#feminismo
Sí algún día no regreso, si dejo de contestarte el celular, si no me llegan los mensajes, sí te prometí que te avisaría al llegar y no lo hice, sí tienes ese presentimiento de que algo no está bien, sí mis amigos no saben donde estoy, no me busques. No quiero que veas lo que hicieron conmigo. No creas lo que digan las noticias, tú sabes que nunca te dejaría, sabes que nunca me escaparía, sabes que no tengo razón para irme. Sabes que no es una broma, sabes que nunca jugaría con eso, sabes que nunca te asustaría de esa manera. Ya sabes lo que pasó. Tú me diste la vida, pero no quiero que veas como me la quitaron. No quiero que me recuerdes hecha trizas, no soy un cuerpo cortado, descuartizado o asfixiado, ni mucho menos un culo roto. Era más que eso, siempre lo fui. Recuérdame feliz, molestándote hasta que terminábamos jugando como niñas, abrazándote, llamándote cuando el mundo se me venía encima, contándote de mi día y pregúntate por el tuyo cada día, y sobretodo, recuérdame fuerte. Porque eso fui, créeme que luché cada segundo, que te quede claro que no me di por vencida, lo intente todo. Pero fue más fuerte que yo. Soy pequeña, fue lo mejor que pude hacer. Perdóname por dejarte, yo no quería irme. Se que debes estar destrozada, sal y quémalo todo, sal y grita por mi, no tienes que pedirle permiso a nadie. Nadie te pidió permiso para matarme. Y reitero, no me busques, no quiero que me encuentren, esa no soy yo.
Si alguien conoce a la autora de esto dejelo en los comentarios para el credito.
Pero es increible.
Dios debería haber hecho letales a las chicas cuando hizo monstruos de los hombres.
ELISABETH HEWER
Dios debería haber hecho letales a las chicas cuando hizo monstruos de los hombres.
ELISABETH HEWER
Recuerdo que alguien me dijo que las
estrellas que vemos llevan mucho tiempo muertas y pienso que ojalá así refulgieran las desaparecidas, con esa misma luz cegadora, para que sea más fácil encontrarlas.
Sacrificios humanos - María Fernanda Ampuero
I am woman, I am fearless
I am sexy, I’m divine
I’m unbeatable, I’m creative
Honey, you can get in line
I am feminine, I am masculine
I am anything I want
Happy woman’s day!! We fight together! Feliz día de la mujer!! Luchamos unidas!
La escritora mexicana Guadalupe Nettel publica La hija única (Anagrama) una novela acerca de la maternidad en su concepción más cruda y sincera. Abarca el derecho a decidir no ser madres y la lucha por las libertades femeninas.
EnConfabulario Christopher Domínguez le dedica una reseña elogiosa. Aquí compartimos un extracto:
Desde el inmóvil y desgraciado Macario faulkneriano que abre El llano en llamas, la literatura mexicana no alumbraba un personaje tan memorable, por imberbe, como Inés, la niña condenada a morir tan pronto nazca, en La hija única (Anagrama, 2020), de Guadalupe Nettel. Ha habido nonatos alegóricos que devoran historia futura, como el de Carlos Fuentes, en Cristóbal Nonato (1987), pero ningún otro niño, desde Juan Rulfo, tan poderoso como el de Nettel. Si la sabiduría antigua advierte que aun el recién nacido es lo suficientemente viejo como para morir, Nettel nos ofrece una novela logradísima sobre un tema que exigía, sobre todo, de maestría moral. Exponiendo el caso –basado en una historia real que le fue confiada por una amiga– de una niña que morirá al nacer o poco después, habiéndose desarrollado uterinamente casi sin cerebro, los riesgos de lo tremendista o de la tragedia llana parecían ineludibles para casi cualquier autor y hasta fatalmente tolerables para no pocos lectores.
Ante la microlisencefalia de Inés, empero, no me sorprendió la seguridad en el trazo de Nettel porque de pocos de nuestros novelistas puede decirse lo que de ella, quien de novela en novela ha ido evolucionando con tenacidad y buen tino. Lo suyo era lo fantástico cotidiano, que la atormentaba desde la adolescencia y la condenaba, acaso, a parir una progenie de Macarios. Estos aparecieron –lo digo de manera figurada– en varios de sus cuentos y en El huésped (2006) y de ellos, Nettel supo deshacerse para llegar a esa empresa de autoconocimiento que fue El cuerpo en que nací (2011) o el trasiego generacional del amor expuesto en Después del invierno (2014), hasta convertirse a lo que todavía puede llamarse, de manera avara y concisa, realismo.
Su realismo rehúye el sentimentalismo pero entiende a la novela como una suerte de ciencia de los sentimientos, lo cual le permite entrometerse con sagacidad y tacto entre Alina y Aurelio, los aterrados y contritos padres de Inés y seguir, tras ellos, el duelo escenificado por un nacimiento que muy pronto habrá de convertirse en pérdida, al grado que –una vez informados del predecible desenlace por los médicos– se deshacen del mobiliario y la vestimenta destinadas a la bebé y en cambio le compran una sepultura, porque legalmente, la niña nacerá y legalmente, también, morirá. Pero las cosas ocurren de otra manera en este libro sagazmente documentado.
Lo asombroso, en términos literarios, no es que Inés no muera y luche por sobrevivir ante el azoro de sus padres y de neurólogos, de pediatras y de tanatólogos a la postre desempleados, sino la capacidad de Nettel para convertirla en un personaje autónomo e inolvidable. No es la juiciosa Alina, madre entera sin llegar a ser una “madre coraje” pues contempla el infierno implícito en la sobrevivencia de la minusválida y recibe una pócima para hacerla morir si así lo decide la infortunada pareja, ni el leal Aurelio, un padre a la altura de las circunstancias, ni Marlene, la nana tan singularmente dibujada en su adicción a su oficio, el personaje central de La hija única. Lo es Inés, un verdadero centro de gravitación de una novela que se permite una subtrama necesaria para otorgarle un destino inesperado a Laura, la narradora de la historia: hacerse cargo de una madre soltera y de su hijo, sus vecinos.
Ya lo conté una vez, y nadie hizo nada.
Así que no pidan que me disculpe por no ser capaz de expresarme.