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Estamos a punto de comenzar otra semana de mierda, y pronto otro puto año.

“Yorgun kalbine söyle, Allah var…”

Por motivos académicos, este blog en desuso deja de ser de carácter personal.

PRIMERA CLASE

Llegué tarde a la primera a clase, como siempre, y para mi suerte fui el primero al que le preguntaron quién era, además de pequeños detalles de mi vida privada. El profesor respondió que nunca me olvidaría (no se debe leer o mirar como el comentario más roscón de la carrera más galleta de todas) ya que tener los mismos nombres y apellidos pasa muy rara vez.

Me preguntó que mi apellido de dónde venía, y yo le dije que de Bucaramanga. Juan Sebastián Cobos Munevar, el profesor, dijo que el origen de su apellido también era de cerca, sin llegar a extenderse en su explicación sobre sus raíces, dijo que el apellido venía de Cúcuta, el hermano dependiente de mi ciudad; pero que él es rolo.

Luego siguió la preguntándole a cada persona del salón. La segunda fue mi mejor amiga, Marcela Parra Castellano. Ella explicó que estudiábamos juntos desde la primaria, y que seguíamos metiendo materias juntos. La siguiente fue Juana, luego sutana, luego fulana y así sucesivamente…

Sucesivamente explicó su método de evaluación y calificación. Las tres notas principales son 30%, otro 30%, y el trabajo final, un 40%. Y dio una mala noticia para mí, pero que podría ser buena para muchos de los presentes en el aula: Si uno asiste a TODAS las clases, uno mismo se pone la nota del trabajo final. Yo pensé: - Me lleva la m…

Luego, comenzó a explicar un cuadro del aprendizaje donde están parcializados y divididos en cifras sobre cómo los humanos aprendemos: 10% oído y escucha, etc., etc., etc. En total, los métodos de aprendizaje eran, de “peor” a “mejor” en una escala:

1.      Reflexivo.

2.      Social

3.      Decisorio y autónomo.

4.      Estudio independiente.

5.      Lúdico.

6.      Activo – Interactivo.

Después de eso, tengo un lapsus mental hasta que acabó la clase. Bien decía Platón que la escritura era mala porque hacía que los hombres dejasen su memoria ahí, en el papiro o la tabla, y no ejercitaban su mente. Aunque al final de su vida cayó en cuenta de que la escritura era el principal vehículo de la inmortalidad humana. Yo, como no copié nada en esa clase, busqué ejercitar la mente en un ejercicio peripatético para recordar todo lo que pasó, y plasmarlo en este blog. Mi esforzada mente recuerda una especie de vídeo proyectado en la pantalla principal, pero hasta ahí llega esa difusa imagen de lo que paso ese martes. Luego, al final de la clase, le comenté que sólo podía estar en media clase del jueves por un compromiso laboral del que no me podía zafar. Él respondió que “empezamos mal, Juan Sebastián”. Y así llegó el día del reporte a medias…

SEGUNDA CLASE

Cobos, mi homónimo profesor, llegó como la primera clase: con una gran sonrisa que le expresa a sus estudiantes que es un bacán, pero manteniendo el fiero régimen reglamentario que hace, según los que recomiendan sus clases, que sea una seminario-taller que necesita todo el tiempo y la entereza que exige los 4 créditos del semestre. Es decir, él impone el monopolio coactivo de las notas de la materia al mejor modo del big stickgringo.

La clase comenzó con una breve introducción de qué es la “netiqueta”, o el buen uso de las redes sociales y la Internet. Nos hizo buscar pequeños apuntes en la web sobre lo que era para compartirlos en clase. Todo mundo comenzó a levantar la mano buscando ser la p***a más vistosa del salón. Yo encontré una guía del MinTIC que ya había manejado en una campaña política para la que trabajé de voluntario en asesoría en comunicaciones.

Sebastián Cobos, el profesor, explicó por qué era tan importante mantener el buen uso de las redes sociales y los comentarios en blogs y foros. Ahora que leo el párrafo el anterior, rompí un poco con esa netiqueta para mantener un estilo de escritura, pero me defenderé aduciendo que es una figura retórica que permite adivinar varias palabras con el mismo número de letras.

Cobos dijo que lo que hacemos en Internet tiene la misma importancia que lo que hacemos en la vida real, ya que todo acarrea sanciones (penales, sociales, entre otras). Ojalá Uribe o sus asesores supiesen de netiqueta entonces…

Por último, desde mi visión del estudiante que se fue dejando la clase a medias, enseñó a los que no tenían firma en el correo sobre cómo hacerlo con el correo institucional de la Javeriana. Yo ya tenía, así que no presté mucha atención a esa enseñanza. Y creo que por eso es que me estoy equivocando en la manera de mantener el orden cronológico de mi relato: eso fue al inicio de la clase, antes de la netiqueta.

También mostró un fondo chimbita para los que usamos el correo electrónico de Google (Gmail), que es un parada de bus que cambia el cielo según esté el clima en la ciudad donde estén georeferenciados los dispositivos desde donde uno se conecta. Como buen alumno, lo cambié y dejé mi correo como el de mi profesor tocayo.

Por último, habló de la importancia de tener buena ortografía a la hora de redactar un correo electrónico o un chat; que no importaba si la conversación en el WhatsApp era con el amigo fulanita o milenito, puesto que eso demuestra la capacidad y educación que uno tiene en el manejo de estos contextos virtuales.

Un correo sin asunto es algo de muy mal gusto, o muy mala señal, de la misma manera que un correo sin firma. Un buen asunto debe ser corto, conciso y que resuma lo que se quiere porque estamos en una época donde nadie tiene tiempo. Como yo, que estoy haciendo el recordelis de la segunda clase a la fuerza, con la velocidad de una batería que marca el compás de una canción de Coltrane, y con la velocidad con la que tecleo como si fuesen las mismas baquetas que le estuviesen dando golpes al instrumento musical.

Un truco profesional que dio es siempre tener una tarjeta de presentación con un correo institucional, porque un correo personal en una tarjeta es como “perfumar un bollo”, en los términos de aquel diputado antioqueño que dijo que darle plata al vecino departamento del Chocó era como eso. Dio un precio aproximado de diez dólares al año por tener una cuenta institucional, lo cual rompió muchos mitos sobre lo caro que muchos creen que es tener un correo con una arroba (@) especial.

Con Marcela nos acordamos de una foto de un correo institucional de una empleada de Bancolombia llamada María Eugenia Guevara, el cual no vale repetir porque tocaría ponerle la diéresis en la U.

Como dije, me fui a las 4:55 p.m., para estar en la oficina de mi jefe, el Doc H.D.L.C. a las 5:20 p.m. Le dije al profesor que nos veríamos luego…

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