaciendo minuto tras minuto.

Perdona, pero no te creas eso de “amor de lejos, amor de pendejos”, porque al final no te sirve de nada tener a alguien cerca si no te desordena los planetas y te anima a ser mejor. ¿De qué te sirve enamorarte de un cuerpo, a los ojos de la gente, si la belleza física se marchita y luego se queda como un recuerdo cualquiera?

Vosotros os enamorasteis con las almas por delante, y los cuerpos por detrás, no como los demás. Todo comenzó, por un mensaje accidental, para terminar soñando que camináis juntos por Atocha, los amores a distancia también son de verdad.

- María I

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