#alexanderalay
Tú,
en mi cama,
reescribes toda
la física moderna.
Pienso en tu boca,
en las primaveras
que guardas entre los labios,
en el milagro
si me besas.
A veces,
por las noches,
todavía te pienso
antes de dormir.
En un momento,
las flores de mi corazón crecieron,
una primavera inundó mis sentimientos,
y aquel frío invierno
en que mi alma se vio sumergida
se desvaneció ante tu presencia.
Volví a creer en la magia
detrás de los atardeceres,
en la cura existente entre dos labios
que susurran; Acá estás a salvo.
Volver al inicio era todo lo que necesitaba
mi seco corazón,
para inundarse en un mar de amor,
para sentir júbilo de nuevo.
Empacar mis maletas,
tirar a la basura la promesas que nadie cumplió,
buscar nuevas canciones.
Y ahí estás tú,
permitiéndome ser libre
de las ataduras del dolor
que se apoderó de mi
por tanto tiempo.
Cada que te leo,
siento que el cielo baja
y me abraza.
Lo que siento por ti
sobrepasa
cualquier magia,
toda mística existente.
Dejaste mucho de ti
acá conmigo,
te sigo sintiendo
cerca,
sigo escuchando
turisa.
Le das color
con tu sonrisa,
a todos mis sueños
cuando duermo.
A ti, que me curaste las alas,
quiero decirte que
mis latidos susurran
tu nombre.
Tú me hiciste sentir que no importaba lo que yo hiciera, al final del día nada sería suficiente.
No se trataba de hacernos daño y ver quien lo hacía más. Pero en eso lo convertimos.
Nos hacíamos daño, pero en la cama encontrábamos un poco de anestesia. ¿Qué relación tan tóxica, no?
“Tu sonrisa ha traído grandiosos colores a mi vida, muchos de los cuales no conocía, muchos de los cuales no creí que existiesen”.
La primera vez que te vi sonreír, algo se encendió, no sé si haya sido mi corazón o mis ojos, pero si de algo estoy muy seguro es que desde ese momento me sentí de nuevo con vida.