#te extrañaba
Lo único que deseo es que te acuestes conmigo y me abraces.
Supongo que siempre tendré envidia, de quiénes te tocan mientras que yo no puedo, de quiénes te pueden estrechar en sus brazos al mismo tiempo que yo tacho días, meses y semanas; que es lo que nos falta para vernos.
Nunca llegué a entender muy bien que era eso de extrañar a algo, o alguien; hasta que comenzaron a faltarme los besos de mi abuela, el abrazarme a mi hermano todas las cenas de Navidad desde que tengo memoria y los abrazos y besos de mi primo Eduardo cada vez que nos vemos. Creo que esas fueron las cosas que extrañé por primera vez.
Después de las carencias familiares llegaron más: echaba de menos las risas de las niñas que llamé en algún momento “amigas”, los besos en la frente cuando lloro de una persona a la que alguna vez llegué a llamar muy equivocadamente “mejor amigo”, los entrenamientos y correr detrás del mismo entrenador todos los viernes por la noche.
Llegué a tal punto de carencias que me dolía extrañar. No quise conocer a nadie, no quería encariñarme con nadie porque al final, todo lazo afectivo acarreaba eso:dolor. Antes de darme cuenta, ya me había encerrado en sí misma por el miedo al dolor de extrañar y los pocos amigos que tenía se iban marchando paulatinamente.
Y de repente llegaste, el primero de muchos amigos que vendrían tras de ti, Fuiste la primera persona a la que decidí abrirme por completo después de 5 años de completo silencio, a solas con mi piano y las paredes blancas de mi habitación. En fin, 5 años sola, pero rodeada de gente.
Te conocía y te quería, siempre te he querido y lo que me nacía de lo más hondo de mí en ese instante era escapar, para no dañarte, para no dañarnos. Pero al final, terminamos siendo como tú decías: dos planetas que orbitan uno al lado del otro, de manera que siempre vuelven a coincidir y están juntos.
Hoy te soy sincera, y te digo que me gana la envidia. Que tengo envidia de aquel que huele tu colonia de vez en cuando, de quién ha podido darte uno o dos besos por mera cortesía.
Supongo que esa envidia jamás desaparecerá hasta que pueda tenerte entre mis brazos y pueda susurrarte al oído que no quiero que nos vuelvan a separar. Que quiero sentir tu respiración al dormir además de escucharla, y poder sonreírte cuando vuelvo a despertar porque tú madrugarás más que yo.
No sé por qué, hoy te extraño más de lo normal. Extraño verte, y oírte reír. Extraño tu voz cansada y tu respirar al dormir. Extraño todo lo que eres tú, y no sé por qué tiemblo tanto al escribir estas palabras o por qué siento mis lágrimas en la punta de mis pestañas.
Quiero abrazarte, sentirte aquí, sentir que no te marcharás, que no me marcharé y nunca me vas a faltar. Pensándolo bien, creo que tengo mucho miedo aún a que te marches aunque sé que no lo vayas a hacer. Te echo de menos aún.
Supongo que tengo envidia de quién te tiene y así no te tiene por qué extrañar.