#consumismo

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La ciudad es una galaxia nocturna
repleta de luces invernales
y de calles como surcos de neón.

Si la vida es un regalo,
¡regalemos cientos de regalos!
Adoremos la santidad del dinero.

Tengamos fe en que todo
nos va a ir mejor sin tener
que dejar de ser quienes somos.

El frío del cemento
y el viento en los árboles
hace que la gente busque calor ajeno.

Y es que…
Tantas luces en la ciudad en diciembre
y, a veces, tan apagados por dentro.


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Miles de anticapitalistas

comprando compulsivamente,

mujeres apoyadas luchando

por lo de siempre,

mercados y webs

colapsados un viernes,

comportamientos de una sociedad

con el futuro negro latente.

Hasta las farmacias

tienen medicamentos en oferta.

Y yo lo entiendo,

la humanidad está enferma.

Considere la camiseta blanca clásica. Anualmente vendemos y compramos dos mil millones de camisetas mundialmente, lo que la hace ser una de las prendas más comunes del mundo. Pero ¿cómo y dónde se hace una camiseta promedio, y cuál es su impacto ambiental?

Los artículos de ropa pueden variar mucho, pero una camiseta típica comienza su vida  en una granja en América, China o India donde se siembran, riegan y cultivan las semillas de algodón, por la pelusa esponjosa que producen. Unas máquinas de autoconducción cosechan con cuidado estas pelusas, una desmotadora industrial separa mecánicamente las cápsulas esponjosas de las semillas, y la pelusa de algodón se prensa en pacas de 225 kg. Las plantas de algodón requieren una gran cantidad de agua y pesticidas. Se necesitan 2700 litros de agua para producir la camiseta promedio, suficiente para llenar más de 30 bañeras.

El algodón usa más insecticidas y pesticidas que cualquier otro cultivo en el mundo. Estos contaminantes pueden ser cancerígenos, dañar la salud de los trabajadores del campo, y dañar los ecosistemas circundantes. Algunas camisetas están hechas de algodón orgánico cultivado sin pesticidas e insecticidas, pero el algodón orgánico  representa menos del 1% de los 22,7 millones de toneladas métricas de algodón producidas en todo el mundo.

Una vez en balas de algodón salen de la granja, las fábricas textiles las envían a una instalación de hilado, generalmente en China o India, donde máquinas de alta tecnología mezclan, cardan, peinan, elongan, estirar, y, finalmente, tuercen el algodón en cuerdas nevadas de hilo llamadas hilos. Luego, los hilos se envían al molino, donde grandes máquinas circulares de tejido tejen en hojas de tela gris áspera tratadas con calor y productos químicos hasta que se vuelven suaves y blancas. Aquí, el tejido se sumerge en blanqueadores comerciales y colorantes azoicos, que constituyen el vívido colorante en alrededor del 70 % de los textiles. Desafortunadamente, algunos de estos contienen cadmio causante de cáncer, plomo, cromo, y el mercurio. Otros compuestos nocivos y químicos pueden causar contaminación generalizada cuando se liberan como aguas residuales tóxicas en ríos y océanos.

Las tecnologías son ahora tan avanzadas en algunos países que todo el proceso de cultivo y producción de tejidos apenas tiene intervención de mano humana. Pero solo hasta este punto. Después de que el paño acabado viaje a las fábricas, a menudo en Bangladesh, China, India o Turquía, todavía se requiere trabajo humano para coserlas como camisetas, trabajo intrincado que las máquinas no pueden hacer. Este proceso tiene sus propios problemas. Bangladesh, por ejemplo, que superó a China como mayor exportador mundial de camisetas de algodón, emplea a 4,5 millones de personas en la industria de la camiseta, pero típicamente enfrentan malas condiciones y bajos salarios.

Después de la fabricación, todas esas camisetas viajan por barco, tren y camión para venderse en países de altos ingresos, un proceso que da al algodón una enorme huella de carbono. Algunos países producen sus propias prendas domésticas, que elimina esta etapa contaminante, pero en general, la producción de ropa representa el 10 % de las emisiones mundiales de carbono. Y está aumentando. Ropa más barata y la disposición del público a comprarla impulsó la producción mundial de 1994 a 2014 en un 400 % a alrededor de 80 mil millones de prendas por año.

Por último, en el hogar de un consumidor, la camiseta pasa por una de las fases más intensivas en recursos de su vida. En EE. UU., por ejemplo, el hogar promedio hace cerca de 400 coladas de ropa al año cada una usa aproximadamente 150 litros de agua. Las lavadoras y secadoras utilizan energía, y las secadoras requieren 5 a 6 veces más que las lavadoras. Este cambio dramático en el consumo de ropa en los últimos 20 años, impulsado por las grandes corporaciones y la tendencia de la moda rápida ha costado el medio ambiente, la salud de los agricultores, y condujo prácticas cuestionables de trabajo humano. También convirtió la moda en el segundo mayor contaminador del mundo después del petróleo.

Pero hay cosas que podemos hacer. Considere comprar de segunda mano. Trate de buscar textiles hechos de tejidos reciclados u orgánicos. Lave y seque menos la ropa para ahorrar recursos. En lugar de arrojarlos al final de su vida, done, recicle o reutilicemos como trapos de limpieza.

Y, finalmente, puede ser que te preguntes, ¿cuántas camisetas y artículos de ropa consumes durante tu vida, y cuál será su impacto combinado en el mundo?

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