#enfermedad

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Vuelvo con nuevo nombre, con el mismo tipo de contenido de antes y ahora uno nuevo. Me gustaría comp

Vuelvo con nuevo nombre, con el mismo tipo de contenido de antes y ahora uno nuevo. Me gustaría compartir con ustedes algunas reseñas literarias y escritos. Me basta con que solo una persona me lea. Con eso sería feliz. 


Los dejo en compañia de esta imagen. Se trata de un ánime que aún esta en transmisión y que sinceramente amo. Shigatsu Wa Kimi No Uso 


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Casi nunca supe apreciar
lo que trataste de
enseñarme en vida,
mi inconsciencia era tremenda
y mis demonios
me arrastraban ciegamente
a la deriva.


Adalid de la bondad,
la rectitud y el orden
en persona,
por más que me querías
en casa, contigo,
a mi me llamaba lo de fuera
pero, papá,
los años no pasan en valde,
las cornadas de la vida
no son de broma
y ahora que no estás,
por poder hablar contigo
daría tantas cosas,
¡Cuanto te echo de menos!
me sirve de poco la ronda,
que hago todos los domingos
para dejarte, como un imbécil,
sobre tu tumba
un par de rosas.


Tuvimos que esperar al final,
a casi el último suspiro
para lograr entendernos,
respetarnos y
descubrir que realmente
éramos uno.
Yo soy tú, tú eres yo,
dos destinos con un
mismo futuro.
Maldita cama de hospital,
vidas que se extinguen
como el humo,
joder, yo te creía inmortal
y me dejaste sólo y
con la garganta hecha un nudo.


Ese verano,
las hojas comenzaron a caerse
antes de lo debido,
el universo ya te mostraba
su tristeza y
todavía no te habías ido.
Yo te acariciaba el brazo
durante horas,
a ti se te apagaban las fuerzas,
noches largas, mucho dolor,
lágrimas, alguna risa
y confidencias,
en tus ojos se veía amor,
en los míos
se reflejaba tristeza.


Nos tocaba despedirnos
sin paños calientes y
a lo bestia,
de un zarpazo te marchaste,
antes de tiempo
¡puto cáncer!
y dejando todo a medias.
Una familia rota,
a mí perdiendo el norte y
lágrimas que nunca se secan.


Ya te has ido papá pero,
allá donde estés,
mirarás orgulloso tu obra:
un hijo que se viste por los pies,
que lucha por sus sueños y
no se amilana ante las derrotas.


Ya te has ido papá
y por más que lo intento…


tu ausencia me persigue y
sigo con el alma rota.

“No, no me había curado: el amor es una enfermedad en un mundo en que lo único natural es el odio”.

— José Emilio Pacheco.

Mira, lo difícil de tener una enfermedad mental, es que la gente quiere que te comportes como si no la tuvieras.

- Película/ Loco por ella

Diabetic Foot - Pie diabético

Diabetic Foot - Pie diabético


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SELFIE Básicamente las selfies son un grito que exige atención a través del siempre efectivo “mírame
  • SELFIE 

Básicamente las selfies son un grito que exige atención a través del siempre efectivo “mírame a huevo”, como si la existencia de la persona dependiera directamente la cantidad de likes que reciben sus fotos. Eso sí, siempre con la ayuda de los filtros de Instagram o ya de plano con una photoshopiadita. Pero les tengo noticias mi gente, la vida real no tiene Photoshop.

Y no se preocupen, porque la Asociación Americana de Psiquiatría también anunció que no todos estamos igual de graves. Si hasta en los trastornos hay niveles:

Nivel 1: Selfitis Borderline
Cuando te tomas fotos por lo menos tres veces al día, pero sin llegar a compartirlas en redes sociales.

Nivel 2: Selfitis Aguda
Te tomas fotos por lo menos tres veces al día y luego las públicas en todas tus redes sociales.

Nivel 3: Selfitis Crónica
Tomarse fotos sin control (más de 6 veces al día) y las comparte en todas sus redes sociales en repetidas ocasiones.

La neta yo siempre he desconfiado de las personas que tienen sus redes sociales repletas de selfies; me da la impresión de que viven en un mundo paralelo (y para lelos), que sólo debo tener ojos para ellas o ellos y de que difícilmente me echarían la mano si tengo algún problema ¿A poco no?

Termina su columna y se saca su selfie.


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Él temblaba casi todo el tiempo, mejor dicho, de a ratos. El tratamiento por su enfermedad le generaba un dolor interno constante como si una fiera viviera dentro suyo denstruyéndolo desde adentro y le hiciera temblar como resultado de su constante resistencia a ser herido. Apenas hace poco había aprendido a no llorar cada hora que transcurría con su dolor. Por eso quise darle algo a cambio. Si “la vida” no se lo compensaba con algo bueno más que con una enseñanza de tolerancia entonces yo le daría algo que sabía él disfrutaría y valoraría más que nada.
Un día fui a su casa, me comprometí con mis suegros a que le cuidaría.
-Mirá yernito que no es lo mismo pasar unas horas con él que todo un día, la noche es dura- me advirtió mi suegra sabiendo de antemano que yo insistiría en hacerlo. Sus padres cuidaban de él muy bien y por ello tenían más que ganado pasar un día afuera.
Fui de mediodía y mis suegros se despidieron afectuosos con él y agradecidos conmigo. Pasamos linda tarde en su patio. A ambos nos gustaba la frescura primaveral, el aroma a tierra húmeda y esa sensación de calidez que se sentía solo al exponerse a los rayos del sol, sentíamos que esa sensación era la mejor analogía para el amor.
-La vida se siente fresca por sí misma, como el gélido aire primaveral, pero si te exponés al sol, o sea, te predisponés a exponerte al amor, será un poco más cálida y grata- me dijo mientras estábamos en el jardín de su casa acostados bajo un árbol que dejaba pasar algunos rayos filtrados entre sus hojas.
A las 14hs tomaba su primera medicación y dos horas después se presentaban los efectos secundarios, que sólo eran dolores de panza y mareos leves. La mayoría de los días pasábamos la tarde juntos y me constaba que si lograba distraerse le afectaba menos. Esa tarde temblaba como resultado de la resistencia que ponía ante el dolor. Sus labios temblaban y sus manos se entorpecían, aunque casi no necesitó hacer nada. Lo atendí como a un rey. Sin embargo sus caricias en mi rostro eran suaves, las yemas de sus dedos se deslizaban como el rocío en las hojas del rosal que trepaba por la pared en la cual se hayaba la ventana de su dormitorio.
Más tarde comenzó a hacer calor. Para recuperarse de su fastidio se fue a tomar una larga ducha y yo preparé una cena temprano como su tratamiento lo demandaba. Cuando salió del baño lo recibí con las luces apagadas y unas cuantas velas encendidas. Su sonrisa en ese momento, al ver tal recibimiento, valió oro para mí.
Cenamos con una amena plática. Siempre nos hacíamos reír el uno al otro. Disfrutamos de la compañía mutua e intimidad. Tras la medicación de la noche era distinto. Su estado de ánimo se veía afectado y reír no le era fácil, además todo le era más difícil de entender pues se hayaba algo aturdido por los mareos, sumándole a ello la frustración de perder la motricidad más fina en sus manos ya que usaba la mayor parte de su concentración en intentar mantenerse quieto, incluso cuando ya lo estaba. Aún así no perdía el trato dulce para conmigo, a pesar de su enojo y frustración para consigo mismo, y sentirse así no le ayudaba para con los síntomas, pues se volvía más susceptible a los cambios de humor.
Tras la cena nos recostamos en la alfombra entre los sillones. Mientras yo acomodaba unos almohadones él fue apoyándose contra las paredes hacia su dormitorio. No quise preguntarle qué iba a hacer para no fastidiarlo. Volvió con un libro y su peluche, con el que dormía cada noche. Me senté y se recostó a mi lado apoyando la cabeza en mi regazo. Abrazó el peluche y comencé a leerle lo que era una historia revercionada de “Cenicienta”. Dos horas más tarde, quizás a mitad del libro, me detuve a corroborar el autor, pues, me atrapaba su léxico y la historia en sí; era de él mismo tras el seudónimo de I. L. Ylief.
-Si te fijas bien son las mismas iniciales que 《I Love You》, pues me inspiré en ti. Te lo dedico porque tú has sido quien me ha dado la idea de escribirlo por el modo en que me tratas. Dándome el mismo amor y felicidad que el Príncipe Encantador a Cenicienta. Me hacés sentir que un cuento de hadas puede sucederme sin necesidad de amar a una mujer- me dijo sorprendiéndome al mirarme fijo a los ojos mientras me caían unas lágrimas de conmoción y auténtica felicidad.
Lentamente se sentó y lo abracé. Sentí la suavidad y calidez del peluche en mi espalda y le pregunté soltando el abrazo.
-¿Por qué siempre lo abrazás tanto al peluche?
Bajó la mirada algo tímido, quizás avergonzado.
-Porque los abrazos son lo que mejor me hacen sentir. No podría vivir abrazado a alguien. Sin embargo el peluche va conmigo abrazado por toda la casa. Así como tus abrazos alivian mi sensación de soledad, incluso esa que se aferra tanto adentro mío que ni mi familia o el peluche logran erradicar- nuevamente me cayeron unas lágrimas de los ojos y le di un beso.
Me senté apoyándome contra el sillón y lo hice sentarse entre mis piernas fleccionadas dejándole reposar su cuerpo sobre mi torso hasta apoyar su cabeza en mi hombro, y le seguí leyendo la historia de Ceniciento y su Príncipe Eric mientras lo abrazaba. Esta vez con un espectador sentado en el sillón de enfrente, Jerry, su peluche.

No tenes idea de lo que es convivir con una persona que minimiza las enfermedades mentales, critica el cuerpo de las demás (que si es obesa o es “anoréxica”), juzga a cada persona por como se viste etc… Me haces sentir insegura, me haces invalidar mi ansiedad y desarrolle tca.

No sabes lo que se siente tenerle miedo a la comida, verte al espejo y odiar tu cuerpo, no poder vestirme como quiero por la inseguridad que me generaste, no sabes lo que se sienten los ataques de ansiedad y querer morir.

Antes de criticar, pensa.

Tengo miedo de que te marches, de que sufras tanto y no poder abrazarte, que no queden latidos donde una vez me consolaste y al final sea yo un muerto andante.

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