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As we now come to the end of Daniel Craig’s dynamic dynasty in the history of JamesBond… An alternative poster for his first outing, the gutsy and visceral Casino Royale

Casino Royale (2006)

Casino Royale (2006)

Por Lucas Manuel Rodríguez

Nota del editor: la fecha de publicación original de este artículo iba a ser el 7 de diciembre de 2020, coincidiendo con el 25 aniversario del estreno de GoldenEye en cines argentinos. Desafortunadamente, problemas en el manejo del blog impidieron su publicación ese día, por lo cual decidimos que el mejor curso de acción era publicar este ensayo hoy, el 12 de junio de 2021, fecha que conmemora los 25 años del lanzamiento de GoldenEye en VHS por parte de AVH.

La película más importante de la carrera de Pierce Brosnan ha cumplido su primer cuarto de siglo. Una celebración a la que no le podía haber tocado peor año y que merecía un mejor escenario entre las efemérides bondianas, sin duda alguna. Esto estuvo lejos de limitar los festejos de la mano de sus más fieles adeptos y también contamos con dos encuentros virtuales de gran privilegio que incluyeron a dos miembros del elenco y al mismísimo director de GoldenEye (1995). Hoy, como ha sido usual en este espacio, nos concentraremos en cinco de los aspectos por los cuales consideramos que esta es -aun- una de las más grandes entregas de la franquicia y siempre desprendida de aquello que podría catalogarse estúpidamente con un mero recuerdo plagado de momentos nostálgicos, que pudieron haber envejecido para bien o para mal.

Presupuesto reducido y el todo por el todo

El período de seis años y medio sin estrenos de 007 en cines se mantiene como el más prolongado de todos. Hay amplias diferencias con la plaga de incertidumbres que nos atraviesan en este contexto pandémicos. Dos para tener en cuenta como principio son las señaladas por el director Martin Campbell en los últimos días: primero, era ilegal realizar una nueva aventura de Bond a causa de un litigio entre estudios que hemos destacado sobradamente en anteriores notas; segundo, no se sabía qué tan masivo podría haber sido el público de la década de 1990 para una emergente era del espía británico, por lo que Campbell tuvo que lidiar inevitablemente con una economía financiera el doble de inferior comparada a la de uno de los estrenos del año anterior y del mismo género, Mentiras verdaderas.

Esta condición presupuestaria aplicó en dispositivos infaltables para todo film de Bond, como los autos. Cada uno tuvo su particularidad, ya sea por préstamo o alquiler, como el Ferrari 355 rojo y el Aston Martin DB5; o el tan citado caso del BMW Z3, que no solo fue ofrecido en plena situación de rodaje y complicó las posibilidades de ser aplicado en escena, sino que solo existían dos prototipos para ese momento y exponer el único que tenían ellos en una secuencia de acción jamás fue una opción.

Nada de esto, según Campbell, redujo su capacidad de decisión a la hora de filmar. Fueron condiciones desafiantes, eso no lo puede negar nadie. Siempre respaldado por la dupla productora de Barbara Broccoli y Michael G.Wilson, como ha sostenido el director en cada comentario al respecto, algo que es tradición en la saga desde sus comienzos.

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La tríada que nos acompañó en el festejo.


La herencia de los alemanes

En el audiocomentario en blu-ray –tanto la versión de 2012 como la de 2015- Martin Campbell destaca que Butch Cassidy and the Sundance Kid fue su gran modelo a seguir para la presentación de personajes, en particular por el uso de sombras y siluetas, como bien se percibe con los planos introductorios de Pierce Brosnan y Sean Bean en el prólogo ambientado en 1986.

Este aspecto de emplear las sombras y la oscuridad como recurso en vez de tildarlos automáticamente como defectos viene indiscutiblemente de los inicios del expresionismo alemán y uno de sus primeros herederos fue Orson Welles al aplicarlos en su opera prima, Citizen Kane. Lo que más retomó Campbell de la filmografía de Welles fue su rol antagónico como Harry Lime en El tercer hombre, algo que es por demás evidente en la segunda presentación de Alec Trevelyan a la mitad deGoldenEye. Por supuesto que el mismo dispositivo poético lo emplearon Sam Mendes y el ya mencionado dúo de productores al plantearse cómo introducir al personaje de Javier Bardem en su respectiva película.

Nunca es menor recordar que uno de los primeros trabajos de John Glen fue en la sala de montaje del film de Welles dirigido por Carol Reed. La iluminación, los focos y el ambiente neblinoso de El tercer hombreGlen los manifiesta con todo esplendor en Su nombre es peligro. Si hubieron dos películas de espías en los noventa que continuaron esta escuela, efectivamente fueron el debut de Brosnan como Bond y la Misión: Imposible de Brian De Palma.

Los alemanes tuvieron su presencia en la era Brosnan hasta en los autos, con  el sello casi permanente de BMW. En el comentario que el actor irlandés brindó desde Hawai para Esquire hace unos meses, él afirma que siempre quiso manejar deportivos del calibre de Aston Martin y que su favorito de los que tuvo el honor de conducir es el V12 Vanquish de Otro día para morir, auto que amó incluso con su bastardeada condición de volverse invisible.

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Saludos desde Hawái.

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Alec vuelve de entre los muertos.


Mantenerse vivo

Brosnan nunca negó el nerviosismo a la hora presentarse al mundo como el quinto Bond. Tampoco que haya hecho caso omiso del espía de Ian Fleming para concentrarse exclusivamente en los estilos cinematográficos del personaje, fundamentalmente de Sean Connery y Roger Moore. No se trata de una imitación per se, es, más bien tomar una tercera posición entre los dos polos opuestos que son las figuras de ambas encarnaciones.

De eso se trata el primer Bond de Campbell, de mantener vivo al personaje, no con la frialdad que le expresa verbalmente el protagonista a Natalya Simonova, sino con la puesta en acción de elementos que no siempre son exclusivamente lo que dicen ser, que están para representar algo más y, por definición, son simbólicos.

Como Michael Mann en Fuego contra fuego ese mismo año y James Cameron en los años siguientes con Titanic, Campbell emplea constantemente y con distintos usos progresivos los colores azul, rojo y blanco. De hecho, Bond siempre oscila entre el azul y el negro en la continuidad de esta película, colores dignos de un heraldo solitario en narrativas universales. El rojo será reservado para cuestiones más pasionales y el blanco para los nuevos comienzos.

Por citar ejemplos, uno por excelencia es la avioneta soviética con la que Bond se salva segundos antes de escuchar las notas del tema de Tina Turner en el film. El vehículo es blanco, apunta hacia una nueva era para un personaje reconocido; tiene leves tonos de rojo en él, es el color del partidarismo comunista, pero también esa pasión en plena ebullición tras haber perdido una muy apreciada amistad con Alec; la avioneta, al final del comienzo, se dirige hacia el cielo y las sombras nevadas, ambas de un tono predominantemente azul. Concluyen los créditos de apertura, oímos el rugido del Aston Martin más clásico de todos los tiempos y lo primero que confronta un Bond con camisa azul es al rojo invasivo de Xenia Onatopp.

Estas idas y vueltas entre estos tres colores estarán presentes de manera operativa en el todo de la película. A tal punto que básicamente todas las banderas que aparecen en pantalla son las que cuentan solo con esos colores. Incluso en la primera alianza de un espía británico con otro norteamericano que vemos en este film, el automóvil de Jack Wade es azul y cuando abre su baúl para resolver una avería lo primero que salta a la vista son unos cables rojos. Esto se lleva a cabo constantemente sin caer en el reduccionismo unilateral de catalogar al azul como el color de occidente y al rojo como el de oriente, en medio de una Guerra Fría que se niega a reconocer su obsolescencia.

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Azul, blanco y rojo desde el principio.

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El heraldo azulado entre las sombras.

La doble faz jánica

El rojo también está para representar a ese  cosaco que vuelve de la muerte. En ocasiones se ha señalado que, meses antes de este, el film Batman Forever contó con elementos que fueron plagiados en esta Bond. Alec tiene la mitad de la cara quemada como el Dos Caras de Tommy Lee Jones, ambos cuentan con un secuaz que es ávido en actividades informáticas y los dos aluden al dios romano del rostro dual. Sin embargo, ya hemos dicho que en GoldenEye la mayor aspiración es la polivalencia de significados, antes que la sugerencia. Elementos que circulan en la obra y ayudan a engrandecerla, pero no son de entendimiento obligatorio para ser gozada.

La dualidad es establecida para y con James Bond, no en beneficio del dios citado. Campbell lo dijo reiteradas veces, lo buscado desde el inicio ha sido que el personaje interpretado por Sean Bean fuera encarnado por un actor que tranquilamente pudiera ser Bond en esos tiempos. De ahí la ironía de una frase “mooriana” como la que le dice Brosnan a Q, “the writing’s on the Wall”, que, además de ser el posterior título de la canción de Sam Smith, es una expresión equivalente a “vérsela venir”. Eso que se ve venir, la traición de Alec, no es algo sacado de la galera, ni mucho menos predecible, es más bien, ese pasado gótico que viene, que vuelve a resolver conflictos personales en el presente. Algo que posteriormente veríamos en Skyfall y de manera inversa en SPECTRE porque es Bond quien lo hace volver.

El saludo compartido entre James y Alec, antes que redundancia, es una simetría perfecta puesta en escena a lo largo de tres actos claros. Primero en la base soviética con el nombre por delante (“James, for England”) y la devolución de su compañero con el nombre al final (“For England, Alec”). Después en el cementerio, el segundo encuentro entre los personajes, pero el primero entre enemigos confrontados, por eso el nombre es desplazado perversamente al final del saludo (“For England, James”), como un clásico villano de la saga, solo que usa el nombre de pila y no el apellido, debido al lazo del pasado. Por último, el símbolo en su definitiva lucidez, el villano duda (“For England, James?”) y el héroe responde en clave personal, que es por beneficio propio y con un primer plano que resalta una marca de sangre (otra vez el rojo, pasión, lo personal) en la frente de este, una vulnerabilidad fisiológica y heroica que emerge por primera vez entre todas las veces que estos dos personajes se confrontaron.

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Primera sangre en la frente.


Las mujeres odian a Bond y sus exegetas también

Que todas las mujeres lo traten mal al conocerlo fue una de las metas que se autoimpuso Campbell. Reconocer los comportamientos polémicos del personaje y que cada mujer que comparte tiempo con él también lo haga. Por caso, Samantha Bond interpreta a la Moneypenny más ácida en 58 años de películas. No es un personaje tóxico, está vigente el coqueteo de siempre, pero también está harta de las sugerencias no correspondidas de su compañero. Xenia nunca tiene sexo con él, porque de hacerlo lo mataría. Natalya es muy reacia incluso en las dos primeras fugas que comparten juntos, la del helicóptero Tiger y la de la celda. Y la M de Judi Dench, bueno, esto también lo dijo el director infinitas veces, le dice la frase más citada de la película… no sin reconocer, con gestos breves, lo indispensable que es Bond para el Servicio Secreto.

Esta abundancia de absurdos anti-masculinidad no está para avalar la extinción de los hombres en el inminente siglo XXI. Paradójicamente, sí está para combatir estructuras patriarcales, de las que muchas almas desconocedoras, aseguran, aparecieron por primera vez en Casino RoyaleoSkyfall. Tampoco fue inventado en este film. Brosnan lo dice claramente en el video publicado por Esquire, el revisionismo y cambiar al pasado nunca es la respuesta, no se puede pensar si nuestra única historia es amnésica. Lo cual no implica que el presente tenga que hacer oídos sordos ante posibles soluciones de índole inclusiva. Él recuerda haber visto la primera Bourne en cines meses antes del estreno de su última 007 y haber entendido que las reglas del juego para las películas de acción iban a cambiar. A la vez reniega que por momentos solo encuentra burlas a lo poco realistas que son sus películas, como la caída libre para meterse en la avioneta, el Aston invisible o sus escenas de surfeo.

Martin Campbell, por otro lado, afirmó hace unos días para CineFix que fue uno de los principales responsables de que la primera incursión de Daniel Craig tuviera un tono drásticamente más serio y que todas esas escenas que son objeto de burla fueron causas importantes. En ese mismo espacio, tras recordar que podía llevarse una AK-47 a su casa con impunidad para hacer prácticas de desarme y recargas, Famke Janssen dijo que extraña esos tiempos en los que las películas de Bond podían darse más lujos de ser exageradas.

Lo cierto es que las películas de James Bond no dejaron de serlo. Suele pasar que ciertos públicos son más permisivos con ciertas decisiones tomadas en ciertas eras. Es decir, más allá del pésimo uso de imágenes generadas por computadoras, se le perdona más a Daniel Craig que sobreviva a una caída en picada en un tren en movimiento después de que su compañera le disparara en el hombre, que a Pierce Brosnan haciendo un salto en windsurfing en apenas un par de planos. Si, una escena está fotografiada por Roger Deakins y la otra se siente más artificial aun, pero a la larga son quejas que carecen de comparaciones pertinentes. De ahí que se sostenga, también, que recién ahora las mujeres reciben un espacio digno en la saga, olvidando no solo los aportes de esta obra magna que ha sido GoldenEye desde que nació, sino también magníficos protagónicos como, por ejemplo, el arco vengativo de Domino Derval en Operación Trueno. Sencillamente, las quejas suelen venir de personas molestas por el aspecto físico de las mujeres de la saga en las primeras cuatro décadas, como si Bond ahora tuviera encuentros carnales con mujeres con sobrepeso y como si ese fuera el gran aporte que una mujer puede brindarle a una película.

Tampoco es cierto que las últimas películas carezcan de chistes y todo sea seriedad absoluta, Bond siempre ha sabido adaptarse a los valores de su tiempo sin esconder del todo su tradición. Bond no se reduce a la búsqueda de ser lo más realista posible y en el peor de los casos busca ser lo más correcta y “verosimilista” que pueda. El mejor Bond estará siempre en el calibre de películas como GoldenEye, no solo porque las revisitamos y están plagadas de elementos que ni con la tecnología actual se pueden superar. Esto no es escapismo, las películas de Bond, en el mejor escenario posible, son valores históricos condensados en una poética interna que se disfraza en sus gloriosas escenas de acción, su sensualidad y su pulso a favor del suspenso, ¿Cuánto tendremos que esperar para que esto vuelva a pasar? Difícilmente sea en el próximo abril y las productoras y distribuidoras todavía no consiguen un ambiente pertinente para sacarle todo el rédito posible a sus obras más costosas. Hay mucho Bond por revisar, mucho Bond por releer. Pensar en el consumo de lo nuevo en este contexto solo produce desasosiego y como dijo simbólicamente sobre esto aquél irlandés desde su residencia hawaiana en el abril pasado: “This is one for the books”.

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Moneypenny: ácida, pero eficaz.

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Famke Janssen y su recuerdo de la AK-47.


*Licenciado en Comunicación Social por la Universidad Nacional de Quilmes. E-mail: [email protected].

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