#fragmentos literarios

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¡Mire! Fuente, fría, fruta, fresca… ¡cuál gresca! Eternamente jugosa y gustosa, ¡qué cosa! Y hábilmente salerosa y valerosa, ¡cuán hermosa!

Entre el follaje se distingue un coco sentado en la punta de una espada que se va de paseo y deja rastro con su almohada desplumada. Crea confusión entre las cañas de azúcar posando en ellas unas cuantas arañas y vacila a las ramas haciendo sonar sus seiscientas veintiún mil campanas.

-Melanie Flores Bernholz,El capitán de proa.

Frente a su ausencia amengua la sana creencia. Mas ante su presencia, toda coherencia pierde la paciencia y de tal manera, con una simple reverencia, empalidece cualquier ciencia.

Durante su levantamiento no hay viento soplando bajo los blancos de los cielos que ose arrasar del arte el cimiento y tras su recibimiento, ya no existe descubrimiento navegando sobre los oleajes de los mares que conlleve del hombre el arrepentimiento.

Y aún así, ¡sálvese quien pueda! Que sin aliento se queda el que aviste a Isla Miento.


-Melanie Flores Bernholz,El capitán de proa.

La existencia de lo terrible en cada partícula de aire. Lo respiras con su transparencia; y se conde

La existencia de lo terrible en cada partícula de aire. Lo respiras con su transparencia; y se condensa en ti, se endurece, toma formas puntiagudas y geométricas entre tus órganos; pues todos los tormentos y todas las torturas llevadas a cabo en las plazas de ejecución, en las cámaras de tortura, en los manicomios, en las salas de operaciones, bajo los arcos de los puentes en el otoño tardío: todo eso es una obstinada permanencia, todo subsiste y se aferra, celoso de cuanto existe, a su espantosa realidad. Los hombres querrían poder olvidar mucho; su sueño lima suavemente esos surcos del cerebro, pero los sueños lo rechazan y vuelven a trazar el dibujo. Y se despiertan, anhelantes, y dejan fundirse en la oscuridad el resplandor de una luz, y beben como agua azucarada esta media luz apenas calmante.

Rainer Maria Rilke
Los cuadernos de Malte Laurids Brigge (1910)

Imagen: Theodore Major


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Son nuestras limitaciones las que nos definen; sin ellas no podemos ser aptos como funcionarios en el gran espectáculo de la existencia consciente.

Cuanto más avanzas hacia una visión de nuestra especie sin condiciones limitativas de nuestra consciencia, más te alejas a la deriva de lo que te hace ser una persona entre personas en la comunidad humana. (…) Las demarcaciones de un individuo como ser, no su transgresión por él, crean su identidad y preservan su ilusión de ser algo especial y no un engendro del azar, un producto de mutaciones ciegas. Trascender de todas las ilusiones y sus actividades emergentes, tener un control absoluto de lo que somos y no de lo que necesitamos ser para poder sobrevivir a los hechos más desagradables de la vida y la muerte, desataría las amarras de nuestros yoes autolimitados.

Moraleja: «Amemos nuestras limitaciones, porque sin ellas no quedaría nadie para ser alguien».

Thomas Ligotti
La conspiración contra la especie humana(2010)

 Enamorada de nada, de nadie. Tristeza estúpida, distracción, miedo, ausencias. Me llevan y me traen

Enamorada de nada, de nadie. Tristeza estúpida, distracción, miedo, ausencias. Me llevan y me traen. Dificultades respiratorias. Sueño y fatiga e imposibilidad de dormir. Nada de ganas de morir sino por el contrario una gran excitación. Desperté con la mano en el sexo después de haber soñado que andaba con muletas y manejaba un auto sin saber conducir y mi sexo estaba mojado en todo momento, ante todo y ante todos.
(Muchacha desnuda a caballo por el mar.)

Alejandra Pizarnik
Diarios

Imagen:Rae Perry


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oceano-agridulce:Nos acostábamos al amanecer y nos levantábamos justo cuando estaba oscureciendo. Vi

oceano-agridulce:

Nos acostábamos al amanecer y nos levantábamos justo cuando estaba oscureciendo. Vivíamos en agujeros negros con las cortinas echadas, comíamos en platos negros, leíamos libros negros. Por el agujero negro de nuestra vida nos asomábamos al agujero negro del mundo. El sol estaba oscurecido permanentemente, como para ayudarnos en nuestra continua lucha intestina. Nuestro sol era Marte, nuestra luna Saturno, vivíamos permanentemente en el cenit del averno. La tierra había dejado de girar y a través del agujero en el cielo colgaba por encima de nosotros la negra estrella que nunca destellaba.
De vez en cuando nos daban ataques de risa, una risa loca, de batracio, que hacía temblar a nuestros vecinos. De vez en cuando cantábamos, delirantes, desafinando, en puro trémolo. Estábamos encerrados durante la larga y oscura noche del alma, período de tiempo inconmensurable que empezaba y acababa al modo de un eclipse. Girábamos en torno a nuestros yos, como satélites fantasmas. Estábamos ebrios con nuestra propia imagen, que veíamos cuando nos mirábamos a los ojos. Entonces, ¿cómo mirábamos a los demás? Como el animal mira a la planta, como las estrellas miran al animal. O como Dios miraría al hombre, si el demonio le hubiera dado alas.

Vivíamos cautivados por las profundidades más hondas, con la piel ahumada hasta alcanzar el color de un habano gris por las emanaciones de la pasión mundana. Como dos cabezas llevadas en las picas de nuestros verdugos, girábamos lenta y fijamente sobre las cabezas y hombros de abajo. ¿Qué era la vida en la tierra sólida para nosotros que estábamos decapitados y unidos para siempre por los genitales? Éramos las serpientes gemelas del Paraíso, lúcidas en celo y frías como el propio caos.

Henry Miller
Trópico de Capricornio(1938)

Imagen: Djordje Prudnikoff                                                                            


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…una pareja haciendo el amor en todas las posturas imaginables.
Haciendo el amor y haciendo el odio, con una brutalidad que hace saltar las puertas de sus goznes, caer los tejados, dilatar las casas hasta que explotan quedando luego todo en ruinas sobre la pobre pareja de la que sólo quedan los genitales unidos y mojados aún en medio del silencio de las ruinas, funcionando aún como ratas trepando por lo sórdido de un lugar abandonado y misterioso.

Alejandra Pizarnik
Diarios

Si eres tú, ¿por qué tienes esa sangre sobre los labios, y tu cuerpo es luminoso y pútrido? Amor, te reconozco como hedor. Te rindo homenaje, degradación mía, enfermedad indigna y honorable. En ti saludo el imperio de la angustia, las sevicias de tu niebla amorosa. Sólo cuerpos de niebla, lacerados por exactos cuchillos, yacen con el tuyo. ¿No soy, pues, lo bastante neblinoso? ¿No soy de la materia delicada de tus pesadillas? ¿Sigue siendo mi sangre de calidad ínfima? Me percato de que no tienes rostro, criatura de foramen y sudarios descuidados, y por lo tanto me es negado tentar tu silueta.

Giorgio Manganelli
Amore(2008)

Es media noche. Antes del alba darán conmigo y me encerrarán en una celda negra, donde languideceré interminablemente, mientras insaciables deseos roen mis entrañas y consumen mi corazón, hasta ser al fin uno con los muertos que amo.

Mi asiento es la fétida fosa de una vetusta tumba; mi pupitre, el envés de una lápida caída y desgastada por los siglos implacables; mi única luz es la de las estrellas y la de una angosta media luna, aunque puedo ver tan claramente como si fuera mediodía. A mi alrededor, como sepulcrales centinelas guardando descuidadas tumbas, las inclinadas y decrépitas lápidas yacen medio ocultas por masas de nauseabunda maleza en descomposición. Y sobre todo, perfilándose contra el enfurecido cielo, un solemne monumento alza su austero capitel ahusado, semejando el espectral caudillo de una horda fantasmal. El aire está enrarecido por el nocivo olor de los hongos y el hedor de la húmeda tierra mohosa, pero para mí es el aroma del Elíseo. Todo es quietud -terrorífica quietud-, con un silencio cuya intensidad promete lo solemne y lo espantoso.

De haber podido elegir mi morada, lo hubiera hecho en alguna ciudad de carne en descomposición y huesos que se deshacen, pues su proximidad brinda a mi alma escalofríos de éxtasis, acelerando la estancada sangre en mis venas y forzando a latir mi lánguido corazón con júbilo delirante…
¡Porque la presencia de la muerte es vida para mí!

Howard Phillips Lovecraft
Los amados muertos(1924)

El pálido rostro de Tôru, delicadamente esculpido, era como el hielo. No manifestaba emociones, ni afecto ni lágrimas.
Pero él conocía la felicidad de observar. La Naturaleza se lo había dicho. Ningún ojo puede ser más perspicaz y agudo que el ojo que nada tiene que crear, que no tiene más que mirar. El horizonte invisible más allá del cual no podía penetrar el ojo consciente era mucho más remoto que el horizonte visible. Y todo género de entidades surgían en las regiones visibles y accesibles a la conciencia. El mar, las naves, las nubes, las penínsulas, el rayo, el sol, la luna, las miríadas de estrellas. Si ver es una cita entre el ojo y el ser, es decir, entre el ser y el ser, entonces debe ser como las imágenes reflejadas de dos seres. No, se trataba de algo más. De ver más allá del ser, de cobrar alas como un pájaro. Transportaba a Tôru a un reino invisible para los demás. Allí incluso la belleza poseía unos confines podridos y costrosos. Tenía que haber un mar nunca profanado por el ser, un mar sobre el que jamás aparecieran los barcos. Tenía que haber un reino en donde en el límite de todas las capas diáfanas nada surgiera, nunca un reino de añil sólido y firme en donde la visión se despojara de todas las argollas de la conciencia y se tornara transparente, en donde los fenómenos y la conciencia se disolvieran como el óxido plúmbico en ácido acético.
Para Tôru la felicidad consistía en lanzar sus ojos hasta tales distancias.

Yukio Mishima
La corrupción de un ángel(1971)

He experimentado el orgullo y el placer íntimos de ver cobrar forma gradualmente el concepto en el horizonte. He puesto allí mi mano desde fuera del mundo y he creado algo y no he saboreado la sensación de ser arrastrado al mundo. No me he sentido recogido como la ropa lavada cuando llega un aguacero. Ninguna lluvia ha caído que me diera existencia dentro del mundo. Al borde del anegamiento intelectual, mi claridad se ha mostrado segura del oportuno rescate de los sentidos. Porque la nave ha cruzado siempre. Jamás se ha detenido. Los vientos marinos han trocado todo en mármol veteado, el sol ha mudado en cristal el corazón.
He confiado en mí mismo hasta el grado de la tristeza.

Yukio Mishima
La corrupción de un ángel(1971)

¿De dónde proceden las dificultades en mi existencia? ¿O por decirlo de otra manera, la ominosa tersura y disposición de mi existencia?
A veces pienso que semejante serenidad se debe al hecho de que mi existencia es una imposibilidad lógica.
No es que yo formule a mi ser difíciles preguntas. Vivo y me muevo sin un poder motivador pero eso es tan imposible como el movimiento perpetuo. Tampoco es mi destino. ¿Cómo puede ser un destino lo imposible?
Parece como si desde el momento en que nací en esta Tierra mi ser supiera que era contra toda razón. No nací con defecto alguno. Nací como un ser humano imposiblemente perfecto, una perfecta película negativa. Pero este mundo está lleno de positivos imperfectos. Sería terrible para ellos revelarme, cambiarme en un positivo. Por eso es por lo que me temen tanto.
Lo que más me ha divertido ha sido el solemne precepto de que sea fiel a mí mismo. Eso es una imposibilidad. Si hubiera tratado de obedecerlo, habría muerto inmediatamente. Sólo hubiera podido significar hacer una unidad del absurdo de mi existencia.
Habrían existido medios de no haber poseído yo dignidad. Sin dignidad habría resultado fácil lograr que otros y yo también aceptáramos todo género de imágenes distorsionadas. ¿Pero es tan humano ser desesperadamente monstruoso? Aunque desde luego el mundo se siente seguro cuando lo monstruoso es realidad.
Soy muy cauteloso pero me falta en gran medida el instinto de autoconservación. Y tanto me falta que a veces me embriaga la brisa a través del foso. Como el peligro es lo habitual, no existen crisis. Bien está tener un sentido del equilibrio porque no me es posible vivir sin un milagroso género de equilibrio; pero de repente se torna en un cálido sueño de desequilibrio y colapso. Cuando más grande es la disciplina, mayor es la inclinación a la violencia y llego a cansarme de accionar el botón de control. No debo creer en mi propia docilidad. Nadie sabe qué sacrificio constituye para mí mostrarme amable y dócil.
Pero mi vida ha sido sólo deber. He sido como un torpe grumete. Sólo gracias a los mareos y las náuseas he podido sustraerme al deber. La náusea correspondía a lo que el mundo llamaba amor.

Yukio Mishima
La corrupción de un ángel(1971)

Sí. Las olas, al romperse, constituían una clara visión de la muerte. Así se le antojaban a él. Boca

Sí. Las olas, al romperse, constituían una clara visión de la muerte. Así se le antojaban a él. Bocas entreabiertas en el instante de la muerte.
Jadeando en la agonía, vertían innumerables hilos de saliva. En el crepúsculo la púrpura terrestre se trocaba en una boca lívida.
En la boca entreabierta del mar se hundía la muerte. Mostrando una y otra vez, al desnudo, la muerte, el mar era como una fuerza de policía. Rápidamente disponía de los cuerpos, ocultándolos a las miradas de la gente.
El catalejo de Tôru captó algo que no debería estar allí.
De repente sintió que un mundo distinto era extraído de aquellas mandíbulas entreabiertas. Como no era dado a ver fantasmas, parecía indudable que existía aquello. Pero ignoraba qué era. Tal vez se trataba de una trama formada por organismos microscópicos en el mar. Un mundo diferente aparecía a la luz que centelleaba en las oscuras profundidades y él sabía que era un lugar que conocía. Quizás tuviera algo que ver con recuerdos incalculablemente lejanos. Si existía una vida anterior, entonces se trataba de eso. ¿Y cuál sería su relación con el mundo que Tôru estaba constantemente buscando, un paso más allá del horizonte? Si era un juego de algas marinas en los vientres de las olas al romperse, entonces quizás el mundo entrevisto en aquel instante constituía una miniatura de las rosáceas y purpúreas grietas y cavidades viscosas de las hediondas profundidades. ¿Pero existían los resplandores y centelleos de un mar atravesado por los rayos? No era posible tal cosa en aquel tranquilo mar del crepúsculo. Nada había que exigiera que aquel mundo y este mundo fuesen contemporáneos. ¿Se hallaba en un tiempo diferente el mundo que había atisbado? ¿En un tiempo distinto del medido por su reloj?

Yukio Mishima
La corrupción de un ángel(1971)

Imagen: Ansel Adams


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 ¿Y cuáles son los cinco signos de la caída del ángel? Cuando un ángel se remonta y revolotea emite

¿Y cuáles son los cinco signos de la caída del ángel?

Cuando un ángel se remonta y revolotea emite por lo común una música tan bella como ninguna música, ninguna orquesta y ningún coro podrían imitar; pero cuando la muerte se aproxima, la música se extingue y la voz se torna tensa y débil.

En tiempos normales, tanto de día como de noche, fluye del interior de un ángel una luz que no admite penumbra, pero cuando la muerte se acerca la luz se debilita de repente y el cuerpo se envuelve en tenues sombras.

La piel de un ángel es tersa y se halla bien ungida e incluso si se sumerge en un lago de ambrosía rechaza el líquido como hace la hoja del loto; pero cuando se acerca la muerte, el agua se adhiere y no se desprende.

La mayoría de las veces un ángel, como un molinete de fuego, ni se detiene ni es asible en lugar alguno, está allí y aquí casi al mismo tiempo, se escabulle, se mueve y escapa, pero cuando la muerte se aproxima permanece en un lugar y no puede huir.

Un ángel transpira una fuerza que jamás parpadea, pero cuando la muerte se acerca la fuerza desaparece y el parpadeo se torna incesante.

Éstos son los cinco signos mayores: las túnicas antaño inmaculadas se tornan sucias, las flores de la corona se ajan y caen, el sudor brota de las axilas, un fétido hedor envuelve el cuerpo, el ángel ya no es feliz en su propio lugar.

Yukio Mishima
La corrupción de un ángel(1971)

Imagen: Andreas Birath


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Habiendo visto muy poco, vivido muy poco, pero habiendo ya sentido mucho, había acumulado y retenido en mí las suficientes formas distintas, los suficientes pensamientos y sentimientos diversos como para construir una existencia silenciosa por fuera, violenta y rugiente por dentro, en resumen, llena de bellezas plásticas y morales —o al menos yo las consideraba así—. Aquella existencia que solo puedo comparar a un templo en un desierto, la poblé con toda clase de cosas y todo tipo de gentes, hechos que había captado al aire, tomados también de lo que había leído en los libros. Y mi imaginación hacía el resto. Desde luego, aquello a veces resultaba incoherente y quimérico. Le faltaba armonía, la fuerza creadora de la realidad, pero yo me divertía enormemente. Y no tardé en desarrollar en mí, cada día más, mediante un entrenamiento continuo, gracias a una especie de curioso automatismo cerebral, tal potencia de ideación, un frenesí de evocación tan extraordinario, que mis sueños tomaban, por así decir, una consistencia corporal, una tangibilidad orgánica, en la que mis sentidos se creaban la ilusión perfecta de estar ejercitándose, de exaltarse más que con las realidades.

Octave Mirbeau
Memoria de Georges el amargado(1899)

Cada lectura es un acto de resistencia. ¿De resistencia a qué? A todas las contingencias. Todas: —So

Cada lectura es un acto de resistencia. ¿De resistencia a qué? A todas las contingencias. Todas:
—Sociales.
—Profesionales.
—Psicológicas.
—Afectivas.
—Climáticas.
—Familiares.
—Domésticas.
—Gregarias.
—Patológicas.
—Pecuniarias.
—Ideológicas.
—Culturales.
—O umbilicales.
Una lectura bien llevada salva de cualquier cosa, incluso de uno mismo.
Y, por encima de todo, leemos contra la muerte.

Daniel Pennac
Como una novela(1992)

Imagen: Masao Yamamoto


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