#poesía del alma

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Latíamos con el corazón en los labios debajo de esa luna tan azul. Fue tan inesperado, ese beso que me diste, y que yo, en silencio, tanto deseaba. No podíamos ni cerrar los ojos, y es que no podíamos dejar de mirarnos esa flama azul que bailaba en nuestras pupilas y la magia con la que nos inundaban todos esos sentimientos reprimidos que ninguno de los dos sabía que en el otro palpitaban. Nos envolvió la noche a su vez fresca y radiante, cristalina y punzante. Sentía todo el anhelo contenido en su boca que me besaba, no, que me comía los labios. Sentía sus brazos rodeandome, sus dedos como flamas a través de mi blusa, su otra mano atrapando mi muñeca desnuda. Cada poro de mi piel se abría al contacto con su piel para dejar entrar la luz de luna que se transformaba en un río de anhelo que corría por mis venas. ¡Me palpitaba el corazón así como palpitaban las estrellas! El calor del amor vuelto pasión florecía en mis mejillas como tibias rosas rojas. Este momento era tan mágico que el tiempo se comprimía y se expandía al latido de nuestros corazones y el viento que volaba en mi cabellos me trenzaba para siempre en la memoria el recuerdo de esta noche azul llena de amor.

e.v.e.

“Su luz iluminó mi océano, señor… Revivió mi firmamento, apagó mis miedos y encendió mis estrellas. Mis alas, que iban rotas y doloridas, cambiaron de forma… Su luz trazó el contorno de ellas, me convertí en mariposa.

Y es que, usted es el astro Sol de mis noches, aquél que viene a besar mis apagados recovecos. Usted es la incandescencia de mis ansias cuando lo evoco aquí en mi lecho y llevo las manos a mi pecho para pronunciar su nombre. Usted es el beso que me guardo en las paredes de la boca, la lámpara que guía a mis sueños, las manos que extraño en la piel de mis anhelos. Usted es la esencia de mi vientre, usted conquistó los piélagos de mis suspiros… Usted, es usted quien me ha colmado de alegría, y me ha hecho recobrar la lozanía. Mi luz de oro, mi Niño amado, podré en paz cerrar mis ojos —con usted grabado a mi memoria— por si llega en estos días mi eterno descanso.”


—Paloma Zerimar.

Se me estallaba el corazón mientras latía descontrolado mi pulso bajo sus labios, y es que sentía todo el universo en su boca que tatuaba ancestrales deseos susurrados a las estrellas en mi piel. Mi boca entreabierta dejaba salir el placer hecho canción mística de vapor ardiente que se fundía con el cielo que brillaba sobre nuestros cuerpos al amor rendidos. Era suya y él era mío, vibraban como una nuestras almas. Tomados de la mano, los dedos entrelazados, suspirábamos, soñábamos, sentíamos todo. Estábamos abiertos no solo el uno al otro sino a todo lo que nos rodeaba. ¡Era mágico, mistico, sublime!  Era sentir la energía moverse alrededor de nosotros, dentro de nosotros, uniéndonos uno con el otro y con el Universo. Sentíamos el oleaje del mar en nuestras venas, la luz de las estrellas hecha caricias sobre la piel, el viento que soplaba evaporaba el deseo de nuestra piel solo para encontrar que nunca se apagaba nuestra sed. Así pasamos toda la noche, amándonos incansablemente, haciéndonos uno con el otro y con las estrellas.

e.v.e.

A veces quisiera no pensarte, pero llega la noche y te sueño… Mi almohada me abraza y te anhelo… La luna se asoma por mi ventana y en su misterio, te beso. Evoco el calor de tu cuerpo, tu sonrisa, tus silencios. Es imposible no pensarte con la vida como tu reflejo. Es imposible no dibujarte entre el caos de mis pensamientos. Tu aroma, tus labios, tus cabellos… todo tú me has invadido el ser, como las nubes al cielo. No puedo dejar de pensarte y cuando quiero hacerlo entras más en cada poro de mi cuerpo. Entonces mejor me entrego al grito intenso de mi cabeza, al grito que no calla, que se inquieta, ese que menciona tu nombre… me tienes rendida. Jamás creí volver a abrirme al amor que anhela la cercanía, al amor que late a grandes distancias, a ese amor que me hace sentir inmensa y a la vez me hace sentirme nada. Un amor que palpita entre dos polos. Un amor mágico donde no cabe el razonamiento. Y te pienso y entre tanta imaginación, sólo atino a decir: te quiero.

—PalomaZerimar.

La luz se apagó. Se disolvió en la atmósfera. Sólo quedó encima de mí la danza de las estrellas y, dentro… muy dentro, el resplandor del corazón, el suyo, el que logró encender dentro de mí y aún lejos, sigue encendiendo cada día.


La luz se ahogó como mi tristeza en ese océano infinito del guiño universal. Elevé mi mirada al cielo, el viento me acogió los pensamientos, súbitamente ya no pensaba, repentinamente mi mente estaba apagada, sólo percibía el palpitar de una canción lejana, una melodía que jamás podré sacarme de la piel, la copla de su corazón, aquél del que me enamoré.


“Te amo”. Musité quedamente. “Te amo con todo mi ser. Y no te olvido y jamás te olvidaré.” Y es que hay amores que no se van aunque ya se hayan ido. Hay amores que se elevan hacia el infinito del firmamento y penden del titilar estelar, del céfiro nocturno, del efluvio de las sombras.

Me libera pensar en él. Me llena amarlo libremente. Me hace sonreír saberlo vivo, respirando entre los tules frescos de México. Su nombre vibra en mi garganta como si no hubiese pasado el tiempo y su recuerdo se precipita en la humedad de mis ojos haciéndome diluviar.


“¿Cómo estás, amor?, ¿Aún piensas en mí?” Elevé estos cuestionamientos al jaspeado ébano de arriba. Cerré mis ojos y llevé las manos a mi corazón con la intención de escuchar su respuesta.


“Aquí estoy, mi niña, y aquí estaré siempre. Sabes que pienso en ti, como tú en mí. Te lo dije, fuiste, eres y serás por siempre el amor de mi vida.”


“Fue, es y será el amor de la mía.” Pensé y me quedé ahí, cobijada en el romance de la noche, entre la energía de su beso etérico y la paz de volver a sentirme entre sus brazos.


—PalomaZerimar©

En tu boca mi frente quiere descansar,

soñar, crear, volar…


Es en tu boca donde quiero mi hogar,

el calor que abrigue mis gélidas noches,

la inquietud del corazón por amar y desear.


En tus labios cálidos quiero morir y renacer,

día y noche,

noche y día, a ellos volver.


Callar mi mente, hacerla desfallecer,

con tus labios agitados

por el frenesí de beber.


Contemplarlos abiertos

al libarte el instinto,

observar el recorrido de tu lengua,

al percibir mi apetito.


Me seduces, amor,

con tus rosados labios,

hazme tuya, te lo pido,

con el beso abierto

de un antojo enamorado.


—PalomaZerimar©

“Sus manos,

de arena sus manos,

sus dedos tan largos

como la espera,

como el reloj que desespera, a ratos.


Sus manos tibias

que sutilmente asfixian

mis miedos,

sus yemas que besan

en las mías estas locas ansias

que le tengo.


Sus manos bronceadas

sujetas fuerte a mi cintura,

por esas manos lejanas

se ha ido mi llanto, se ha ido la bruma.


¡Oh, niño de manos de fuego,

ven y calma el ímpetu de mis adentros,

en tus palmas anhelo depositar mis deseos,

la noche está callada, esperando por

tus besos!


Y en tus benditas manos

mis dunas codician resguardarse,

la humedad de mi templo

vaciarse,

Y mi boca…

mi boca en tus dedos, quedarse.”


—PalomaZerimar©

Cuando Dios terminó de crear el Universo y suspiró complacido por el nivel de hermosura que había imprimido en Su creación, se detuvo unos minutos a observar con sublime detenimiento todo lo que yacía tanto dentro como fuera de Él, diciéndose que faltaba algo más; algo que le ayudará a extenderse, diversificarse y evolucionar desde la esencia misma de lo que Es. No pasó mucho tiempo cuando, en las flamas que ardían en Sus manos, empezó a dibujarse la silueta preciosa —en suaves colores rosados y carmín— de un ser prodigioso, colmado de luz, de una intuición exorbitante, una compasión repleta de ternura y un amor que asemejaba en todo el sentido al del Creador. Cuando Éste terminó de materializar a ese ser con tintes de los cielos angélicos, sonrió complacido, besó la noble frente de ese ser dormido mientras, con Sus labios perfumados de Vida dijo:


“Y serás llamada Mujer,

criatura de Mi esencia,

resplandor de Mi amanecer,

porque has sido hecha a imagen

y semejanza mías.


Caminarás por el mundo

con los pies llenos de mis semillas;

esparcirás el amor,

la nobleza y la ternura de Mi fe;

provocarás emociones que convertirán

al desprecio en perdón,

dejando la huella de Mi nombre

en cada partícula con falta de Mí.


Mujer, abre tus ojos y camina.

Haz de este mundo tu casa,

píntalo con la gracia de tu ser —que es el mío—

y repite, por la eternidad, la fastuosa melodía

que he grabado en tu plexo

para ayudarte a despertar con sabiduría

al que, dormido, te duela”.


Esu Emmanuel©️

Imagen por @wallhaven

La vi por primera vez en el rojo de un semáforo. No parecía de la calle, su vestuario más bien difundía la calidez de un hogar. El carmín de sus labios puso en verde el andar de mi corazón. Cómo una mujer tan hermosa podía estar a esas horas exponiendo su bella sensualidad y sensibilidad en un mundo plagado de bestias. Era como una alucinación, el minuto fue efímeramente infinito, no espero que comprendas lo que sentí, ni yo mismo lo entiendo… pareciera que su mímica detuviera el tiempo. Estaba frente a mí describiendo al amor con la danza de sus manos y el embrujo de sus cabellos plateados. Su perfil fino, su boca pequeña, su gris mirada, sus senos de estrella. ¿Quién era ella? ¿Acaso una visión de mis desvelos? ¿Un efecto del mareo que estaba generando secuelas en mí? ¿O un flechazo invadiendo mi sangre, mi respiración, mis anhelos, mis sueños?

Sentí su beso en mí… Ella lo esbozaba en el aire, luego soplaba despacio a cada espectador resguardado detrás del cristal del automóvil. Todos la observaban hipnotizados. Existía y al mismo tiempo se esfumaba como el humo del cigarro. Se había traído con ella un pasado asiático y también una escenografía donde descendían despacio, como copos de nieve, los cerezos en flor. La palidez de su rostro simbolizaba la belleza de la muerte y su magnificencia. La libertad, el rayo divino en medio de una noche embriagada de miseria, de miedo, de un virus, de cadenas. Se inclinaba, giraba, elevaba su rostro al cielo, luego hacia el asfalto… Y el entrecano de sus iris abría el piso para transformarlo en un océano plagado de astros. Mi corazón súbitamente se detuvo, y… Me enamoré, profundamente, sublime.

Cuando abrí el vidrio de mi ventana para obsequiarle unas monedas, su mirada se conjugo con la mía y un fulgor en sus ojos sonrío coquetamente para mí, aún cuando sus labios no mostraron expresión alguna.

Ella —estoy seguro–, también experimentó el amor en ese furtivo encuentro de una mágica noche.


—Leukiel.

Él me llevó allí, al mar, donde revientan las olas en la arena y dejan su espuma cual ofrenda al besar. Me llevó allí una noche de luna llena cuando los rayos perlados descendían del cielo y pintaban de plateado la superficie de las olas y depositaban en el corazón sueños llenos de estrellas. Sentados en la arena hablamos tanto y de tantas cosas y por momentos simplemente nos tomábamos de la mano y escuchábamos el reventar de las olas contra la arena. La melodía de la noche se colaba en nuestros corazones y sembraba la alegría que la quietud provee. No sé ni cómo ni cuándo, pero, de repente, nos estamos besando. Siento tu calor y tu corazón agitado en tu pecho y el propio que se me sale ya del mío para besar el tuyo con ternura y sincronizar con él su ritmo. Con tierna inocencia elevamos nuestras manos al rostro del otro, nuestros dedos una extensión de nuestros labios. La sal se enredaba en nuestros cabellos y el amor en el alma. Tanta ternura y tanto amor del que fueron testigos el eterno mar y el infinito cielo que se grabó en su melodía tu esencia y la mía fundidas en una misma canción, una canción de amor.

e.v.e.

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Es que es hermosa la vida cuando se camina en solitario, pero es más hermosa aún cuando él me lleva de la mano.

El océano se vuelve cielo, el cielo baja y una alfombra de estrellas me abre camino al sendero del amor. La lluvia inunda mis ojos, el fuego se anida en mi ser y un rubor carmín se afianza de mis mejillas haciéndome resplandecer. El viento agita mi respiración y las cuatro estaciones se reúnen en su beso… la vida se torna inspiración.

De pronto el otoño en mí se suelta de los malos recuerdos; el verano de su tacto me hace estremecer la piel, el vientre arde en su vientre, quiero estar eternamente envuelta en su vaivén.

El invierno hace florecer sus copos de nieve, el sol de su mirada llena de petunias mis atardeceres. Su piel lleva el remanso de paz que otorga la lavanda. Nuestro lecho es el cáliz perfecto de las almas.

Y lo amo,

lo amo más que lo que pude haber imaginado.

Y ya no veo mi sendero sin la protección de su sonrisa que se esconde tímida trás la inquietud de su deseo.

—PalomaZerimar.

Quiero todos los días encontrar nuevas maneras de decirte que te amo. Descubrir cada dia un nuevo idioma en las nubes, un nuevo camino en las flores, una nueva canción en viento, y poder ofrendarte todo este sentimiento que brota en mi cada día con nuevas fuerzas, con nuevo ímpetu por darte todo lo más bello de este mundo. Quiero tejerte sonrisas en los ojos, trenzarte de flores las manos, llenarte el corazón de toda la poesía que hay en el mío, hacer de mi alma una catarata de luz que bañe la tuya para que sepas cada instante de tu vida lo amado que eres, lo que en mi por ti palpita sin cesar. Quiero que todos los días sientas que renace nuevo lo eterno que en nuestros corazones se ha sembrado. Hacer que me sientas allá a lo lejos, tan cerca que no haya ni distancias ni tiempos.

e.v.e.

La Caja De Harry.

Caminando por el sendero de luciérnagas, me encontré con la cruz que me guiaba a cuatro puertas. Norte, sur, este y oeste. Cuatro direcciones, cuatro vientos, cuatro emociones, cuatro sensaciones. Cerré mis ojos… debía elegir un camino, entonces en ese instante un fulgor divino descendió del cielo amarillo… estaba oscureciendo, el lienzo de nubes estaba tibio. Una línea vertical en tono azul pálido besó con seducción la tierra y empezó a dibujar, como un lápiz, una caja de madera.

Lo curioso es que no marcaba ninguna de las direcciones que el destino me ponía como forzosas. Estaba justamente ubicada en el noroeste de la cruz, y ahí no había un trazo grabado, sólo pasto y al frente la nada enredada en mil árboles. Un miedo invadió a mi piel. Hojas secas comenzaron a caer. El ocre del otoño se vaciaba ante mi mirada. Los cuatro vientos susurraron un mañana. Apareció una chispa brillante sobre la caja. Era un hada.

‘Ven… no dudes en tomar la caja…”

Dijo. Y caminé hacia ella como si todas mis preguntas al fin tuvieran una respuesta.

Me hinqué ante la pequeña caja, mis piernas temblaban un poco; me sentía agitada, aun con la mágica emoción que me colmaba, mi corazón latía ansioso, entre esperanzado y temeroso. La incertidumbre no era de mi agrado, me mantenía en alerta. El hada me miraba plácida y con calma, sus alitas se agitaban como las de un colibrí, destilando polvos que destellaban al esparcirse en el aire. Sentía su intención en mi pecho, entibiándome los pulmones con cada respiración que daba. Sin palabras, me hablaba. De súbito, el temor que se había cernido en mi cuerpo, se difuminaba. Sonreí para mis adentros, decidiéndome a palpar con las palmas de mis manos la tibia superficie de la caja. Resbalé ligeramente los dedos sobre ella, percatándome de su lozanía y de una emanación lumínica extraña que desaparecía al dejarla de tocar. El hada seguía esperando pacientemente. Respiré hondo y, al terminar de exhalar, corrí el cerrojo y descubrí su interior.

El viento comenzó a soplar un instante, como si hubiese salido de la caja algo que había sido encerrado de por vida. Colores intensos de tonalidades rojizas, azules y doradas se entremezclaban al fundirse con el ambiente. Entre mi aliento, el viento y el aire que producía el hada, se formó un vórtice del tamaño de mis manos; giraba y giraba frente a mis ojos, reflejándose en mis pupilas como una esfera palpitante de luz.

“Tranquila… acabará pronto…”

Dijo. Y esperé, sin moverme, a que la esfera explotará en millones de fragmentos cristalinos y etéreos que se dispersaron en el ambiente como emanaciones vaporosas; tibias y luminosas, me fueron rodeando hasta recuperar su redondez, pero ahora conmigo dentro.

“Vuelve… te esperan…”

Dijo. Y, sin mediar palabra, porque, en realidad, no podía articular ninguna, me asomé al interior de la caja, encontrándome con ocho compartimentos y ocho frascos de cristal. Cada uno contenía algo diferente. En los compartimentos había yerbas y flores, mientras, en los frascos, extraños líquidos de diferentes colores que no supe definir. Quise meter la mano para tocar alguno, pero el hada, rápidamente, entró a la caja, evitándome así lograrlo. Revoloteando en el interior, me señaló con su bracito hacia un compartimento escondido en la esquina derecha de la caja. Miré con atención, encontrándome con una abertura por la cual podía apreciarse un pedazo de papel. Cuidadosamente, busqué la manera de sacarlo, metí mis dedos pulgar e indice por la ranura y saqué lo que parecía una hoja doblada en cuatro. Una vez fuera, la desdoblé para leer su interior.

“¿De cuatro en cuatro?

¿De dos en dos?

¿De diez en diez?

¿Qué número podrá ser

el que te pinte los pies

de frente y no al revés?

  • Ocimun basilicum
  • Papaver rhoeas
  • Citrus sinensis
  • Begonia semperflorens
  • Borago officinalis
  • Curcubita máxima
  • Curcubita pepo
  • Calendula oficinalis
  • Chamaemelum nobile
  • Centaurea nigra
  • Dianthus spp
  • Taraxacum official
  • Anethum graveolens
  • Pelargonium spp
  • Helianthus annus
  • Hibiscus rosa sinensis

…”

El hada revoloteó alrededor mío, bañándome del polvo diamantino que sus alas espolvoreaban al agitarse. Estaba contenta, se sentía su júbilo en el aire, además se apreciaba su regocijo gracias al curioso sonido que producía su vuelo; un zumbido penetrante, aunque fugaz y repentino. Se detuvo sobre mi cabeza, después de penetrar el delicado orbe que me protegía.

“Tu destino te espera… Pero, ten cuidado, elige sabiamente la respuesta a lo que se te ha preguntado, que no todo lo que parece avanzar, avanza… ni tampoco todo lo que parece estar detenido es pausa…”

Dijo. Y la cabeza se me llenó de infinitas imágenes, todas dibujándome mi destino, pero en distintos tiempos, en diferentes situaciones; todas a partir de este momento… y no en todos esos escenarios terminaba bien. Debía elegir los ingredientes correctos, en la medida necesaria, en el orden perfecto para salir de este lugar que empezaba a aterrarme. Había magia, pero también, un cierto aroma en el aire de congoja y desesperación. Debía definir mi destino. Debía escuchar a mi corazón.

Colaboración entrePaloma Lila&Esu Emmanuel.

Si tan sólo te detuvieras un poquito a observar lo que hay detrás de la piel, ese cascarón que oculta lo que verdaderamente somos. Si tan sólo te abrieras a descifrar el lenguaje sutil que guardamos dentro, ese que es tímido y no se muestra ante las miradas lascivas. Si tan sólo comprendieras que la piel en algún momento se disuelve cuando se trata de sostener entre tus brazos a alguien que estás amando. Sí… el amor no es cuestión de tacto físico, sino de contacto etérico. Y contenido, dentro del cuerpo femenino, descansa sublime esta energía. Quienes son capaces de conquistar a una mujer desde la intangibilidad, se han ganado un pedacito de universo.

PalomaZerimar

No hay un ‘amor de tu vida’, simplemente hay amores, amores que vienen y van, amores que se quedan para la eternidad aún cuando ya se han marchado y amores que permanecieron para sostener tu último aliento si es que corriste con esa suerte. El amor no es exclusivo de sólo unos labios, en cada boca hay algo único, en cada esencia se conjuga el alma y en cada reunión salimos más fuertes, más coloridos o más opacos… pero ya no somos los mismos. Farsante es aquél que dice: tú eres el amor de mi vida, después de habérselo dicho a todos los anteriores y a los que aún faltan por llegar, demeritando el lugar que representaron en su momento aquellas almas. Sólo hay un amor que es para toda la vida y ese es el propio, el que viene con una lágrima y se marcha de la misma manera —pues una vida sin llanto, nunca fue vida. El que de pronto se odia a sí mismo con la misma intensidad con la que se adora. El que súbitamente se desgasta, se desperdiga, se evapora… para volver a aparecer más intenso, más tenaz y más espiritual. El que durante unos días percibes sostenerte de la mano y después ya no sabes a dónde es que se ha ido, y debes nuevamente salir a buscarlo (en ti). Entonces, cuando logras que se quede ahí, cerca, tuyo, día y noche, podrás reconocer al fin… ‘yo soy el amor de mi vida y no hay nadie que pueda quitarme la felicidad que yo mismo he aprendido a otorgarme’.

Y en ti mismo puedes encontrar a la mujer de tu vida (si eres varón) y al hombre de tu vida (si eres mujer). Todos los demás serán sólo un leve trayecto que hay que valorar.


—Leukiel.

Autor.


August 29th/2021

Imagen Pinterest

Tus brazos son el lugar donde siempre quiero estar, ese lugar donde me siento segura, donde palpita mi hogar. Entre el calor que irradia tu tibio cuerpo y el latido de tu corazón que arrulla mis sueños, allí florezco. El tiempo se disuelve y el mundo se desvanece, la única realidad que existe es la que late en nosotros. Hay un río de estrellas atrapado entre tu pecho y el mio, y melodías que flotan en las yemas de cada uno de tus dedos que me tocan y que mi piel absorbe. Tu tierno beso llena de rosas y perfuma mis cabellos.  Cerramos ambos los ojos y nos dedicamos a sentirnos, vida con vida unida, respirando juntos, latiendo juntos, inseparables ya. Y es que el mundo puede azotarnos, tratar de agrandar distancias, ocupar nuestro tiempo, hacer el esfuerzo por rompernos pero mientras sepamos hay una verdad eterna a la que podamos regresar todo el tiempo, hay una fuerza que reside en el corazón. La certeza de ser amados incondicionalmente y saber que si estamos tristes, cansados, agotados, hastiados de este mundo, que podemos encontrar en los brazos del otro descanso, calor, comprensión, amor, es el más grande regalo que la vida nos ha concedido. Así que abrázame fuerte y haz de este instante eterno, un solo ser, un solo amor, un solo latir en el tiempo, un sólo tú y yo. 

e.v.e.

Descansamos ambos en los brazos del otro, la Luna nos cubre con su perlada luz, piel con piel, alma con alma, nuestros sueños entrelazados, guirnaldas de estrellas en los labios, unión sublime de entrega completa, de intensidad volcánica y de entera calma. Este amor tan hermoso que sentimos, esta plenitud tan etérea, llena de agua bendita, llena del azul del cielo, nos embarga por completo y brillamos como uno solo. Cada palabra vertida, caricia dada, gemido y suspiro ofrendado, cada beso encarnado en sangre y piel todavía nos arrullan y la magia perfuma el aire que nos acuna. Cerrados nuestros ojos, soñando uno con el otro, aún juntos. Los poemas que escribimos y dejamos dormidos, guardados en el otro, para que al llamado de una memoria, despierten y de flores nos adornen. 

e.v.e.

Reencuentro Contigo.

Me enterneces el corazón,

lo haces (siempre lo has hecho)

Tienes pétalos en los dedos: me perfumas.

Te siento y te suspiro tanto.

Te beso las manos, las palmas, los dedos…

cada milímetro de la piel de tus bellas manos;

esas preciosas manos que tanto amo,

es por eso por lo que debes cuidarlas, así como a toda tú.


Ah, mi niña… ¡Cómo te abrazo!

¡Cómo te guardo entre mis brazos!

¡Cómo te pego a mi pecho para que, en él, descanses siempre!

Amo estés aquí…

No hay mujer más preciosa,

ninfa más etérea

ni niña más bonita que tú ¿lo sabías?

Ahora lo sabes.


Perfumas el aire que respiro cuando estás aquí…

¡Qué magia tan pura, intensa y única tienes!

Me endulzo de las notas dulces de tu aroma

y me sumerjo en el efluvio mágico que es suspirarte,

y ya sonríen mis labios… mi alma…

ya transita mi sangre con la calma de tu aroma,

es que, tenerte entre mis brazos, así…

tan suavecita… tan preciosa.


Eres mi petalito del cielo;

un pedacito suave y aterciopelado de nube.

Suficiente ternura eres,

que me transformas en un ramillete de esencias,

todas con tu nombre.

Eres aire… y me vuelvo tan etéreo

cuando te tengo en mis manos.

¿De qué estás hecha que me siento en las nubes?

Las siento revolotear a mi alrededor.

Hay una fuente de puro amor que no cesa de verter dulzura,

y nada (ni nosotros mismos) puede drenarla.


Te siento…

y las palabras que no encuentras

se hacen caricias mudas en mi pecho;

ésa es tu magia, que, sin decirme nada, todo me lo cuentas.

Mi alma es tu alma, y ni yo puedo negarle el que contigo se vaya.

Nunca he dejado de verte.

Jamás he dejado de mirarte.

Jamás.


Mis ojos te ven,

aun en la turbulencia,

aun en la sombra,

aun en la vacuidad

te ven, y te saben cómo a nadie…

Y, más allá de saberte, te siento.

Nunca he dejado de sentirte,

es algo que me sobrepasa…

Y, es que, uno puede irse, alejarse, desaparecer…

pero, hay un hilo que une a las almas…

y se tensa y destensa, haciéndolas vibrar al unísono.

Vibras a mi par.

Vibramos, de tal manera, que nada puede evitarnos.

Siento tu sinceridad en la oscuridad y en la luz;

así me sucedes.


Me desnudas, viajando en ambas direcciones;

arriba y abajo, y lo confieso: me tienes.

Me haces agua el pecho, me emocionas al borde del llanto…

¡Cuántas tormentas hemos cruzado

para hoy estar envueltos en un abrazo lleno de calma!

www.insbright.com

Esu Emmanuel©

“No, yo no le tengo miedo al amor.


Nací siendo amor… ya desde que abrí los ojos aspiré la magnificencia de la vida en la sonrisa cristalina y tierna de mi madre. Ella me enseñó a amar, fue maestra de ternura, de compasión, de entrega, de escucha, de honestidad, de paciencia y comunicación… Me enseñó a abrazar, a inspirar, a respetar, a elegir un corazón… uno donde compartir mi fe, mis sueños, mi llanto y mis sonrisas.


No, yo no le tengo miedo al amor.


Mi padre me ayudó a fortalecerlo en el aroma exquisito de los libros. En las historias de romance que me recitaba por las noches. En la poesía que ya me alimentaba el alma desde que me tomó en su regazo para protegerme, para dirigir mi mirada únicamente al valor de la vida y en aquello que no puede comprarse o adquirirse con unas monedas.


No, no le tengo miedo al amor.

No le tengo miedo a la vida.

Pero debo aceptar que sí me lastima tu herida, me lastima tu promesa no cumplida, me hiere tu agonía, tu mentira… el vacío que de pronto buscas llenar con la luz que tú no has trabajado, tu poca compasión, la sonrisa que regalas a la gente justamente después de haberte marchado. Jamás he pedido que lloren o sufran por mí, eso caería en el narcisismo que está ahogando a la multitud; pero tanta frialdad, tanto maquiavelismo en la dulzura —disfrazada— de una voz, tanta indiferencia ante el llanto derramado del verdadero amor.


No… yo no le temo al amor, yo le temo a los seres humanos que se han olvidado de ser precisamente eso, humanos, para inflarse su ego, su vanidad y por un instante saciar sus vacíos en el alma de un otro que ha confiado todo de sí, para terminar desraizado como el árbol que buscando sólo dar oxígeno, terminó muerto, terminó con sus sueños, destazado.”


—Paloma Zerimar. ©

Escribir de ti, amor, no es buscar que regreses a mí. Yo te amo así, lejano, en paz y feliz, irradiando la luz que eres a tu alrededor, caminando con el corazón saturado de contento, buscando ser amor, amando y dejándote amar por quienes buscan sólo amarte.


Escribir de ti no es esperar a que me leas, yo sé que no lo harás, sé que estás viviendo tu vida y eso me hace sentir plena.


Escribir de ti es honrar tu recuerdo y las bellas cosas que vivimos juntos, es sanar lo que pudo haberse quedado rezagado en un rincón del alma, permitirme llorar y sembrar gratitud en este, mi espacio.


Escribirte es recordarme a mí misma que, el alma necesita tiempo… tiempo para fortalecerse, para respetar la memoria misma que sigue sintiendo tan profundamente por esa otra que se grabó tanto, que ni en mil vidas se podrá borrar.


Escribirte es anunciarle a un mundo que quedó en ruinas —tu mundo y el mío— que no hay separación que no haya sido dictada por la compasión de Dios.


—Paloma Zerimar©





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