#poesía

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Te guardo ahí: En el centro de alguna plática profunda. Y en la taza de café que he bebido, que no me permite dormir…

Mabel

Solo se puede viajar al pasado; conduciendo por el camino, de lo que aún podemos recordar…

Mabel

- Sebastían Conde

“No te vas a morir ahora que se ha ido, aunque algunos días parezca que sí, aunque algunas noches pienses en llamarlo y regresar, aunque algunas madrugadas el mundo ya no parezca algo tan lindo. Abraza el dolor, deja que te enseñe que si algo va a volver a partirte en tantos pedazos debe valer un chingo la pena, te lo juro, no estabas pidiendo mucho y no eres ni loca, ni inmadura, ni exigente como tanto decía, simplemente estabas en el lugar equivocado, y la próxima vez, no pases por alto las luces en rojo, porque te aseguro que en mas de una ocasión ese puto príncipe azul te dejó bailando sola y no te fuiste. No te preocupes, día tras día va a doler menos, y también habrá días en que parezca que jamás podrás superarlo, pero entre más tiempo en soledad pases mejor sabrás que vales toda la jodida pena, te vas a negar a desperdiciar tu tiempo con imbéciles y el amor propio te hará sentirte la más pinche guapa del planeta, dejarás de necesitarlo y si un día regresa lo mandarás al carajo de vuelta, porque dejaste de amarlo y te amaste a ti de nuevo. Nomás no vuelvas a pasar por alto las señales, no vuelvas a pensar que con el tiempo le convences, no vuelvas a hacerte pendeja si no es lo que buscas sólo porque te gusta, nomás no vuelvas a creer palabras si te demuestran lo contrario, porque esa alma está rompemadres de chula y no brilla con amores a medias, así que deja de apagarla tú solita”.


Ahora que se ha ido.


-Emmanuel Zavala

“Tú eres bonita del alma, porque por dentro llevas esa cancioncita que haría bailar a cualquiera, porque no importa si estás entera o en pedazos tú quieres con cada poro, cada lunar y cada peca, porque con tu sonrisa haces que hasta escuchar canciones en el carro sea algo jodidamente mágico, porque te preocupas más por las medidas de tu cerebro que del cuerpo, porque te vale un carajo si tienes alguien a tu lado o si estás sola tomando una copa de vino en una noche cualquiera, porque hace rato que te gustas y te encanta cada puto centímetro de ti. Por eso tú eres bonita del alma, tú eres guapa del corazón, tú eres de esa poesía que te enciende el pecho y qué bonita te ves ardiendo”.


Bonita del alma.


-Emmanuel Zavala

El poeta español ha sigo galardonado con uno de lo más prestigioso premios en español. El jurado destacó “su obra poética, que va de lo carnal y lo puramente humano a lo metafísico, lo espiritual, hacia una aspiración de belleza e inmortalidad”.

Aquí la nota en el ABC:

Brines pertenece a la «generación de los cincuenta», también llamada «generación de los niños de la guerra», en la que figuran los poetas Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente, Carlos Barral, Claudio Rodríguez, José Agustín Goytisolo y los novelistas Rafael Sánchez Ferlosio, Ana María Matute, Carmen Martín Gaite, Luis Martín Santos, García Hortelano y Luis Goytisolo.

Su poesía se caracteriza por el tono hondamente elegíaco de sus versos, siendo el tema clave de su obra el paso del tiempo, la decadencia de todo lo vivo y la degradada condición del ser humano sometido a sus limitaciones. Su obra «El otoño de las rosas» se considera una de las cimas de la poesía española de la segunda mitad del siglo XX.

Elpremio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes constata «el público testimonio de admiración a la figura de una escritora o de un escritor, independientemente de su nacionalidad que, con el conjunto de su obra, haya contribuido a enriquecer el legado literario hispánico», según la convocatoria. Un galardón que se concede no por una obra específica, sino por toda la producción literaria de una autora o de un autor.

Desde su creación, en 1976, el premio se falla a finales de año y se entrega el 23 de abril, día del fallecimiento de Miguel de Cervantes, en una ceremonia en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid), que presiden los Reyes. Este año, sin embargo, no pudo celebrarse debido a la pandemia, y los actos de homenaje a Joan Margarit fueron también el 23 de abril, pero en internet.

Perdona si quizá soy muy romántica e intensa, perdona si en algún momento te asfixio con mi amor, pero es que mis raíces y mi personalidad hacen que ame con locura, y que de todo de mí a alguien que se adueña de mi corazón y toca mi alma, tal y como lo estás haciendo tú.

Euphoria.

Qué ganas de un trasplante emocional que me quite la angina. Cuando tu corazón se rompe se liberan sustancias que duelen y pueden confluir en el pecho. Como una cirugía a corazón abierto donde pasan el bisturí sin anestesia, y todo llega en carne viva. Quizá el frío me pone emocional, pero el dolor no lo he inventado. Qué ganas de un analgésico que frene sentimientos exacerbados. Qué ganas de que el frío ayude a la inflamación amorosa y todo sea asintomático en mí. Qué ganas de remediarme con un llanto promedio y salga todo sin secuelas. Qué ganas de cobijarme, despertar temprano a la mañana y sentirme liviana, porque ya no te llevo dentro…

Mi libro ya se encuentra disponible en tapa blanda y con envíos a cualquier país. Como dije hace ya varios meses, esta es mi forma de despedirme de este mundo maravilloso que es la literatura. Han sido años preciosos. Un abrazo a todos.

Clic aquí para ver el libro.

Por cierto: si alguien se anima a pedirlo, siéntase con la libertad de enviarme una fotografía con el libro.

- DG

De mi libro «El rostro del invierno». Pronto estará disponible en formato físico.

Mes doce

Él:

He pasado horas tratando de encontrar las palabras adecuadas para comenzar a escribir. Es curioso cómo, aun lejana, todavía tienes influencia en mí. Me han embargado sentimientos encontrados —aunque familiares— después de leerte. Te he leído en la intimidad de mis secretos, saboreando cada palabra a oscuras, a la luz de una vela y en silencio, como se disfruta un placer prohibido o un crimen inconfesable. Muy pocas cosas me inspiran esa clandestinidad y tu respuesta ha sido una de ellas, sobre todo por la parte que me toca, pues, a veces, cuando uno sufre, piensa que nadie puede entender su dolor, hasta que la otra persona —que es la misma que causa ese pesar— rompe el silencio y descubrimos que en su historia somos equivalentes; es decir, le causamos el mismo o incluso más dolor del que nos causó.

Eso es algo que ya me temía pero que al leerte he podido confirmar. Y no me enorgullece, aunque tampoco me provoca ningún conflicto con mi conciencia. A los dos nos tocó una dosis de sufrimiento, una herida que se volvió cicatriz. Eso es algo que, a estas alturas, resulta ineludible. Después de una guerra siempre quedan secuelas, y los dos lo sabíamos. Lo que determina que ese dolor permanezca o se borre es cuántas veces volvemos a tocarnos la cicatriz. Me alegra que hayas encontrado a alguien que te haya ayudado con el proceso de curación, que te haya hecho olvidar las noches que pasaste rompiendo en llanto, maldiciendo a todo y a todos, pero sabrás también que yo no he corrido con la misma suerte, que todavía soy incapaz de pronunciar tu nombre sin que me tiemble el alma, que todavía eres una herida sin sanar, al menos del todo, y no, tampoco me enorgullezco de eso.

Hoy quiero serte sincero también. Y quiero decirte que te equivocas. Te equivocaste cuando dijiste que no entendía que no hayas podido estar con nadie porque terminaban perdiendo ambos al estar yo ahí, en forma de recuerdo; te equivocas porque lo hago, porque te entiendo, pues he pasado por algo similar. La diferencia es que yo a ellas no las comparo contigo, no me hace falta. Sólo paso de largo, porque doy por hecho que no van a hacerte justicia. Nunca.

Siempre he envidiado esa capacidad casi intrínseca que poseen algunos para visitar esos espacios de su memoria donde viven personas que alguna vez quisieron con el alma y pasar de todo ello con total indiferencia. Es como si el recuerdo no surtiera ningún efecto emocional; todo lo contrario a lo que pasa conmigo, cuando cada palabra tuya me devuelve a los primeros días del final, esos días llenos de incertidumbre en los que no dejé de preguntarme si acaso lo que acababa de hacer era o no lo correcto, qué sería de ti y de mí a partir de entonces, cómo íbamos a tratarnos, de qué manera dirigirnos la palabra, o si acaso era mejor clausurar este mutuo acuerdo de correspondencia y olvidarnos del todo, como si nunca hubiésemos existido para ambos, como si no nos hubiésemos cambiado la vida, aunque sea un poco.

Yo no puedo y perdóname por no pensar todavía de ese modo. He pasado tanto tiempo de mi vida a oscuras, alejado del mundo, hasta que llegaste a rescatarme de mi propia desidia, y es por eso que se me hace difícil olvidarte, admitir que tú, la única persona por la que hubiera dejado tanto negativismo, ahora estás con alguien que seguramente nunca podrá quererte en tantos aniversarios con la misma intensidad que yo fui capaz de quererte en un día, en unas horas, en unos minutos. Te he escrito tanto que, más que hacerte inmortal para el mundo del arte, te hice inmortal para mí, para sufrirte a solas, echarte de menos, buscando en mi aliento la calidez de tu boca, buscando en mis dedos el rastro de tu piel, que a estas alturas sospecho que ya ha olvidado mi tacto.

Te he inmortalizado tan hermosa y dolorosa, tan bella y cruel, como si fueses la personificación de los sueños de un poeta maldito, de un escritor herido de abandono y pérdida que cambiaría su alma por un bálsamo que acalle el infierno de su mente con tal de no tener que soportar aquella distancia que ahora nos separa más que nunca, porque no es una distancia de kilómetros solamente, sino de vidas. Nos separan las vidas que quise vivir contigo; nos separa la vida que ahora llevas sin mí. Pero quiero que sepas que no me arrepiento, porque en algún momento eso fue lo que más deseé hacer y ha sido la fuerza de las palabras lo único que me ha salvado de la desesperación y la tristeza que todas las noches me hablaban con tu voz de viajes y futuros. Gracias por la respuesta, pues he querido reconciliarme con este vacío que dejas porque ya no quiero estar en guerra con este miedo, con este fracaso que ya no tiene razón de ser, porque incluso las derrotas se vuelven livianas cuando aceptamos que quien las provoca ya nunca más volverá a nosotros. Deseaba redimir el dolor y con tu respuesta me estás ayudando también, como antaño. Eres ese breve aliciente que antes despertaba tormentas y que ahora protagoniza esta redención que me faltaba.

Gracias, Erika, por la paz que me entregas, pues sé que, aunque nunca voy a olvidarte, tampoco quiero hacerlo. Seguirás siendo el aura feliz y nostálgica con la que decore mis textos. Seguirás apareciendo en mis líneas, a veces explícita, otras veces escondida, fragmentada o entera, con el mismo rostro y otro cabello, con la misma mirada y otros ojos. Es una de las cualidades de ser musa: nunca te irás del todo, nunca serás olvidada ni por mí ni por quien me lee, aun si quien me lee te pone otro nombre o te dibuje con los recursos de su propia mente. Seguirás estando ahí cuando te llame o invoque las sensaciones que me regalaste, y yo continuaré encontrando tus formas en las siluetas que forman parte del decorado de esta habitación oscura en donde flotan mis recuerdos en forma de niebla y lluvia de imágenes mudas.

Dentro de todo, sé que algún día también seré feliz. No es una promesa sino la seguridad de un porvenir. Seré feliz porque de alguna manera me lo merezco, y encontraré a alguien que por fin logre disipar ese encanto tuyo que todavía me invade, y rompa esa cadena que me ata todavía a tu recuerdo, hasta proclamarse musa sempiterna, porque sé que nunca voy a dejar de escribir. Sé también que la voy a querer como siempre quise quererte y como nunca pude. La voy a querer incluso mil veces más, porque uno siempre valora a quien viene con intenciones de construir un futuro, de quedarse a afrontar riesgos, a ceder incluso parte de sí con tal de que los planes llevados a cabo funcionen como deberían. Mientras tanto, sigue siendo feliz, que algún día estaré en el mismo camino, y podré mirarte sin sentir que te estoy perdiendo de nuevo, una y tantas veces. Sólo entonces te convertirás en una herida que por fin habrá sanado.

Con cariño,

Dashten Geriott

Mes doce

Ella:

Espero que te encuentres bien. Quiero que sepas que te recuerdo con cariño, que no te guardo rencor y que cada día le pido a Dios que pueda dotar a tu alma de esa felicidad que hoy siento. Porque sí, hoy soy feliz, y no ha sido fácil. Hoy te escribo, además, porque ya es hora de que sepas cómo se ve toda esta situación desde mis ojos. Leo en tus cartas que te duele que me haya ido, pero, querido, te recuerdo que en la totalidad de nuestra historia hubo varias despedidas. Sí, yo fui protagonista de la primera, pero, ¿acaso ya no recuerdas quién decidió poner punto final a todo esto de la noche a la mañana? Aquel domingo veintiséis de febrero de hace tres años que se convirtió en el peor día de mi vida. Todo marchaba bien, ¿por qué te fuiste? Estábamos construyendo un futuro, ¿cuál fue tu prisa?

No sé qué impresión te causé en aquellos días, pero que sepas que todo esto también resultó difícil para mí. Tuve que seguir con mi vida, aun sintiendo que me arrancaron parte de ella con nuestra despedida, que ha sido la situación más jodida que he vivido en mucho tiempo; ni siquiera otras situaciones todavía más aterradoras se comparan con la tristeza que llegué a sentir. Las primeras noches —y en realidad hago referencia a muchos días— fueron realmente angustiantes. ¿Crees que yo elegí perder a la única persona que estaba conmigo? Y lo peor fue que no te perdí sólo a ti, me perdí a mí misma en muchas otras áreas. Esas noches hoy las describo con una sola palabra: llanto. Cada cosa que recuerdo, cada página que leía de los libros que escribiste, cada letra y palabra tuya me estaban matando, no podía casi dormir.

¿Te parece fácil el hecho de que me levantara cada día con los ojos muy hinchados, sin poder explicar el porqué? Nuestra despedida alteró mi rutina. Los días siguientes me fue mal en todo. Perdí mis exámenes académicos, tuve peleas, no tenía ánimos para nada. Yo acepto y entiendo que para ti también ha sido difícil, y aunque admito que merecí toda esa agonía por lastimarte, debes saber y tener la seguridad de que no sólo tú quisiste con el alma. Me dediqué a buscar el modo de olvidarte, porque te convertiste en una cicatriz, no voy a mentirme. Al leer tus cartas en estos meses angustiosos he deseado con todas mis fuerzas que no caminaras sobre el dolor descalzo, que te apoyaras en alguien si eso te ayudaba, que amaras a otra mujer si eso te hacía olvidarme, que escribieras y mostraras tu alma, que hicieras cualquier cosa, pero que no te hundieras porque, cuando lo hacías, me hundías también a mí.

Sí. Deseé todo eso porque yo intenté también hacerlo. Quise darme la oportunidad con otros hombres, pero fue sido inútil. ¿Y sabes cuál fue el problema? Que tú me malacostumbraste tanto, me inmortalizaste de una manera tan increíble, que parecía que aquellos que venían a mi vida no me querían. Es que nadie había hecho por mí lo que tú hiciste, y por un momento tuve la certeza de que nadie iba a hacerlo. Que yo no iba a poder inspirar a alguien tal importancia como en algún momento te la inspiré a ti. Me ilusioné con quien vio en mí sólo defectos, que me hizo sentir como la peor mujer del mundo; nunca creyó en mis palabras, ni en mis gestos, ni creyó en la sinceridad de mi corazón. Después de eso decidí no tener nada con nadie porque me volví más exigente, peor, difícil de querer. Tú no lo entendiste en su momento, y tampoco espero que lo hagas ahora, pero que sepas que la razón por la que me quedé sola tanto tiempo fue porque, a cada hombre que venía a mi vida, lo terminaba comparando contigo, y siempre terminaba perdiendo él, perdiendo yo también.

Luego llegó el punto de quiebre, porque nada malo dura para siempre. No diré que apareció de sorpresa, pues ya lo conocía del trabajo, y todo se fue dando de manera sutil pero certera. Quise que formaras parte de esta aventura, aun sin protagonizarla. Quise contarte mis primeros temores, mis primeras ilusiones, mis sospechas. Quise que fueras mi apoyo, esa persona en la que confiar. Nunca estuvo en mis planes perder tu amistad, pero luego comprendí que no soportabas la idea de verme con alguien más, y por eso decidí irme de tu vida, porque ya estaba harta, querido, de las amistades con intereses. Nunca me viste como una amiga, ni al inicio ni al final, y yo no puedo estar con alguien que me ve siempre como un destino y no como el camino. He de decir que lo mío con él no fue un amor a primera vista, pero las siguientes vistas sí que fueron la confirmación de ese amor. Toca el teclado, canta y quiere bonito. Su lado artístico es lo único que puedo encontrar en común contigo. No es una comparación, sino un equilibrio de cualidades. Y con esto quiero darte a entender que tú también encontrarás a alguien que llegue a tu vida a ordenarla, a quitarle ese mal rato que pasamos, al margen de la culpa de ambos. Eres joven, aún puedes hacer muchas cosas; eres el dueño de tu destino, y ante mis ojos eres un hombre que está aprendiendo a convivir con este tipo de experiencias, y no es malo sentir dolor, echar de menos. Pero no te martirices.

No te veo como el culpable, como el idiota que no supo valorar lo que tenía y que alguna vez dijiste ser. Yo en ti siempre he visto una luz preciosa, aun cuando me quitaste de tu vida, y no quiero que esa luz se apague. Sigue escribiendo, sigue soñando, sigue creyendo, que en ti todavía vive ese ser maravilloso de cuya inocencia y bondad siempre me he sentido indigna, hasta que aprendí a aceptarlas. Escribe porque yo siempre voy a leerte y lo sabes, pase lo que pase. Tú me enseñaste a quererme, a no tenerle miedo al amor, a ver en mí aquello que ni siquiera sabía que tenía. Me he querido más y mejor a través de ti, eso es algo que siempre voy a agradecerte.

Recientemente fue mi cumpleaños y creo que lo recuerdas, porque, contrario a lo que pasa conmigo, tú sueles recordarlo todo. Lo que no sabes, seguramente, es que ese mismo día también cumplimos un año de casados. Él sabe complacerme, es un buen amante, un buen hombre. En ocasiones he caído en la tentación de compararlo contigo y por primera vez no siento que pierde. Y quiero que sepas que, ahora con él, me he propuesto a creer en el para siempre. No planeamos hijos, al menos por el momento, pero tenemos una gata a la que adoramos. Hemos ido a muchos lugares juntos. A su lado me siento protegida y segura, y a estas alturas —te juro con el alma—, no quiero ni deseo otra cosa.

Nunca voy a negar que te quise, que quise este presente contigo, pero las cosas se dan con la inercia de la vida, las circunstancias, y no siempre con nuestros deseos o decisiones. No te miento: tuve miedo al inicio, pero ya no. Hoy sólo estoy agradecida. Agradecida con Dios, por lo que vivimos y dejamos de vivir. Por lo que iniciamos y terminamos. Por todo lo fugaz y permanente. Por todo lo que me entregaste, por todo lo que hoy soy gracias a ti, pues tú marcaste mi vida, y eso lo sé porque, pese a mi mala memoria, te sigo recordando con cariño, sigo viendo salir a flote muchas de las cosas que me enseñaste. Deseo de todo corazón que algún día seas igual o más feliz que yo. A fin de cuentas, esa es la razón por la que vivimos, para ser felices.

Con cariño,

Erika.

Mes once:

Recuerdo la parte final de tu última carta:

«No quiero que me olvides, pero sí que entiendas que el amor no es una competencia, y que no se trata de ganar o perder sino de aprender que nadie está para cumplir las expectativas de nadie; las personas no somos un amuleto o un juego de azar en el que, apostando a la suerte, debes confiar el próximo motivo de tu felicidad. Tu error más grande fue ponerme en un pedestal tan alto que ni tú mismo pudiste alcanzar luego. No te odies, no te recrimines. En algún momento tuvo que pasar y no es tu culpa, aunque tampoco la mía, y espero que algún día llegues a entenderlo».

Lo leí tantas veces que me la aprendí de memoria. Pensé en odiarte, en maldecir tu existencia como se maldice lo que alguna vez se amó con toda el alma, pero durante un momento recordé que antes de causarme dolor también me diste una razón para amar la vida, y entonces volví a quererte. Pero quererte de una manera distinta, como se quiere a un sueño que lentamente se va mudando al país de la indiferencia, o como se quiere un préstamo: disfrutando del beneficio, pero olvidando que lo tenemos que saldar en algún momento. El amor es una transacción engañosa, un negocio con demasiadas letras pequeñas que nunca leemos.

Muchas veces me he preguntado si te di razones para irte o si las buscaste en cualquier nimiedad a modo de pretexto. Pero supongo que cuando el amor se apaga, se van también los detalles, se retiran ciertas palabras hasta dotarnos de una personalidad indiferente, y nos vamos amoldando, casi sin darnos cuenta, a la falta de gestos, hasta que llegamos a una planicie que, de manera inconsciente, nos hace pensar que todo transcurre con normalidad y finalmente nos quedamos solos, sin saber por qué. Luego me di cuenta de que ese lenguaje que alguna vez nació con nosotros también se extinguió, aunque paulatinamente, porque nada cambia así de pronto; todo fue una transición lenta, casi imperceptible pero sistemática; fue tan sutil que cuando lo noté ya era tarde, porque te fuiste en silencio, poco a poco, como se disipa una sombra al alba. Te fuiste antes de que notara tu ausencia, antes incluso de aquel adiós que marcó el inicio y el final de dos vidas, ambas mías, porque la vida que me trajiste se fue contigo, y se quedó esta nueva vida sin ti, con la que aún no sé qué hacer más que alargar el tiempo de la espera.

Porque aunque te vistas con otras manos, aunque nuevos veranos te reciban en hoteles y playas, aunque olvides mi nombre besando otras bocas, has de saber que aún existe aquel que te desnudaba al alba con esa ingenuidad de creer que en tu piel se encontraban todas las respuestas. Te he perdido, y en las noches tu rostro todavía se perfila en las sombras de mi cuarto, como si supieras que te sueño a escondidas, como si fuese un crimen, porque me duele la ausencia y ese dolor sólo se va cuando regresas entre ecos y niebla, aunque sea para recordarme que en realidad nunca vas a irte, y que has dejado tu rastro indeleble en forma de recuerdo.

Hoy te escribo porque más que enemistarme con mi memoria lo que busco es pactar un acuerdo tácito de convivencia, pues he entendido que la memoria no entiende de límites ni tú de olvidos. Te escribo para hacerte saber que aunque te espere no quiero que vuelvas, ni que traigas de vuelta tu tacto que alguna vez me hizo olvidar que no era feliz ni lo iba a ser nunca. Quédate con tu nueva vida, amando a quien se merezca más que yo tu cariño, porque de este lado del mapa no hay más rutas de vuelta, no hay planes de retorno ni reencuentros pactados. No existe nada que me disuada a considerar esas posibilidades que para mí ya están muertas.

Sólo espero que al leerme entiendas que eres inolvidable, y que aunque los meses pasen y los años me pesen, algún día volveré a verte y ya no voy a sentir nada en absoluto, como si fueses una desconocida. Me parece justo que ese sea el final para los villanos que comenzaron siendo amantes.

Dashten Geriott

Me hicieron una entrevista y se las comparto para que conozcan un poco acerca del libro que publicaré este o el otro mes, depende de la editorial.


5 lugares a los que me gustaría ir.

Resumirse a contar un puñado de lugares es complicado a mi parecer. Hay tanto que quiero ver, que quiero conocer. Me gustaría poder volar e irme una noche a aventurar por las nubes, tocando casi las estrellas con las manos, saludando a la luna, contando cuentos de cuna y bailando en la oscuridad presuntamente tenebrosa; despertar con el cantico de los pájaros en medio del bosque húmedo. Me gustaría una cabaña en medio de los pinos, para poder escaparme de la vida cotidiana, una cabaña de madera, con una clásica chimenea; que estuvieses tú a mi lado con un pocillo de chocolate caliente, suéteres tejidos a mano y una enorme cobija que nos arrope a los dos. Me gustaría una tarde de playa, con un mar cristalino y con gaviotas revoloteando en la superficie del agua, que se nos pase el día y llegue el atardecer con la invitación en el bolsillo, deleitándonos con su arte sobre el cielo, pintando de amarillo y rosa la periferia mientras que el sol se acuesta en el seno de las colinas. Me gustaría subir hasta la punta de una montaña, que la adrenalina se convine con mi oxigeno intermitente y la majestuosidad de la vida me deje cegado por su belleza. Contemplar lo que hay alrededor por la periferia mientras la satisfacción finalmente inunda mi orgullo. Me gustaría sumergirme en un campo de flores, ser Alicia con un montón de girasoles gigantes que cubran la copa de mis cabellos, subir a un pétalo y desde allí ser partícipe de las miradas coquetas que se regalan con el sol. Quisiera poder ser aire y poder pasearme por el planeta liviano, explorando cada rincón, cada valle, cada lago o sendero, visitando los recónditos y remotos ecosistemas que alumbran la vida dentro de la tierra.

-Leo

#ElDiarioDeLeo

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