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Ampelos - Señor con Cuernos

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Ampelos, el más noble de los Sátiros, amante predilecto del señor Dionisio, cepa eterna de la Vid, con cuyo cuerpo se elabora el elixir de la vida, glorioso, amigable, benigno, fiestero, que no dejas de aclamar la grandeza del señor, que no dejas de complacerlo con los deleites de la pasión, a ti, hermano en la carne, suplico tu magnanimidad, escucha esta invocación y otorgarme cuanto necesito. No se ha dicho jamás de otro Sátiro que haya recibido mayores dones que los que te fueron concedidos a ti, que has disfrutado plenamente del amor divino. Bienaventurado eres tú, que infundes en nosotros el entusiasmo de la posesión dionisiaca, que dominas el corazón y la mente de los hombres para liberarlos de la ilusión del vivir. Por eso este día me acerco a tu arboleda sagrada, me animo a ofrecerte este vino consagrado y me dispongo como el altar donde será derramado para ti. Desnudo ante tu presencia en este lugar sagrado, me entrego también como ofrenda viva y excitada por tu sensualidad, que ha cautivado mis sentidos desde que conozco tu dulce nombre. A medida que vierto esta libacion sobre mi pecho, quiero que disfrutes cómo recorres mi cuerpo con agilidad salvaje, hasta llegar a mi falo firme como un cuerno, esperando unirse a ti en el cuerpo de un mortal. Bendíceme, te lo suplico, hermano en el placer, y aboga por mi ante el Señor del Zoé, para poderme enlistar en el séquito del señor Dionisio, y gozar junto a ustedes el paraíso Nisiano, donde pueda morar eternamente danzando alegremente en las praderas junto con los demás iniciados. Así sea.

Oración a Dionisio XI

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Dionisio, Señor de la muerte, brillante lámpara en momentos oscuros, Salvador de las benditas almas que descienden al Hades, esperanza de los desconsolados, alivio de la angustia del olvido, príncipe del inframundo, gran hijo de la espectral Perséfone, amado, glorioso, inmortal; a tí te invoco con alabanzas en los labios, a ti eterno hijo de Zeus tronante, que siente compasión por los humanos excluidos de la sociedad. Si alguna vez he quemado incienso a tu nombre, si me he postrado ante tu altar en reverencia; ven en este momento, que te necesito más que nunca. Mi corazón no deja de sentir miedo por lo que sucede, pero cuando invoco tu noble Nombre, el sosiego entra nuevamente en mi cuerpo. Ahora pues, te pido darme la gracia de aceptar voluntariamente mi partida al inframundo. Ahora que mi estancia terrenal llega a su fin, me estremezco de gozo por saber que a punto estoy de unirme al Dios de mi vida. ¡Libérame tú mismo del peligro del olvido! Porque soy un hijo de la tierra y del cielo estrellado y me he iniciado en los misterios. Recíbeme en tu Tíaso, oh Santa entidad liberadora, regidora del destino de los hombres. Acudo solamente a ti por la fe del amor, ya que solo en ti encuentro un refugio donde disfruto mis más grandes deseos. Escucha y atiende mi plegaria, Señor de la vida y la muerte. Así sea.

¿Por qué iniciarse en la tradición religiosa de Dionisio?

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Lo primero que debes saber es que no necesitas saberlo todo para empezar. Olvídate de la mitología. Olvídate de la historia. Olvídate de la tradición. Estas cosas son valiosas, pero todo lo que hacen es proporcionar un contexto y señalar el camino.

Entonces, ¿qué es lo básico?

Bueno, deberías empezar por aceptar que hay más cosas en el mundo de las que puedes percibir con tus sentidos ordinarios. Compartimos este mundo con una innumerable cantidad de dioses y espíritus y con los muertos, y tampoco es éste el único mundo al que tenemos acceso. Los oscuros y sinuosos pasajes del Laberinto conducen a otros mundos, por lo que debemos tener cuidado al recorrerlo. Es demasiado fácil acabar perdido en el reino del sueño, de la locura, de la muerte o en lugares mucho peores que éstos. Hay entradas al laberinto en todas partes, incluso en nuestro interior.

A continuación, debes aceptar que vas a morir. Todo comienza con esa certeza, y una vez que la has aceptado te enfrentas a dos obligaciones: vivir bien y prepararte para la muerte.

Vivir bien es comprender que no estás solo. Existes como parte de una comunidad que consiste en algo más que tus amigos. Todo en este mundo tiene una inteligencia interna o está supervisado por un poder superior, y a menudo ambos. Todo existe también dentro de una red de causalidad. En el nivel más básico, no estarías aquí sin las innumerables generaciones que te precedieron y aportaron el material genético del que te formaste. Y tu vida también se sustenta en el consumo de otras formas de vida, independientemente de tus hábitos alimenticios. A medida que nos abrimos camino en la vida, debemos aprender a navegar por estas complejas y entrelazadas relaciones de la forma más armoniosa posible, porque cada acción tiene consecuencias y esas consecuencias se extienden hacia fuera y no terminan con el individuo. De hecho, nuestras vidas a menudo se ven afectadas por seres a los que nunca conoceremos, algunos de los cuales hace tiempo que se fueron de la vida.

Esto es un hecho. Quejarse de la injusticia todo lo que se quiera no cambiará nada. Es mucho mejor dedicar tu tiempo a aprender a discernir esos hilos de relación y a trabajar con ellos de la manera más ventajosa para que no te hagan tropezar y te causen un dolor innecesario.

Y una de las formas de hacerlo es a través de la adoración. El culto es una expresión de gratitud por todo lo que los dioses, los espíritus y los antepasados nos han dado, gratitud hacia el mundo y las cosas del mundo que sostienen y mejoran nuestra vida. Y expresamos esa gratitud a través de actos rituales grandes y pequeños, actos que nos ponen en contacto con estos seres, fortalecen nuestra relación con ellos y nos devuelven una parte de lo que han compartido con nosotros para que su generosidad y su poder se renueven continuamente. No es correcto tomar sin devolver, incluso si lo que devolvemos es muy diferente de lo que se nos dio.

La ingratitud crea un vacío y un desequilibrio; es como hacer un nudo en un hilo que interrumpe la conexión. La naturaleza aborrece el vacío, por lo que otras cosas, como la enfermedad física y psíquica o la contaminación, se apresuran a llenar ese espacio. A menudo, esto trae consigo sus propias consecuencias desagradables; sin embargo, si es lo suficientemente grave, puede provocar la ira de los dioses y los espíritus, que puede afectar a familias y comunidades enteras. Por ello, a menudo se nos pide que hagamos expiación no sólo por nuestras propias acciones, sino por las de nuestros parientes.

Una vez más, argumentar la injusticia de esto no supone ninguna diferencia. Si vienes de una familia con una historia de alcoholismo y abuso o vives en una zona donde una fábrica vertió lodo tóxico en un río, hay un desastre que limpiar, independientemente de quién fue la culpa. Puedes vivir con ello, puedes esperar a que alguien lo arregle o puedes hacerlo tú mismo, y si quieres vivir bien tu mejor opción es aguantarte y ponerte a trabajar.

Uno de los incentivos para resolver esta deuda personal y colectiva en vida es que si no lo haces acabarás lidiando con ella en la muerte. Una vez que llegamos a la otra orilla nos espera un largo y arduo viaje a través de un reino de pesadilla. Es un viaje de autodescubrimiento en el que nos enfrentaremos a todo lo que hemos hecho, a todo lo que se esconde en nuestro interior, a todo lo que tememos y aborrecemos de nosotros mismos. Cuanto más equipaje llevemos encima, más difícil será. No hay garantía de éxito. Muchos sucumben a las trampas y al engaño de ese lugar; es demasiado para ellos, y por eso beben de las aguas del Olvido y se convierten en sombras sin sentido, impotentes, pensando que así escaparán; en cambio, quedan atrapados, obligados a revivirlo todo una y otra vez. Sólo aquellos que beben de la Memoria, que conocen y aceptan plenamente lo que son, encuentran la liberación.

No tenemos que emprender este viaje solos. Hay aliados, guías y salvadores en ese otro mundo, y podemos conocerlos y establecer una sólida relación con ellos aquí, mientras estamos vivos. Esos seres son los dioses, los espíritus y los muertos que componen el panteón del Toro Estelar DIONISOS - el más grande de todos ellos, pues se ha adelantado a nosotros en esa tierra oscura y ha preparado un lugar para su pueblo. Tiene el poder de interceder por nosotros y de persuadir a los jueces y gobernantes del inframundo. Su amor es feroz y vendrá a por nosotros, por muy perdidos que estemos, por muy indignos que nos sintamos de ese amor. Ariadna es una prueba de ello.

Y por eso hacemos lo que hacemos como miembros de su tíaso. Si sabes eso, sabes todo lo que necesitas. Hay que aprender el resto -nuestros mitos, nuestra historia, nuestras tradiciones, nuestras formas de hacer rituales- para mejorar esto, pero sepan que no es esencial de la manera en que lo que acabo de describir lo es.

Ahora salgan a adorar a Dionisio y su Séquito para que puedan vivir bien y morir mejor.

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