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愛してる

Despertarme antes los fines de semana para poder escucharte se ha convertido en una parte muy arraigada de mi rutina. Cuento los minutos y las horas que me quedan para verte hasta que me duermo y vuelvo a despertar esas noches, que son transición del viernes al sábado, para continuar durmiendo, pero por lo menos esta vez a tu lado.

Anoche me acosté a la 1a.m., después de haber pensado que podríamos hablar, que podríamos vernos; pero no fue así y pensé: “Si mañana madrugo, podré estar con él, eso haré”. Ayer me sentí hermosa, vestía el mismo vestido con el que me presenté a tu madre, la única diferencia es que ya hacía tiempo de camisa en vez de jersey.

A lo largo del día le saqué fotos al cielo, muchas más de las que te suelo mostrar. Mi madre me vio y me dijo que quizás podíamos hacer un mural de ellas en la pared, porque ninguno de nosotros llega al techo, pero para eso aún me quedan muchos días para poder hacer tantas fotos de las nubes de Madrid como para poder llenar mi pared. Quiero pensar que con cada foto que saco, estoy más cerca de ti, pero puede que sea otro de mis desvaríos.

Hoy me levanté a las 6a.m. y me estabas esperando con todo listo: en la cama, con los audífonos y las luces apagadas y te marqué. Hablamos un poco de las cosas que habían estado pasando: tu hermano te preguntó por mí, pensé en ti… Comenzaste a tener sueño y te dije:

- Vamos a dormir Toto, hoy ha sido un día largo, toca descansar. - Pero en el fondo, hablarte en este estado era un sinónimo descarado de hablarle a la nada, pues ya te encontrabas en un lugar al cual yo no podía entrar.

Todo estaba totalmente en silencio, y de repente dijiste:

- Porfa, no te vayas. No me dejes solo.

En ese instante, comencé a preguntar por dentro quién te había hecho tanto daño como para que tuvieras miedo a que me marchara mientras dormías.

“No, vida mía” - pensé. - “Sería ridículo marcharme ahora que he encontrado a algo que me hace tan feliz. Ningún poeta en su sano juicio deja escapar al arte y a todos sus poemas de amor más sincero una vez se han hecho carne. Y es que la idea de perderte marchita los nomeolvides de mi corazón. No quiero que temas, no quiero desprenderme de tu lado, y si lo hago, que sea para encontrarnos en otro tiempo o en otra vida”

Mientras que todo eso sonaba en mi cabeza, caí rendida de nuevo sobre mi almohada y volvimos a dormir juntos otra vez más hasta que me volví a despertar. Pero decidí quedarme contigo un ratito más mientras dormías, porque no quería dejarte solo, porque quería que recibieras mis abrazos y mis más sinceros besos.

Al cabo de un rato colgué, para comenzar mi vida aquí, para vestirme, limpiar, comer y hacer deberes. Cuando despertaste te conté lo que ocurrió y me dijiste que lo que me habías dicho mientras dormías debió de salir de lo más hondo de tu corazón. Volví a preguntarte sin qué me oyeras, quién había sido tan cruel de llenar de temores tales, a alguien tan bueno como tú.

Me has dado las gracias por quererte, por estar contigo, por no dejarte solo; en otras palabras: me diste las gracias por todo. Yo te pregunté si hacía falta que te dijera que te amaba en japonés para que lo entendieras por una vez en 6 meses que llevábamos juntos.

Tú directamente me respondiste con los caracteres que resolvían mi duda: 愛してる. Así, tan tranquilo, me dijiste: <<Así es como se escribe>>. Se me hizo bonito, tierno, como cualquier cosa que sale de ti.

Ahora, observando esos cuatro caracteres en mi pantalla, sigo sin entender como terminamos dónde estamos. No entiendo como terminé con alguien que comprende mis chillidos y conoce casi todos mis cambios. Eres la persona que se sabe el cambio de mis cejas cuando me enojo, y cuantas notas baja mi voz cuando tengo sueño. Eres la única persona que me ha visto con las mejillas más rojas que las acuarelas de mi mesa, y la que ha conseguido escuchar mi voz como nadie más me ha podido oír.

Soy incapaz de barajar la idea de perderte, si lo único que me viene a la cabeza en cuanto pienso en ti, son todos los lugares que vamos a visitar a medida que nos hagamos mayores. Me resulta inevitable no pensar en nuestra casa, en nuestros gatos, en los platos de nuestra tierra que le enseñaremos y las miles de vueltas que daremos al mundo gracias a un avión, o sin irnos muy lejos, también con un colchón.

Si algún día entras y ves esto, quiero que sepas que esta propuesta siempre será para ti, Salvatore. Que sepas, que no me iré a ningún lado, que te acompañaré hasta donde nos alcance la imaginación. Porque los grandes amores, son compañeros, y un compañero no abandona al otro.

愛してる Salvatore Di Vita.

María I.

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