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Cómo conocí a Julio César, el periodista

Tenía 15 años, era verano y estaba fumando un cigarro en el Parque Los Reyes. Nunca estaba solo cuando iba para allá porque me había enterado que apuñalaron a un viejo a plena luz del día un jueves, mala volá. Me acompañaba Matías, un tuja pero fiel amigo, jugábamos a la pelota en el pasaje y siempre me invitaba una coca cola si ganaba su equipo. Cuando ganaba el mío le invitaba un pucho. No sé de dónde salió la tradición pero existía y la respetábamos. Estábamos sentados en el pasto cerca de una escultura, no me acuerdo que era pero eso da lo mismo, la anécdota es que de la nada vimos llegar a caleta de periodistas con sus cámaras y micrófonos que parecían plumeros ¿Qué hueá? dijimos nosotros. Vimos que Felipe, un amigo que vendía cogollos, pasó corriendo frente a nosotros, huyendo en volá, pero nadie lo seguía, los periodistas seguían a un viejo en sudadera y con zapatillas nike fosforescentes, en realidad era un viejo decadente, se notaba que llevaba horas con una taquicardia porque jadeaba como perro. Resultó que era un hueón llamado Julio César y que estaba grabando una hueá para un matinal llamado Bienvenidos del Canal 13. Siempre que lo veo en la tele me río porque se tropezó por pisar caca. Aún me junto con el Matías pero como una vez al año, ahora es medio narco y no me cae bien la coca, me ponen muy loco, me quedo con la bebida nomás. 

The noise room.

The noise room.


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Como autómatas espirituales, todo el tiempo hay ideas que se suceden en nosotros, y siguiendo esta sucesión de ideas, nuestra potencia de actuar o nuestra fuerza de existir aumenta o disminuye de una manera continua, sobre una línea continua, y esto es lo que llamamos afecto, lo que llamamos existir.

Fragmento de Curso sobre Spinoza, de Gilles Deleuze, 1978.

Día tras día, se niega a los niños el derecho de ser niños. Los hechos, que se burlan de ese derecho, imparten sus enseñanzas en la vida cotidiana. El mundo trata a los niños ricos como si fueran dinero, para que se acostumbren a actuar como el dinero actúa. El mundo trata a los niños pobres como si fueran basura, para que se conviertan en basura. Y a los del medio, a los niños que no son ricos ni pobres, los tiene atados a la pata del televisor, para que desde muy temprano acepten, como destino, la vida prisionera. Mucha magia y mucha suerte tienen los niños que consiguen ser niños.

De Patas Arriba - La escuela del mundo al revés, por Eduardo Galeano, 2001.

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