Oudèn árâ hoútos bebaíos dedésetai ou nóso ouk orgê ou týkhe oudemía, ho mé hoîon t’estai lýsai tô Dionýso.
Nada puede estar tan firmemente encadenado por la enfermedad, por la ira o por alguna desgracia, que no pueda ser liberado por Dionisio.
Esa es nuestra confesión de fe. Eterna, inmemorial e inspiradora. Creemos que el Señor Dionisio es verdaderamente un Dios cercano a la humanidad, existen pocas divinidades que comprendan nuestra existencia tan profundamente como el Señor.
Ya como Dionisio-Zagreo, se sentaba en los cielos más altos, y blandía los poderes de Zeus: su dominio universal es incuestionable. Tras el ataque titánico que le ocasionó la muerte, fue entronizado en las profundidades del inframundo junto con su Santa Madre, la Emperatriz Perséfone, la gran Traedora de la Muerte. Por esta razón Dionisio tiene dominio privilegiado sobre el inframundo, vital para los humanos, porque es el único que puede liberar a las benditas almas de un final sombrío y del tormento de la culpa.
Su renacimiento en el vientre de Sémele se vio interrumpido luego de una astuta trampa de Hera, la enemiga de los hijos de Zeus. Pero el Padre de los Dioses y Hombres no iba a permitir nuevamente la muerte de su Hijo, por lo que estimó que sólo en su propio cuerpo podía sobrevivir la pequeña criatura. Abrió una zanja en su muslo, e introdujo a Dionisio para terminar su gestación. Ahora este niño que iba a nacer compartiría la carne y la sangre del Padre Zeus Todopoderoso. Una vez en el mundo, Dionisio fue criado por las Ninfas y el Sileno en el Monte Nisa.
Eventualmente Hera encontró a Dionisio y lo maldijo con la locura para que vagara por toda la Tierra, pero la Madre de los Dioses, Rea, inició a Dionisio en los Misterios Orgiásticos y lo liberó de la locura. Desde entonces fue conocido como Bromio, el Señor del Éxtasis y la liberación. Es él quien ayuda al hombre a reconectarse con la Naturaleza, y le otorga un espíritu auténticamente instintivo. Dionisio-Bromio emprendió un viaje para conquistar los corazones de las personas y enseñarles el cultivo del vino junto con otros placeres que hacen más amena la vida humana. Civilizó todo el subcontinente Indio, y por supuesto, otras regiones de la Tierra. Esta entidad, poderosa en extremo, sigue dominando e inspirando a la humanidad en la eterna búsqueda de la libertad y la felicidad. La trascendencia liberal que ofrece el Señor sigue cautivando a las nuevas generaciones en esta época democrática, nosotros damos testimonio de lo que hemos vivido bajo su auspicio.
Este es Dionisio, este es el Dios de las contradicciones. Es el Señor del Zoé (principio de la vida) pero también está muerto en las profundidades del abismo. Está presente en cada uno de nosotros al animarnos, pero al mismo tiempo es el misterio de los misterios. Es un Dios benefactor de los hombres, pero es también el Despedazador de aquellos que se oponen a su culto. En sus encarnaciones humanas experimenta nuestras mismas limitaciones, siendo que su esencia es consustancial con la del Padre Zeus Omnipotente. Es un Dios que disfruta los placeres humanos y se deleita en nuestro desenfreno, por lo que podemos casi tocarlo con nuestro cuerpo, y sin embargo sigue siendo arrētos (inefable).
Esto es lo que confesamos de nuestro Señor, el Dios de doble naturaleza. Dionisio-Zagreo y Dionisio-Bromio nos enseñan que sí es posible la unión de opuestos, fuerzas primigenias antepuestas. Confiamos en el poder de Dionisio para darnos alegría y abundancia en esta tierra, y proveernos de misericordia divina a la hora de nuestra muerte. ¡Le diremos a Perséfone que Dionisio mismo nos ha liberado! ¡Porque somos hijos de la Tierra y del Cielo Estrellado!
Ampelos, el más noble de los Sátiros, amante predilecto del señor Dionisio, cepa eterna de la Vid, con cuyo cuerpo se elabora el elixir de la vida, glorioso, amigable, benigno, fiestero, que no dejas de aclamar la grandeza del señor, que no dejas de complacerlo con los deleites de la pasión, a ti, hermano en la carne, suplico tu magnanimidad, escucha esta invocación y otorgarme cuanto necesito. No se ha dicho jamás de otro Sátiro que haya recibido mayores dones que los que te fueron concedidos a ti, que has disfrutado plenamente del amor divino. Bienaventurado eres tú, que infundes en nosotros el entusiasmo de la posesión dionisiaca, que dominas el corazón y la mente de los hombres para liberarlos de la ilusión del vivir. Por eso este día me acerco a tu arboleda sagrada, me animo a ofrecerte este vino consagrado y me dispongo como el altar donde será derramado para ti. Desnudo ante tu presencia en este lugar sagrado, me entrego también como ofrenda viva y excitada por tu sensualidad, que ha cautivado mis sentidos desde que conozco tu dulce nombre. A medida que vierto esta libacion sobre mi pecho, quiero que disfrutes cómo recorres mi cuerpo con agilidad salvaje, hasta llegar a mi falo firme como un cuerno, esperando unirse a ti en el cuerpo de un mortal. Bendíceme, te lo suplico, hermano en el placer, y aboga por mi ante el Señor del Zoé, para poderme enlistar en el séquito del señor Dionisio, y gozar junto a ustedes el paraíso Nisiano, donde pueda morar eternamente danzando alegremente en las praderas junto con los demás iniciados. Así sea.
Levántense, vamos, arriba, machos cabríos somnolientos, es hora de la caza, levanten los cuernos y preparen la buena bebida. Respondan a nuestro llamado con una voz lujuriosa y seductora, y corran, corran con el vino en sus venas, corran con nosotros en los extensos Campos de Nisa. Tiemblen por la locura orgiástica de su Señor Dionisio. Ustedes, que se unen a las benditas almas liminales renacidas por haber aceptado la salvación de Zagreo, denle rienda suelta al frenesí de su cuerpo. Sus risas pregonan el desenfreno báquico; su baile, la adoración nocturna por las praderas y los cerros. Mírenme, amigos, estoy desatado en la desnudez y lleno de alegría más allá de toda razón y locura. Grandes y terribles son las bendiciones de la deliciosa verga de un sátiro, bestias sin gracia pero que están más allá de cualquier belleza. Insaciables buscadores de los mayores placeres, que sean honrados en la absurda búsqueda de nuestros más profundos deseos. Compartan el gozo, compartan la grandeza. Con la complicidad de los hermanos sátiros, ¡busquemos lo que queramos, busquemos a quien queramos! Así que ahora, déjennos perseguirlos como ustedes nos persiguen, déjennos tomarlos como ustedes nos toman, déjennos disfrutarlos como ustedes nos disfrutan, déjennos entrar en ustedes como ustedes entran en nosotros. Viertan su espeso vino caliente y embriagador en nuestras gargantas y corazones. Endurezcan sus tirsos, sátiros salvajes, embaucadores de Tracia, y empúñenlos con firmeza. Saquen la lengua para lamer hasta la última gota de vino, y arranquen la última uva de la sagrada Vid, ¡siempre pidiendo más! ¡Porque nunca nada es suficiente o demasiado en cuanto al Señor Dionisio!
Inmortal Zagreo, Señor del Inframundo, Heredero del Trono Universal, Gran Hijo de la Espectral Emperatriz de las sedientas almas, que junto con la Tierra eres el más sublime de los Dioses, benigno, no-manifiesto, guerrero, que empuñas el fulminante rayo del Padre Zeus, que combates la maldad titánica y la injusticia con tu cetro, sombrío, que descansas entronizado en las profundidades infernales; si alguna vez he ofrecido sacrificios en tu montículo sagrado, si me he postrado en adoración, atiende la invocación y súplica de este tu siervo. Que tu perfecto sacrificio sea proclamado en los atrios de los templos y las azoteas de las casas, que se propague la devoción al que sostiene las almas de los hombres. No hay lugar donde no seas inmanente, la vida misma no existiría sin que hubieses ofrecido la justificante propiciación. Salvador, redentor, benefactor de los hombres, te pido nunca me abandones en esta vida, y que infundas en mi la sosegada confianza en tu santo Nombre, que nunca dejo de invocar con prestos labios aduladores. No me desampares en momentos de angustia, y destruye sin piedad a los enemigos de mi plebe con un fuego abrasador. Por ello, en esta noche ofrezco gustosamente el sagrado vino en la fosa consagrada a tu ser, recibe estas frutas que crecen de las entrañas de la tierra, así como estas flores funerarias al muerto y ausente. Te alabo con todas las palabras que conoce mi boca, te adoro con profunda reverencia, Señor de la vida y muerte. Que pueda yo algún día renacer para unirme etername a tu benigno reino. ío evohe
Oh Dionisio, me estremezco cuando invoco su sagrado nombre. Con tu presencia y belleza llenas plenamente mi alma y mi cuerpo, y sé que donde sea que invoque tu nombre, el mundo conoce la buena vida. Dame el coraje, Soberano Señor, amor mío, para ser tu apóstol y predicar el nombre que concede el don del buen vivir.
Tú eres mi Dios, el universo y la fortaleza de todo lo sagrado. Te adoro, me inclino ante ti, y me postro en reverencia. Te imploro me hagas un humilde receptor de tu gloria.
Eres encarnación del macho perfecto, tú, que todo lo creaste, que todo animaste. Eres poderosamente temible, ardientemente apasionado; que con cada respiración te alabe constantemente mientras viva.
No dejes de complacer mi cuerpo y mi alma mientras me uno a ti, amante mío, muy deseado, muy admirado.
Ío Dionisio, de doble naturaleza, tus santos Nombres invocamos era tras era sin cesar. Temible Zagreo, príncipe del inframundo, salvador de las almas iniciadas en los misterios, danos la serenidad en los momentos difíciles y el valor para superar nuestros arraigados temores. Extático Bromio, heredero del Olimpo, por el Tirso que blandes, disuelve los límites que nos quitan la vida y sumérgenos en un gozo sin fin. Para que asi podamos unirnos al Soberano Señor del Zoé con un espíritu agradecido hoy y eternamente. Que así sea.
Lo primero que debes saber es que no necesitas saberlo todo para empezar. Olvídate de la mitología. Olvídate de la historia. Olvídate de la tradición. Estas cosas son valiosas, pero todo lo que hacen es proporcionar un contexto y señalar el camino.
Entonces, ¿qué es lo básico?
Bueno, deberías empezar por aceptar que hay más cosas en el mundo de las que puedes percibir con tus sentidos ordinarios. Compartimos este mundo con una innumerable cantidad de dioses y espíritus y con los muertos, y tampoco es éste el único mundo al que tenemos acceso. Los oscuros y sinuosos pasajes del Laberinto conducen a otros mundos, por lo que debemos tener cuidado al recorrerlo. Es demasiado fácil acabar perdido en el reino del sueño, de la locura, de la muerte o en lugares mucho peores que éstos. Hay entradas al laberinto en todas partes, incluso en nuestro interior.
A continuación, debes aceptar que vas a morir. Todo comienza con esa certeza, y una vez que la has aceptado te enfrentas a dos obligaciones: vivir bien y prepararte para la muerte.
Vivir bien es comprender que no estás solo. Existes como parte de una comunidad que consiste en algo más que tus amigos. Todo en este mundo tiene una inteligencia interna o está supervisado por un poder superior, y a menudo ambos. Todo existe también dentro de una red de causalidad. En el nivel más básico, no estarías aquí sin las innumerables generaciones que te precedieron y aportaron el material genético del que te formaste. Y tu vida también se sustenta en el consumo de otras formas de vida, independientemente de tus hábitos alimenticios. A medida que nos abrimos camino en la vida, debemos aprender a navegar por estas complejas y entrelazadas relaciones de la forma más armoniosa posible, porque cada acción tiene consecuencias y esas consecuencias se extienden hacia fuera y no terminan con el individuo. De hecho, nuestras vidas a menudo se ven afectadas por seres a los que nunca conoceremos, algunos de los cuales hace tiempo que se fueron de la vida.
Esto es un hecho. Quejarse de la injusticia todo lo que se quiera no cambiará nada. Es mucho mejor dedicar tu tiempo a aprender a discernir esos hilos de relación y a trabajar con ellos de la manera más ventajosa para que no te hagan tropezar y te causen un dolor innecesario.
Y una de las formas de hacerlo es a través de la adoración. El culto es una expresión de gratitud por todo lo que los dioses, los espíritus y los antepasados nos han dado, gratitud hacia el mundo y las cosas del mundo que sostienen y mejoran nuestra vida. Y expresamos esa gratitud a través de actos rituales grandes y pequeños, actos que nos ponen en contacto con estos seres, fortalecen nuestra relación con ellos y nos devuelven una parte de lo que han compartido con nosotros para que su generosidad y su poder se renueven continuamente. No es correcto tomar sin devolver, incluso si lo que devolvemos es muy diferente de lo que se nos dio.
La ingratitud crea un vacío y un desequilibrio; es como hacer un nudo en un hilo que interrumpe la conexión. La naturaleza aborrece el vacío, por lo que otras cosas, como la enfermedad física y psíquica o la contaminación, se apresuran a llenar ese espacio. A menudo, esto trae consigo sus propias consecuencias desagradables; sin embargo, si es lo suficientemente grave, puede provocar la ira de los dioses y los espíritus, que puede afectar a familias y comunidades enteras. Por ello, a menudo se nos pide que hagamos expiación no sólo por nuestras propias acciones, sino por las de nuestros parientes.
Una vez más, argumentar la injusticia de esto no supone ninguna diferencia. Si vienes de una familia con una historia de alcoholismo y abuso o vives en una zona donde una fábrica vertió lodo tóxico en un río, hay un desastre que limpiar, independientemente de quién fue la culpa. Puedes vivir con ello, puedes esperar a que alguien lo arregle o puedes hacerlo tú mismo, y si quieres vivir bien tu mejor opción es aguantarte y ponerte a trabajar.
Uno de los incentivos para resolver esta deuda personal y colectiva en vida es que si no lo haces acabarás lidiando con ella en la muerte. Una vez que llegamos a la otra orilla nos espera un largo y arduo viaje a través de un reino de pesadilla. Es un viaje de autodescubrimiento en el que nos enfrentaremos a todo lo que hemos hecho, a todo lo que se esconde en nuestro interior, a todo lo que tememos y aborrecemos de nosotros mismos. Cuanto más equipaje llevemos encima, más difícil será. No hay garantía de éxito. Muchos sucumben a las trampas y al engaño de ese lugar; es demasiado para ellos, y por eso beben de las aguas del Olvido y se convierten en sombras sin sentido, impotentes, pensando que así escaparán; en cambio, quedan atrapados, obligados a revivirlo todo una y otra vez. Sólo aquellos que beben de la Memoria, que conocen y aceptan plenamente lo que son, encuentran la liberación.
No tenemos que emprender este viaje solos. Hay aliados, guías y salvadores en ese otro mundo, y podemos conocerlos y establecer una sólida relación con ellos aquí, mientras estamos vivos. Esos seres son los dioses, los espíritus y los muertos que componen el panteón del Toro Estelar DIONISOS - el más grande de todos ellos, pues se ha adelantado a nosotros en esa tierra oscura y ha preparado un lugar para su pueblo. Tiene el poder de interceder por nosotros y de persuadir a los jueces y gobernantes del inframundo. Su amor es feroz y vendrá a por nosotros, por muy perdidos que estemos, por muy indignos que nos sintamos de ese amor. Ariadna es una prueba de ello.
Y por eso hacemos lo que hacemos como miembros de su tíaso. Si sabes eso, sabes todo lo que necesitas. Hay que aprender el resto -nuestros mitos, nuestra historia, nuestras tradiciones, nuestras formas de hacer rituales- para mejorar esto, pero sepan que no es esencial de la manera en que lo que acabo de describir lo es.
Ahora salgan a adorar a Dionisio y su Séquito para que puedan vivir bien y morir mejor.
Las bendiciones de Dioniso son la prosperidad y la abundancia, la alegría y la pasión, la locura y la profecía, el éxtasis y la libertad. La libertad dionisíaca está más allá del bien y del mal: prevalece sobre la ley, la costumbre, la inhibición o la moral. En el culto a Dioniso, descubrimos quiénes somos realmente, debajo de todas las máscaras, mentiras y compromisos que la sociedad nos exige. Dioniso disuelve todas las fronteras y destruye toda falsedad. En el estado de éxtasis nos sentimos completos; nos sentimos inmensos; nos sentimos conectados con todos los demás adoradores frenéticos, y con la tierra y los dioses. Pronunciamos profecías, ya que ya no estamos limitados por nuestras mentes pequeñas. Realizamos milagros, ya que las leyes de la naturaleza ya no se aplican. Tocamos el rostro de Dios y él nos toca.
¿Cómo honrar al Señor?
Honramos al Señor de diversas maneras. Ser apasionado. Ser creativo. Disfrutar cada momento de la vida, incluso los más duros y desagradables. Beber vino. Tomar drogas moderadas. Usar máscaras teatrales. Asistir al teatro. Mirar películas apropiadas. Escuchar música. Bailar. Cantar. Nadar. Realizar caminatas serpenteantes. Subir una montaña o visitar un bosque. Cuidar la naturaleza. Amar la Tierra. Aprender una forma de adivinación. Explorar la locura. Luchar por la justicia. Dedicarle actos sexuales. Tener sexo desenfrenado. Participar en orgías Adorar el falo. Disfrutar el vino. Liberar nuestro verdadero ser. Ignorar las normas sociales. Andar desnudos. Valorar la vida. Morir con alegría. Luchar contra el sistema. Tener un mejor amigo/a. AMAR.
¿Qué podemos ofrecer ante su altar?
Vino y otros alcoholes, uvas, granadas, manzanas, higos, miel, leche, huevos, almizcle, algalia, incienso, estoraque, diamante negro, marihuana, raíz de orquídea, cardo, hinojo, hiedra, roble, pino, todos los árboles silvestres y domésticos y todas las flores.
La creación es el acto libre de tu divina bondad, Señor Dionisio Fanes. Cuando nada era, sólo tú vivías en tu sublime autosuficiencia. Tú eres el padre de los Sátiros y Ménades, y los humanos son tuyos.
Tú has revestido de luz los reinos celestiales y has creado la tierra, las aguas, las plantas, los animales y los hombres. Tú determinaste el curso del sol, la luna, las estrellas, y las estaciones. Tú sostienes la tierra y el firmamento para evitar el caos. Tú haces que la luna fluctúe en su brillo, y que las mareas fluyan y se desplacen. Tú haces que el viento y las nubes se arremolinen. Tú has creado el mundo corpóreo y el espiritual, oh Creador de todo lo que respira y no respira.
Tú creaste al hombre e insuflaste vida en su cuerpo por tu sacrificio, ¡Oh Zagreo! Le has dotado el poder de pensar y la libertad de la voluntad. El hombre, has dicho, es el más grande y el mejor de tu creación. Eres el redentor del mundo y de los hombres, con tu guía y tu ayuda, ellos buscan la unión íntima y definitiva contigo.
¡Que los pueblos de la tierra te rindan homenaje! ¡Que las lenguas te alaben con todas sus palabras! ¡Que te bendigan los despreciados que acuden a ti! ¡Que los homosexuales hallen consuelo en el Dios de la Gloria!
Tú eres el Padre, el Hermano, el Amante, y el Señor de la creación y, con un cuidado y una protección infalibles e indivisibles, te ocupas del bienestar de todos nosotros con el tierno cuidado de un creador amoroso. El homenaje y la adoración, la alabanza y la glorificación sean para ti, oh Bromios Arretos.
Like all evergreens, the ivy is immortality and eternal life; it is also revelry; clinging dependence; attachment; constant affection; friendship.
Christian: Everlasting life; death and immortality; fidelity.
Egyptian: ‘The plant of Osiris’, immortality.
Greek: Sacred to Dionysos who is crowned with ivy and whose cup is an 'ivy cup’; his thyrsus is encircled with ivy and one of his emblems is a post sprouting ivy leaves.
Semetic: Sacred to the Phrygian Attis; immortality. The ivy-leaf is phallic, depicting the male trinity.
[Source: An Illustrated Encyclopedia of Traditional Symbols by J.C. Cooper]
Last thing you knew, you were standing in CVS to buy flowers and chocolates for your sweetheart, but then you stepped outside and saw the procession in all its glory, and remembered that thisis what you’re really supposed to be doing. So now you are running towards the parade, running as though you might miss it if you don’t get there fast enough. You take the head off one of the roses and strew its petals on the ground, singing.
You’ve been feeling listless lately, and the arrival of the Mad God is something to look forward to. It is a spectacle. He’s brought through the city streets on a ship that rolls along the ground like a carriage, and he is accompanied by a train of masked revelers: women with sticks and loose dresses, men with ugly masks and dragging leather phalloi between their legs. Leaves and flowers, bright torches, the clash of cymbals and wail of flutes. The screaming has already started.
You have not seen the god before. You do not know what he looks like, but you thought you saw a mask that was intended to be his face. You remember it had a crown of vines, and bovine horns, and a manic expression. You ask the person next to you, “Why is the god mad?” and they turn their head much too slowly. They wear a theatrical satyr mask, with curling horns, and a too-wide mouth that looks like a gaping hole that is laughing at you.
“Don’t you know?
“No.”
“Oh.Well, why do you think, then?”
You have not considered this question before. It has something to do with wine, you think, but that can’t be all there is to it. You decide that the god is mad because he wants to be; he’s a god, he can be whatever he wants. So if he didn’t want to be mad, he wouldn’t be.
The boat-carriage is drawn by magnificent leopards with golden pelts. You pet one as it passes, running your hand through its silken fur, and it licks your wrist.
The procession passes, and behind it, in the negative space where it just was, is a swamp. The swamp is swollen with meltwater. There are half-buried jars of wine in the mud, left open. The whole world is open today, so the dead are here. The god brought them up with him, and they come in their own pale procession, silent. They are thirsty. They are attracted by the blood of the living. You don’t have any blood to give them, so they swarm like insects around the open wine jars half-buried in the swampy ground. They are here not as a menace, but as friends and guests, which is why they get the first of the wine.
You beckon a lost soul towards the jar nearest to you, and it comes like a shy cat to a bowl of milk. “Who did you used to be?” you ask it. It looks up at you with hollow eyes, and does not answer.
You return to the center of the city, and find that the revel is in full swing. You push through the red silk, the incense smoke, the mass of masked faces and writhing bodies. Your ears echo with the cacophony of obscene screams. The architecture of the city is strange, off somehow, though you can’t place it. These buildings look ancient, but not derelict — their ivy-twined columns are still standing, and their walls burnished white.
You don’t know where you’re going, but you arrive at a small perfumed tent draped in red, where someone is dancing in a dim spotlight. It is a young man, dressed like a harem girl in sheer purple scarves, with ribbons and flowers in his hair. His dark hair swirls around him like the smoke, and in a blur of arms he swaps out the masks in front of his face — a comic rictus, an evil grimace, a horned beast, a beautiful woman. Bells tinkle on his ankles as he dances to the eerie flute music. You sit down on a plush purple couch and watch him, mesmerized. Someone throws coins at his feet. He ignores them.
He playfully throws one of his scarves at you, and it lands on your head, draping over your face. Through its translucent fabric, he seems distorted, uncanny. He beckons you to dance with him. Some distant voice in your head tells you that you should not take it, that you will make a mockery of all decency if you dance like that. But the voice is not very powerful, not in comparison to the glint of his leaf-colored eyes. So you step up onto the raised platform. You try to match his slow, sensuous movements, but you can’t make your hips do that serpentine thing that he does. Laughing, he takes your hands in his, and lifts a ceramic cup to your lips. You don’t remember seeing him receive a drink, but now there is a cup pressing your lips apart. You take a sip of whatever’s in the cup — it’s a rich, sweet wine. It almost tastes like honey, and you greedily take a larger gulp of before he pulls the cup away.
Maybe it’s the smoke, or maybe it’s something in the wine, but you are starting to hallucinate. The man has horns. You are certain they aren’t connected to his mask; no, they are thick, curving bovine horns that stretch like branches from the wreath of leaves on his head. Was there an ivy wreath on his head before? You can’t remember.
Dizzy and intoxicated, you lie down on the nearest couch, sinking into red and purple silk. Your brain is starting to blink like fireflies. You grope up at the young man’s mask, like a cat batting at a ball of yarn, and pull it off. The horns do not come away with it. The man has a very pretty, androgynous face, framed by his dark curls that hang down like vines as he leans over you. His cheeks are flushed. “Hi,” he says cheerfully. “I hope you’re having fun.”
“Fun…” you mumble.
“You’ve been so stressed and anxious lately. Life getting to you? I thought you should take a load off. You deserve it.” He smiles a golden-honey grin. “Please don’t ask why. You alwaysask why.”
“Who are you?” you ask.
But you know. You know. Beneath his eyes is swirling, primordial blackness. It calls to you, tugs at you, entices you to dive headfirst into the abyss.
“I can’t stay long,” he whispers. “I’m getting married tonight.”
“Oh… congrats. To whom?”
“To the queen!” He giggles coquettishly. “She’s waiting for me. But I’ve still got time to play…”
You miss the rest of the sentence, but it doesn’t matter. Nothing matters right now, except for his presence, which is considerably bigger than his body. It’s like he’s glowing with a warm and seductive radiance that fills the whole tent, that both envelops and penetrates you.
His lips taste like ripe grapes.
You wonder, briefly, if this is what the queen will experience when he comes to her in her ritual chamber for their secret and sacred marriage. You wonder if maybe this isthe ritual chamber. You are dimly aware that the tent is now empty except for you and him, but you can still hear the screams and laughter and music tangling together just outside the tent.
“Life can be delicious you know.” He takes a swig from the same cup as before and smirks at you. “It doesn’t have to be hard. It doesn’t have to be painful. It can be all bright colors and heady scents and fine tastes. Voluptuous.”
That’s crazy, you want to say. Of course life is hard. You’d have to be mad to believe otherwise. But you don’t say that. Instead, you start laughing, laughing until your sides split and your face splits. The laughter doesn’t really sound like your own. This can’t be your voice, can it? But still, you feel the rush of catharsis. Whoever told you that life was about suffering? All you’ve ever wanted was to laugh in their face.
This is the real Secret, you think. Not that ‘law of attraction’ bullshit. THIS. Milk and honey, wine and blood. Something older, older, older than human footsteps. This is whythere are gods. Gods are what you see when you pull back the curtain. Are the Mysteries all this obvious? Seized with sudden mania, you start dancing again, and your ecstatic screams rise to join the rest. You don’t remember your own name or who you were before you got here, or what your real face looks like. Maybe this isyour real face.
You are surrounded by people now, though you don’t remember leaving the tent. Their torches sting your eyes. Burning, burning, burning. They bare bright smiles, genuinely joyful, but with sharp and bloody teeth. They have snakes entwined in their hair and draped over their shoulders like scarves. Some have the faces of satyrs, bulls, goats, cats, foxes, bears, owls, moths, dragonflies, bees, kings… Some are alive and some are dead, but you can’t quite tell the ghosts from the living. They surround you in a great ring, joining hands, singing that strange and wild song that you’ve been half-hearing all night. Flowers spring up on the flagstones wherever you step. That bright, blooming energy that you felt before rises within your own chest. It’s in you now, the god is swelling inside you now. You no longer fit in your own skin. You flail, you thrash, you stamp your feet, you keep screaming: “EUOI! EUOI! IO DIONYSOS!”
Sweet is the pleasure the god brings us in the mountains. when from the running revelers he falls to the ground clad in his sacred fawnskin. Hunting the blood of slaughtered goats for the joy of devouring raw flesh […] Hail to the Roaring God, Bromios our leader! Euoi! The ground flows with milk, Flows with wine, Flows with the nectar of bees. –Euripides,Bacchae.
You are sitting on a swing, your legs pumping you back and forth. You don’t remember why. Something about the god having cursed the city’s women to hang themselves as punishment for having killed his worshippers, unless they swung in atonement and remembrance. But you know that can’t be the real reason — swinging is no punishment, not like this. It’s fun. Your heart swells as the swing arcs towards the sky. You feel like you could lift right off of it and go soaring through the heavens, towards the rising sun, with no wax wings to bring you down. Something about the swing feels so freeing,even if you are locked in place, not moving anywhere. Back and forth, back and forth… it’s lulling, like a song that was sung to you once in your distant childhood, or a dream you once had. When you get off, unsteady on your feet, you feel a burden has been lifted.
Διονυσος (dee-OH-nee-sohs) - Dionysos AKA Dionysus God of wine, chaos, reincarnation, rebirth, pleasure, madness, mental illness, fertility, the grape harvest, androgyny, and the transgender/nonbinary Ouranic Olympian with Chthonic aspects
Symbols: Thyrsus, grapevine, ivy, chalice, pine cone, wine Animals: Goat, panther, leopard, bull, serpent, tiger Colors: Red, green, black, purple Plants/Herbs: Grapevine, ivy, bindweed, white pine Stones/Crystals: Amethyst, purple crystals
Retinue: Maenads, Satyrs Relations: Ariadne (wife), Zeus (father), Semele (mother), Persephone (sometimes mother), Priapos (son), Methe (daughter), Thysa (daughter), Telete (daughter), Iakkhos (son), Pasithea (daughter), Kharites (sometimes daughters), half sibling to all children of Zeus Identified with: Liber (Roman), Bacchus (Roman), Osiris (Kemetic), Haides (Hellenic), Iakkhos (Hellenic)
Teatro Oficina Uzyna Uzona apresenta Bacantes 4 sessões Das Viradas pra 2018 TragiComédiOrgya e Ópera Brasileira de Carnaval com mais de 70 atuadores em cena! Direção Zé Celso. BAKXAI!
SÁB 23 DEZ 14h30 - 30 Anos da Ethernidade de Luís Antônio Martinez Corrêa SEG 25 DEZ 18h - Fraternidade Erótica do Natal na Terra SÁB 30 DEZ 17h - Quase-Virada Quente DOM 31 DEZ 17h - Último Dia de 2017 - Revoada da Virada do Ano até o 1º Dia de 2018!
Apollo’s clearly not paid quite enough to cope with all this DRAMAH, of which he’s absolutely out of, it’s just Theban blood making Dionysos all that extra, the Olympic counterpart has nothing to do with it.
Brekekekex koax koax, Brekekekex koax koax, Marshy children of the waters, the harmonious cry of hymns, Let us sing, my sweet song, Koaxkoax, which for Nysian Dionysos, son of Zeus, we sang at Limnae when in drunken revelry at the Feast of the Jars the crowd of people marches to my sanctuary. Brekekekex koax koax,
Aristophanes,The Frogs, translated by Matthew Dillon
(The line “You could be a very sexy frog” comes from the frogs’ song number by Stephen Sondheim in the modern musical adaption of the play.)
The classic equivalent of getting married in Las Vegas while drunk.
Note: The version of the myth of Dionysos and Ariadne we state here is not perfectly adhering to the sources, but it was adapted a little by Arja, who frankensteined some versions and interpretations. The version that claims that Theseus didn’t left Ariadne alone on Naxos willingly, but was instead told to do so by Dionysos himself, can be found in Diodorus Siculus (Greek historian of the I century a.C., Biblioteca Historica, 5. 51. 4). On the other hand, the correspondence between Dionysos and the Minotaur was taken from the analyses of Karolyi Kerenyi on the cult and the dionysian mysteries (in “Dionysos” and “The Gods and Heroes of Greece” in particular). Dionysos was as a matter of fact called by his followers in the mysteries “bull-horned god”… And also as a proper “Star”, just as the Minotaur was (from his name, “Asterius”, which means “Star”), as we can also find in Aristophanes (Frogs, 342) and Sophocles (Antigone, 1146).
Dionysoswas the Olympian god of wine, vegetation, pleasure, festivity, madness and wild frenzy. His attributes included the thyrsos (a pine-cone tipped staff), a drinking cup and a crown of ivy. He was usually accompanied by a troop of Satyrs and Mainades (wild female devotees). Dionysos was a son of Zeus and the princess Semele of Thebes.
Leukothea was a sea goddess who came to the aid of sailors in distress. She was once a mortal princess named Ino, a daughter of King Kadmos of Thebes. She and her husband Athamas incurred the wrath of Hera when they fostered the infant god Dionysos. As punishment the goddess drove Athamas into a murderous rage and he slew his eldest child. Ino then grapped the other, and in her flight leapt off a cliff into the sea. The pair were welcomed into the company of the sea-gods and renamed Leukothea and Palaimon. Leukothea later came to the aid of Odysseus when his raft had been destroyed by Poseidon, and wrapped him in the safety of her floating veil.
Silène portant Dionysos (Bacchus), dit Faune à l'enfant (Ier - IIIe siècle après J.-C.)
Musée du Louvre, Paris
« Selon la légende, Silène aurait été chargé par Zeus d'emporter Dionysos, son fils adultérin, loin de la colère d'Héra pour le confier aux Nymphes.
Cette statue, dont le sujet est connu par d'autres copies antiques, est peut-être la réplique d'une oeuvre en bronze, aujourd'hui perdue, créée par le sculpteur grec Lysippe au IVe siècle avant J.-C. En effet, on y retrouve certains traits caractéristiques des recherches de l'artiste, comme l'élancement et l'équilibre instable du corps ou encore son inscription dans l'espace offrant plusieurs angles de vision. » (http://www.louvre.fr)
All that’s left do decide is whether is weirder that Dionysos and Circe actually agree on ONE thing, or that Apollo is smiling.
Seren in the first panel is a mood.
You better take better care of her, Dio, than that one time when you made her find Amphitrite and then were late. Or when you let her be medusa’d by your dad.
