#primaverasrotas
Mientras tu lengua se juntaba con mi lengua, nuevas coordenadas nacieron, a la luz de la noche un mapa donde sólo cabían esas dos comillas de tu rostro y mi necesidad de perseguir a todas partes el poema que tu lengua blanda esconde.
Ojalá poder enterrar las vértices de mi memoria, obligada a sostener el mar sobre mi pecho socavado por el silencio, las olas contra mi memoria, las olas en contra de cada latido.
Quemé las sonrisas bajo llantos amargos entre el fin de los días buenos; una puerta se quiebra bajo el vals solar de un imperio que nace bajo la lluvia ardiente de los corazones, sonrojan a la madre tierra que habla en el pecho de los poetas, y todo por salvar las sombras que componen tu recuerdo.
Sal.
Aprendí a navegar con el timón del revés, callé por guardar mi sal, y a tientas descubrí que hogar es donde seas calma sin hablar.
Poeta maldito:
Porque eso de escribir, de morir sobre la tinta y el papel me mantienen a media luz.
Después de todo, tus ojos se desarman en medio de tormentas, canciones tristes, orgasmos agotados. Y desentierro el cadáver mientras me bebo esa botella de whisky vencida al igual que yo por la vida y sus putadas.
Hecho de menos llegar tarde a la obviedad que trae no saber barajar las cartas de esta vida fundida en el ruido.
Silva en mi interior el corazón enjaulado por miedo a amar, y tu corazón y mi corazón esconden su eternidad, y nuestras miradas gritan con ansias de volver.
Encontré el camino perdida en el hogar que esconde sus brazos.
Los domingos llegan sin pulso, con murmullos lejanos amarrados bajo sus lenguas, rotos, sucios, vuelan en dirección a ninguna parte, mientras cada uno de nosostros nos pinchamos la llaga con ellos, rodando sobre una falsa paz, que sólo termina de enredar nuestros pasos.
