#escritor

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Solía pensar que las medias naranjas se ven extrañas sobre mis piernas.

Que los fuegos artificiales siempre ocurren en un roce de sonrisas.

Que la marea siempre une a los cuerpos que necesitan del contacto mortal y surrealista.

Solía pensar todo eso hasta que tú llegaste.

Tú, rompiendo las reglas y besando los meñiques de mis pies dorados en la arena.

Tú, que eras lo que menos había esperado. El más disparejo, el menos indicado.

Rompías cada regla del manual, y cualquiera diría que debería alejarme.

Eras la mismísima señal de problemas, pero ambos destruimos el mundo del otro, dejando libros tirados por doquier y besos esparcidos en cada lunar.

Hasta que todo quedó en blanco.

Tú y yo en uno de esos infinitos tan largos que podría contar tus pestañas y cada peca en el costado de tu cuello.

Solía pensar que solo cierto tipo de personas se hacían daño a si mismas.

Sí, solo unos cuantos. Unos pocos, perdidos en el vasto universo donde no todos nacen sabiendo respirar.

Fue ahí cuando me pegó. Era mentira.

Todos, o bueno, la mayoría, sí se hacen daño.

Con un tic, una manía, un movimiento repetitivo. Por Dios, frases, insultos, miradas.

Personas que dejan de comer, que comen mucho. Solo duermen, se privan de ese vicio.

Una lista interminable. Mucho. Poco. Real. Ficticio. Mal.

Mal.

Mal.

Mal.

Cada quien tiene su propio metodo de autodestrucción. Cada quien conoce su mayor debilidad, su talón de Aquiles.

Y cada quien lo usa en cierta medida y cuanto le plazca, pues al final, somos los monstruos debajo de nuestras propias camas

Somos las razon por la que vivir en el silencio y la oscuridad es tan aterrador, pues es ahí cuando nuestros pensamientos salen a la luz, sí, esos que saben cómo afilar el arma para nuestro propio final.

Escriben y te hacen sentir sobre dolor, poetas completamente enamorados que han encontrado el verdadero amor. Escriben y te hacen sentir sobre el amor, poetas heridos a profundidad que tienen el corazón inmensamente roto.

Porque ese hermoso don tiene el poeta, convierte cada uno de sus poemas y escritos en una hermosa y atormentada paradoja existencial, que camina de la mano de la ironía romántica y de esa fantasía potencial.

Y nosotros, sus lectores, sólo tenemos un caminos: caer ante su sublime dominio y abrazar con fuerza lo que con tanto ahínco ellos nos llevan a sentir, eso que nos roba el aliento y nos provoca suspirar, ya sea por lo profundo que es amar o por el infortunio que provoca del dolor.

El don de un poeta

@jorgema

Te extraño, esta noche más que cualquier otra. La temperatura superando el umbral de tolerancia al frío, la lluvia incesante chocando contra mi ventana, la magia de un viernes por la noche que se sabe donde comienza pero no acaba. Imposible no recordar esa vez en tu habitación, cuando dos cuerpos se convirtieron en uno.

Lluvia de dos noches

La temperatura superando el umbral de tolerancia al frío, la lluvia incesante chocando contra mi ventana y el vivo recuerdo de tus manos cálidas encontrándose con mi cuerpo.

Que ganas de volver a sentir(te)

Buena compañía

Estar acostados en la misma cama, uno al lado del otro, mirándonos a los ojos con la más pura intención mientras en el fondo se sienten las gotas de la intensa lluvia que se estrellan contra la ventana. Compartir un café, quizás dos, escuchar tu disco favorito y hablar de la inexistencia de Dios, fumar un cigarillo y preocuparse de dónde botar las cenizas.

El uno al lado del otro… qué bonito ha de ser.

Mi lengua, que tiene la delicia de encontrarse con sus labios, con su lengua, su sonrisa, con su voz, con su cuerpo, contigo. Comenzar desde allí para luego descender a través de tu piel sin prisa, pero sin pausa. Sintiendo como cada milímetro de tu piel reacciona a su paso y cómo mientras tus manos me tiran el pelo dirigiendo mi cabeza para que vaya de un lugar a otro, mi lengua. Calma sentir fuego luz agua el pleno desierto más tierno será en la oscuridad de la noche estrellada dame la mano conduce tú no hay llaves tienes encendedor vértigo en la curva de tu pierna otoño primavera el invierno una taza café te extraño arde calor no hay ropa desnuda desnudo oh dios tu cuerpo me encanta divago soy delirio mero incienso quizás bencina un destilado prefiero ser alcohol vos se mi llama acaba me voy regreso te miro he vuelto. He vuelto.
Perdona, suelo perderme en ti.

Lápiz pasta azul genérico favorito

Hace un tiempo leí una historia de amor que terminaba mal, me dio pena porque me había visto reflejado en ella como si el papel fuese una poza de agua que quedó tranquila después de la lluvia, y que al prestarle atención te saluda pero que al tocarla te distorsiona hasta hacerte desaparecer.

No he tenido suerte últimamente, el paso de los días se me hace extraño y todo el tiempo pienso en lo que haré cuando vuelva lo que nombré alguna vez normalidad. Pero sí debo decir que he recuperado algo que había perdido y que me tenía triste, más triste que mis historias de amor que mal terminaron. He recuperado esa chispa de querer escribir, de leer en voz alta cada una de mis palabras y entonarlas para que suenen como poesía aunque no lo sean, gritarlas incluso aunque no sean dignas de ser escuchadas. He recuperado el querer que exista algo a lo que le dediqué algún tiempo de mi vida en crear.

Ayer escribí un poema sobre las hojas de otoño, antes de ayer escribí un cuento para dormir y el día anterior a ese escribí esto en un papel que convertí en ceniza por ser frío, pero cuya frialdad era tal que mis manos quemó y ahora arrepentido entre lágrimas escribo de nuevo.

Quiero dejar por escrito, que quiero volver y que dejaré de borrar, ya no le temo a mi reflejo ni a desaparecer; mi mayor miedo es ahora.

Quién diría que al final ese mismo trauma se convertiría en mi novela favorita. Sigue repitiendo patrones que yo seguiré cargando mi puñal en mi ojal de vida. Sin ira, orgulloso de saber que hice del filo la piel de una serpiente vívida.
Tímida, somnolienta, descansa en la ventana el recuerdo.

Él hacía todo porque estaba enamorado y tenía la esperanza de que alguna vez ella lo quisiera también.

Las cosas que perdimos en el fuego

Dónde sea que estés ahora; 

He pensado en ti.  

Siempre pienso en ti y cuando no lo hago, hay algo a mi alrededor que me lleva a pensarte. Hay noches en la que me encuentro pensando en donde estarás, ¿has estado bien? ¿has podido sonreír?¿cuál fue el motivo de tu sonrisa? Esas noches trato de alejarme lo más que puedo del móvil porque no quiero cortar esa distancia que has puesto. No la siento justa, siento que si la cruzo puedo generarte un malestar involuntario y yo nunca soy de los que daña a las personas que quiero. Porque hay palabras que no son puestas en mi boca pero que si te estuvieras a verme tan solo un instante sabrías lo que mis ojos comunicarían. 

 Te quiero. 

 Si, lo hago. 

Y después de tu partida he comenzado a escribir cartas dispersas que han quedado en el olvido, las guardo en una caja de zapatos. Creo que te la llevarías si supieras, no están altas te lo aseguro. Estoy muy seguro que los tacones que te han dado tus esguinces pueden alcanzarla. Quizá algún día te ahorre el trabajo y te las mande. O quizá no, porque eso significa que es un adiós y no estoy seguro de estar listo ahora. Conservo todavía tu figura dormida la última vez que te vi, te grabé en mi memoria y creo que estará conmigo una buena temporada. Puedo imaginarte aquí conmigo en mis noches oscuras, siempre has sido la luz en medio de la oscuridad que me embargaba. Hay días en que quiero estar en silencio contigo, hay otros días en que me siento tan egoísta que no debería desear eso.   

 ¿Que se supone que debería hacer? 

 Conservo tantas cosas tuyas después de tu partida que no estoy seguro como haré para olvidarlas. 

 Conservo la forma en que dormías a mi lado. 

 Conservo la sensación de mis dedos enredado en tu cabello.

 Conservo tu sonrisa en mi balcón y tus canciones que te hacían sentir poderosa. 

 Conservo la paz que llenaste mi corazón. 

 Conservo la enseñanza que dejaste incluso cuando reías. 

 Te echo de menos.. pero se que estás donde tienes que estar. Y recuerda algo muy bien; Donde sea que estés, no dejes de brillar. 

Sigue inspirando a los demás. 

 Te quiero, Layla.

 Algún día te diré adiós, pero no ahora. 

 No estoy listo.

La peor forma de sentirse solo es cuando uno está rodeado de gente.

Rapidinha na cozinha…Despertei no susto, pois eu tinha escutado barulho na cozinha. Ao abrir

Rapidinha na cozinha…

Despertei no susto, pois eu tinha escutado barulho na cozinha. Ao abrir meus olhos, percebi que estava sozinho naquela grande cama, mas sentia o perfume do corpo de Simone e por mais que eu estivesse relaxado, senti minha excitação voltar.

Aos poucos fui me levantando da cama. Minhas roupas estavam dobradas e em cima da poltrona e fui me vestindo e percebendo que logo fiquei de pau duro. Além de eu ter transado com a Simone, aparentemente, eu estava tendo um “controle” sobre ela e aquilo sim me deixou feliz.

Arrumado, saí do quarto de Simone, seguindo os sons que viam da cozinha. Ao me aproximar, vejo aquela deliciosa de calça legging preta e uma blusinha de alcinha fina. Enquanto aquela mulher estava de costas para mim, eu apreciava a bunda dela e senti meu pau latejar.

“-Será que o que aconteceu entre a gente foi sorte ou realmente tenho Simone em minhas mãos?”

Aquele pensamento me lançou uma espécie de “desafio” pessoal. E resolvi me aproximar de Simone, justamente para “testar” a minha teoria.

Assim que Simone me viu, abriu um sorriso e me olhou de um jeito carinhoso. Eu, pelo contrário. Olhei para ela com minha cara de safado, com uma vontade louca de, literalmente falando, comê-la.

-Oi Miguel. Como está?

Me aproximei de Simone e passei a mão no rosto dela, mais especificamente para colocar os cabelos atrás de sua orelha e ver que ela sentiu quando eu toquei nela.

-Estou ótimo, mas quero mais! Muito mais! – eu disse e continuei a olhar para Simone, que sorria toda feliz.

-Você pode tudo Miguel. – falou Simone, batendo uma massa de bolo e eu indo ficar atrás dela.

Com uma das minhas mãos eu afastei o cabelo de Simone e passei meus lábios naquele macio e cheiroso pescoço, para falar no ouvido dela:

-Eu quero tantas coisas com você…

Passei minha língua bem úmida na pele de Simone, que vi que ficou toda arrepiada. Parando de fazer um bolo qualquer, Simone colocou suas mãos na pia, enquanto eu comecei a roçar meu pau duro na bunda dela e ouvi-a dizer:

-Miguel. Você não imagina quanto tempo fiquei sem…

Sem conseguir completar a frase porque eu enfiei minha língua no orelha dela, eu resolvi completar a frase:

-Sem sexo Simone?

-Uhum! Só que é mais do que sexo é… Ai Miguel! Essa sua língua…

Virei Simone para que ficasse de frente para mim e comecei a beijá-la na boca, como se fosse a primeira vez, de um jeito delicado, para em poucos segundos, nos devorarmos com nossas bocas. Quando paramos, olhei para ela e disse:

-Ainda não estou convencido de que posso ter tudo de você. – falei com sinceridade e pela primeira vez, com uma espécie de “aperto” no coração.

Simone continuava a sorrir para mim e tocando meu rosto com suas mãos, olhou para mim e falou:

-Sou toda sua Miguel. E não é só porque você me fez gozar divinamente, mas porque me faz feliz.

Esperando um pouco para falar, ela voltou a fazer um carinho gostoso na minha barriga, provocando-me uma sensação engraçada, que quase me fez rir.

-Pode até não parecer, mas eu gosto muito de sexo. Talvez até mais do que você. – Simone sorriu e voltou a ficar de costas para mim, virando seu pescoço para me olhar com uma cara de safadinha que me deixou louco.

-Por isso, você pode fazer ou pedir o que quiser Miguel. Sou sua…

Empinando a bunda, Simone começou a rebolar gostoso contra o meu pau duro e eu agarrei a cintura dela com vontade. Subi uma mão pelas costas dela e enrolei os cabelos soltos de Simone em minha mão para agarrar e puxar com força. Simone gemeu e continuou a rebolar gostosamente em cima da minha pica, provocando-me arrepios e ardência.

Passei minha língua com vontade no pescoço de Simone e falei com autoridade:

-Você é minha escrava!

-Sou Miguel. Sou sua escrava!

Puxei com mais força o cabelo dela e Simone comeou a gemer mais alto. Aquilo foi o ápice de uma explosão até pouco tempo contida.

-Minha puta!

-Adoro ser xingada, Miguel! Continua!

-Vagabunda! – falei sorrindo e tirando com força a calça legging de Simone.

-Vou te foder Simone! Vou te foder a hora que eu quiser. Como eu quiser!

-Sim Miguel! Vem!

-Cala a boca sua puta! – ordenei e dei uma bofetada com força na bunda de Simone, que gemeu ainda mais alto.

Arranquei a calcinha preta de Simone que rasgou com facilidade e me abaixei um pouco, já tirando meu pau para fora, enquanto Simone empinava sua bunda, deixando sua boceta no ângulo ideal para que eu a penetrasse. Entrei colocando meu pau duro com força dentro daquela boceta quente e molhada. Com força, agarrando a cintura de Simone, fui comendo ela com uma “fome” desmedida.

Simone gemia e rebolava. Às vezes, eu conseguia ouvi-la sorrir e pedindo para que eu fizesse de tudo com ela. Agora, meu prazer só veio mesmo quando agarrei os peitos dela por baixo da blusa e claro, com os sons de gemidos e ouvindo Simone gemer e falar repetidamente:

-Mete com força que eu gozo Miguel.

Dito e feito! Meti com vontade, com toda a excitação que tenho por aquela mulher. Parecia nossa primeira transa e quando estava chegando ao meu limite, Simone gemeu longamente e disse, para a minha surpresa:

-Estou gozando… Não aguento mais ficar de pé…

Não havia entendido aquilo e até me assustei quando percebi as pernas de Simone perder a rigidez. De pernas bambas, segurei Simone para que ela não caísse de uma vez ao chão. Tremendo todo o corpo, vi Simone rir, de olhos fechados e dizendo para mim:

-Pode continuar Miguel! Me fode!

-Gostosa! – falei para Simone e a virei de costas para mim. Estávamos deitados no chão da cozinha dela e quando eu vi a boceta dela, não esperei, fui logo a penetrando novamente e consequentemente, comecei a socar meu pau com vontade e felicidade. Metia meu pau até o máximo, xingando Simone de todos os nomes mais sujos e pesados que eu conseguisse, com ela me respondendo:

-Sua puta! Vagabunda! Vadia!

-Sou tua, Miguel. Tua escrava!

-A hora que eu quiser…

-Sim, Miguel.

-Quero realizar todas as fantasias com você, minha escrava!

-É o que eu mais quero. Você pode tudo.

O gozo feio forte, como um jato e por mais que a minha consciência pedia, eu continuava a meter dentro de Simone. Na realidade, eu queria tirar meu pau, por medo de qualquer coisa que fosse dar problemas para mim no futuro. Eu não estava confiante em relação ao fato de Simone não poder ter filhos…

Fiquei em cima de Simone, sentindo meu pau amolecer aos poucos e por fim, saí de cima dela, para então, ser surpreendido por aquela deliciosa, que veio me abraçar e beijar na minha boca.

-Gostoso! Não vejo a hora da próxima…

-Nossa! Você é perfeita, sabia? – olhei para Simone me sentindo feliz e satisfeito.

Simone olhava-me diferente, mas não de uma maneira ruim. Apenas, diferente.

-Vai Miguel. Toma um banho, enquanto eu continuo a preparar meu bolo. Depois eu tomo um banho e…

-E? – perguntei curioso.

-E você pode o que quiser. Temos a tarde toda livre.

-Então quem sabe, você não me conta sobre seu projeto?

-Vai me ajudar?

-Claro que vou.

-Ai Miguel. Você é um fofo!


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Finalmente nós nos pegamos!Simone foi andando calmamente até o seu quarto e rebolando deliciosamente

Finalmente nós nos pegamos!

Simone foi andando calmamente até o seu quarto e rebolando deliciosamente na minha frente. Eu já estava de pau duro, mas meu membro ficou a latejar dentro da minha cueca, assim como o meu nervosismo aumentou. Nunca na vida eu fui tão autoritário e “mandão” com uma mulher. Achava isso muito “filme americano”, coisa de literatura, essas coisas.

Ao entrarmos no quarto, eu fechei a porta e tranquei a porta. Eu e Simone nos olhamos de uma forma bem comprometida. E eu só pensava:

“-Que mulher linda e gostosa!”

Simone não sabia ao certo o que fazer e onde ficar, por isso, esperou que eu me aproximasse. Fiquei tão perto dela que sentia sua respiração, tão ansiosa quanto a minha e eu falei para ela:

-Você é minha, Simone. Toda minha para eu fazer de tudo, a qualquer hora e lugar. Você concorda?

Fiquei louco para que ela me respondesse logo e assim que escutei um “sim”, fiquei aliviado.

-Quero fazer tanta coisa com você, Simone. – falei para ela, colocando a minha mão no rosto dela e depois, em sua nuca.

Simone, ao receber meu carinho, fechou seus olhos e logo a senti ficando arrepiadinha, para ela me falar algo que me encheu de felicidade:

-Miguel, você pode fazer o que quiser comigo. Eu gosto tanto de você e me sinto tão bem perto de você, que…

Simone para de falar, porque estou justamente passando a minha mão esquerda entre as pernas dela, alisando, mais precisamente, sua coxa esquerda.

Vejo Simone querendo continuar a falar, mas ficou com a boca aberta, ainda de olhos fechados. Notei os pelos do corpo dela eriçados e um leve gemido por parte daquela gostosa a poucos centímetros de mim.

-Quero experimentar de tudo com você. E claro, quero experimentar você. Agora!

Minhas mãos tremiam quando eu tocava Simone. Parecia como um viciado, com uma droga na mão, louco para possuí-la e sentir o máximo de prazer.

Continuava a subir a minha mão esquerda por entre as coxas de Simone e voltei a acariciar o rosto dela. Uma mistura de vontades cresceu dentro de mim. Tenho tanta vontade de dar uma bofetada no rosto de Simone, como a passar as minhas mãos levemente por todo o corpo dela.

“-O que eu faço primeiro? Quanta coisa eu quero fazer com essa morena!” – pensei ainda sentindo minhas mãos tremerem.

Assim que senti minha mão esquerda tocar a calcinha macia de Simone, comecei a masturbá-la usando meus dois dedos. Ali embaixo, tudo começou a ficar quente e úmido e eu continuava.

Fechei meus olhos e me aproximei mais de Simone, a fim de beijá-la na boca. Para dizer a verdade, nós nos engolimos, de tanto que estávamos nervosos. O beijo era tão gostoso e ao mesmo tempo, tão provocante, que senti Simone me envolver num abraço carinhoso.

Senti os seios dela contra o meu peito e a respiração de Simone aumentar, assim como a minha. Nossas línguas eram assanhadas e faziam a temperatura do nosso corpo se elevar.

Quando afastei a calcinha dela com os meus dedos, senti uma boceta raspadinha, quente e úmida. Minha imaginação cresceu sobre a vagina de Simone, mas eu não queria pensar sobre isso e sim, ver. Então parei de beijar a Simone e levei meus dedos, que antes estavam entre as pernas daquela morena para o meu nariz. Senti um “perfume” que me ludibriou. Parecia que eu cheirava o mais gostoso doce que eu poderia provar e isso fez com que eu ficasse maluco!

Assim, levei minhas mãos até os ombros de Simone e afastei as alcinhas de seu vestido e forcei a queda do tecido. Primeiro passou pelos ombros, depois, quando aqueles peitos grandes e lindos me foram “revelados”, continuei a descer aquele vestido, vendo a barriga dela e por fim, chegar até a cintura, para que Simone pudesse continuar a descida. A única coisa que ainda havia era uma calcinha branca, pequena e sensual.

Simone ficou envergonhada e tímida, enquanto eu a olhava.

-Como você é gostosa! – falei ainda olhando cada pedacinho daquela morena, com desejo na ponta da minha língua.

-Deite-se na cama, delícia! – falei quase que empurrando Simone, para depois, dizer:

-Antes de se deitar, fique de quatro para mim.

Simone então fez o que eu pedi e ficando de quatro, logo vi a bunda dela e todo o seu maravilhoso corpo. A bunda era na medida em que eu gostava não muito grande e nem pequena, mas com volume. E que bunda linda e boa para pegar, tanto que eu enchia a minha mão com gosto. Também não poderia deixar de dar uns “tapinhas”. Abaixei a calcinha dela bem devagar e então eu disse para Simone:

-Antes de você começar a fazer a massagem, eu quero muito saber como é o gosto da sua boceta!

-Certo. Estou louca para sentir sua boca aqui. Estou molhadinha só por sua causa, Miguel.

A voz melosa de Simone e o tanto que ela é gostosa, quase que me fez atacá-la de uma vez, mas me segurei. Haverá momentos em que eu farei exatamente isso, ou seja, que eu vou pegar Simone de jeito e fazer de uma maneira sem muito carinho e delicadeza.

-Deite-se de barriga para cima e abra suas pernas.

Fazendo como eu pedi, Simone foi para debaixo dos lençóis e me esperou. Antes de me deitar, tirei minha roupa bem devagar, com Simone a ponto de me “comer” com seus olhos. O ponto alto foi quando eu tirei minha calça e ela logo viu o tamanho do meu membro, pulsando ainda dentro da cueca. Assim que fiquei nu, Simone não tirava seus olhos da única coisa que eu quero que ela me massageie.

Comecei a passar as minhas mãos nos pés de Simone e fui subindo, com certa pressa. Canelas, batatas e até atrás do joelho, eu passava a minha língua. Continuei a lamber as coxas de Simone, cada pedacinho, mas assim que minha boca já estava desbravando as coxas internas, logo eu pude sentir o cheiro de boceta. Olhei para aquela xaninha linda, pequena e delicada. Tudo “escondido”. Passei minha língua com gosto na vagina quente e com gosto forte. Quanto mais eu saboreava aquela boceta, mas meu corpo tremia em vontades alucinantes de atacar aquela mulher.

Simone já me pegava pelos meus cabelos, acariciando levemente. Foi só quando eu comecei a lamber seu clitóris que o momento ficou mais surreal. Surreal porque Simone começou a gemer e a ficar com o corpo mais trêmulo.

Enquanto eu me lambuzava entre as pernas de Simone, esta mais gemia e se contorcia em cima da cama. Eu pude apreciar bem também o cu dela, imaginando que “mais tarde” eu teria uma experiência anal com aquela gostosa.

“-Eu realmente quero experimentar de tudo com essa mulher. Quero que ela me realize até fantasias que eu não sabia que curtia. Claro, comigo a dominando.”

Assim que endureci minha língua e fui estocando-adentro daquela boceta, Simone começou a gravar suas unhas nos lençóis e no colchão da cama. Abria bem as pernas e eu me embrenhava com a minha língua, que já dava sinais de câimbra e outras dores.

Meu cacete já não latejava mais, ficando “apenas” duro. Minhas mãos “passeavam” por todo o corpo de Simone, mas eu fiquei com as minhas mãos “estacionadas” em seus peitos. Sentia na ponta dos meus dedos, as aréolas grandes e os bicos achatados, pequenos.

Eu já não estava mais aguentando tanta vontade e resolvi ir para cima de Simone, sem esperar por massagem e nem outras coisas.

Simone até que tentou me abraçar e me envolver com seus braços, mas eu resolvi me levantar um pouco e prendi as mãos dela acima de sua cabeça, com força. Ela, sorrindo para mim, me pedia com os olhos para que eu a fodesse e assim aproveitei que ela estava de pernas abertas e “mirei” meu pau com minha outra mão.

Parecia que aquela boceta era de uma virgem inexperiente. Avancei o meu pau com tudo dentro daquela boceta, como que “rasgando” aquela morena, que gritou de dor, mas também gritava:

-Vai! Mete tudo dentro de mim. Isso! acaba comigo. Vai! Estou quase lá, Miguel. Miguel, não tenha dó de mim.

E como a pedidos, continuei a penetrar naquela boceta apertadinha. Eu me tremia todo de tesão e quando coloquei todo o meu pau dentro dela, comecei a socar como um animal no cio. Simone sorria feliz e de olhos fechados. Enquanto eu socava com vontade, louco para gozar e vi os peitos dela se moverem conforme as minhas metidas dentro daquela xaninha. O cheiro de sexo espalhava-se pelo quarto, assim como o suor do meu corpo.

Eu queria transar com Simone de todos os jeitos, posições e formas, mas cedi aos impulsos e deixei meu corpo em cima dela, abraçando-a. Agora, de corpos colados, fui socando meu pau com velocidade e força.

Ao mesmo tempo em que eu queria prolongar aquela foda, também queria sentir o prazer que estava acumulado há dias, dentro de mim.

-Vou gozar Simone! – falei no ouvido dela, dando uma lambida.

-Goze! Goze que eu já estou gozando, Miguel.

Nisso, vi o rosto de Simone se transformar. Sorrindo de boca aberta, mostrando todos os dentes para mim e ainda de olhos fechados, aquilo me fez aumentar a força das minhas socadas. Em segundos, eu tirei meu pau de dentro daquela xaninha e segurei meu pau, me jogando ao lado de Simone.

Tentava parar a quantidade de porra que saía do meu pau e curiosamente, Simone veio para cima de mim, me avisando:

-Pode gozar dentro de mim? Não posso ter filhos, Miguel.

“-Como eu poderia saber?” – pensei.

Simone, suada e toda cheia de sorrisos, pegou em minhas mãos, melecadas de porra e anunciou:

-Pode gozar em cima de mim também. Eu adoro sentir porra no meu rosto, me lambuzar e…

Escutando aquilo, eu só poderia fazer uma coisa:

Agarrei a Simone pelas mãos e puxei para perto de mim. Peguei na nuca dela e direcionei a cabeça dela para que ficasse entre as minhas pernas e falei:

-Então chupa tudo isso. Agora! Quero que você me limpe com sua boca.

Que vontade de xingá-la dos piores nomes!

Enquanto ainda gozava, sentia uma espécie de “frescor” no meu corpo, que até fazia um “chiado” nos meus ouvidos. Amolecendo minhas pernas, fui sentindo Simone lamber e sugar minha porra, que estava espalhada pelas minhas mãos, abdômen e por toda a região do meu cacete.

Para a minha surpresa, Simone sugava e engolia minha goza. Mas, comecei a me debater de prazer quando ela começou a chupar forte o meu pau, continuando o prazer que eu pensava ter acabado.

Na realidade, eu pensava que Simone estava sugando todas as minhas energias, pois, quando eu fechei meus olhos, nada mais vi. Fui engolido pelo mais profundo sono.


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Manhã de sábado.Quando cheguei à cozinha, as duas amigas lá estavam conversando sobre outra coisa qu

Manhã de sábado.

Quando cheguei à cozinha, as duas amigas lá estavam conversando sobre outra coisa que eu não achei do meu interesse. Ao olhar para a Simone e responder o seu tímido “bom dia”, pude vê-la usando uma legging azul, escondida por uma blusa moletom cinza, que deveria ser dois números maiores que o dela. Não que Simone não estivesse sensual, já que ainda continuava bonita. Porém, em comparação à sua amiga Raiana, ela perdeu e feio.

Raiana estava com um vestido preto, mostrando suas belas coxas e de cabelo solto. Maquiada, com um batom que valorizava seus lábios e usando um perfume que eu sentia do corredor, se fosse para escolher quem eu levaria para a minha cama, a resposta estava me olhando naquele momento.

Simone percebeu que Raiana tentava me seduzir por seus olhares indiscretos. E eu, percebi que Simone ficava com ciúmes. Não que eu vá atacar as duas ao mesmo tempo, mesmo porque, meu interesse por Simone é diferente por Raiana. Mas que a última está gostosa hoje está sim.

Sentei para tomar um café da manhã e percebi as trocas de olhares entre as duas amigas, tanto que pensei:

“-Caracas. Até parece minhas amigas lá do curso quando estão interessadas num carinha.”

Ganhei um beijo meloso de Raiana e nem liguei para as duas, que estavam saindo juntas da cozinha, cochichando pelo caminho. Além da minha curiosidade quanto ao que Simone faria dali para frente, eu também estava morto de fome.

Não demorou muito para que Simone voltasse para a cozinha e antes que eu pensasse em sacanagens, eis que ela começa a conversar comigo:

-Miguel, deixa eu te falar…

-Oi.

Percebi que ela estava morrendo de vergonha. Será que ela vai falar alguma sacanagem para mim? Tipo o quê?

-Eu queria te pedir desculpas.

Fiquei com cara de tacho.

“-Desculpas por não me convidar para o seu banho?” – pensei maliciosamente.

-Pelo que mesmo, Simone?

-Por eu ter ficado daquele jeito ontem. Bêbada. Eu estava tão feliz por receber você e ainda tirar minhas férias, que nem me dei conta de ter exagerado.

-Não tem que se desculpar de nada, Simone. Na boa mesmo. Até acho que deveríamos ter mais momentos assim.

Eu tenho que completar…

-Tipo, mais momentos para comemorarmos a dois.

Pronto, falei! E fiquei olhando para a Simone, com a minha cara de safado. Em segundos, o rosto de Simone se transforma em “pimentão” e tenho vontade de rir, mas me seguro, afinal, não estou brincando.

-Fico feliz com isso, Miguel. De verdade.

E o silêncio invadiu aquela cozinha, de tal maneira, que achava que Simone escutava a minha mastigação.

Após alguns segundos, não me aguentei e resolvi começar uma nova conversa:

-Então, quais os seus planos para esse sábado?

Simone passava a mão nos cabelos, olhando para além da janela de sua cozinha. Enquanto ela pensava, eu voltava a imaginar alguma sacanagem. Se ela me perguntasse quais seriam meus planos, eu teria que colocar uma tarja preta nos meus pensamentos.

-Estava pensando em aproveitar essa manhã para fazer uma caminhada no parque. O que acha?

-Acho ótimo. Preciso tomar um sol. – falei entusiasmado.

-Que bom. Já tomei o café da manhã e vou para o quarto me trocar.

“-Quer ajuda?” – pensei, mas louco para falar.

-Certo. Vou só comer a tapioca que você fez e beber um copo de café, que também vou me arrumar.

Simone, a princípio, era uma boa cozinheira. O café estava muito do meu agrado, forte e não muito doce. Agora, a tapioca, meu… Que delícia de tapioca!

Assim que terminei de comer, fui para o meu quarto. Logo vi que a Simone fechara a porta do quarto dela, para a minha pequena “chateação”. Queria, “acidentalmente” vê-la trocar de roupa e assim…

“-E assim o quê? Hein, Miguel? Atacá-la?”

Eu não poderia simplesmente agarrar a Simone, jogá-la na cama e… Merda! Estou de pau duro novamente. Essa “seca” está acabando comigo.

Tento não pensar na Simone e nem em sexo. Coloco um short próprio para caminhada, assim como tênis e uma camiseta regata. Apesar de sentir frio, gostaria que a Simone visse meus braços fortes e quem sabe, desse um “sinalzinho” para que eu avançasse o “sinal”.

“-Quem sabe eu a deixe… Molhadinha?” – dou um sorriso com este pensamento.

Escuto Simone sair de seu quarto e caminhar pelo corredor. Eu, de pau duro, tenho que me acalmar, senão… Se bem que se ela me visse de pau duro… É uma boa ideia.

Saio do meu quarto e vou em direção ao perfume de Simone, que me leva novamente até a cozinha. Nisso, quase tenho um princípio de enfarto ao ver a Simone de costas.

Usando uma calça legging preta, bem socada, vejo a bunda dela, pequena e empinada. Usando uma blusa preta de alcinhas finas, logo também vejo aquela cinturinha fina. De cabelo solto, Simone me deixa sem ar.

-Vou levar uma garrafa de água, porque o parque aqui da cidade não tem bebedouro.

-Tudo bem. – digo, olhando apenas para Simone de costas e sentindo meu pau duro como um ferro.

A minha vontade era de chegar nela daquele jeito e dar uma bela encoxada. Queria muito que a Simone sentisse como o meu pau estava duro. Só que não tinha lógica eu simplesmente chegar assim, “do nada”. Fiquei onde estava, apenas apreciando o belo corpo de Simone, enquanto ela enchia a garrafa de água.

Quando ela virou-se de frente para mim, rapidamente olhei para o tamanho dos seios dela, com aquela blusa ligeiramente decotada, para enfim, ver o quanto ela estava bonita. Tinha se maquiado novamente, além de deixar o cabelo solto. Sorrindo para mim, Simone parecia um pouco nervosa.

E sim. O silêncio novamente fora introduzido entre nós naquela cozinha. E quer saber? Vou é olhar para Simone do meu jeito mesmo e quero só ver no que vai dar. Nisso, além de dar um sorriso para ela, volto a olhar para os seios de Simone e encosto na parede da cozinha, descendo meus olhos por entre as pernas dela, suas coxas e por fim, olhando seu tênis cor de rosa.

Que vontade de elogiá-la de um jeito bem canalha. Porém, me contenho.

-Vamos? – perguntou Simone.

Eu, sem tirar meus olhos de seus peitos, respondo um “sim”. Então ela passa por mim, deixando seu perfume há poucos centímetros do meu desejo de agarrá-la com vontade e puxá-la para dentro do seu quarto, para enfim, atacá-la.

Esse pensamento me fez ficar de pau duro e andar desse jeito na rua, não poderia ser legal.

Não preciso de muito para ficar menos excitado, já que assim que sentimos o frio fora de casa, apesar de o sol brilhar, o vento gelado nos desanimou. Simone deve ter pensado em voltar e pegar um casaco, mas não sei o porquê dela voltar. Fiquei ao lado dela e a segui para onde ela andava.

A cidade parecia deserta, tendo os típicos moradores de uma cidade do interior, àqueles que precisavam estar de pé naquela hora da manhã, como o leiteiro, o jornaleiro e aquelas pessoas que vendiam comida na rua, tanto de bicicleta quanto a pé.

Andamos rapidamente, mais para aquecer nossos corpos e fugir do vento que nos castigava. Segundo Simone, o parque não era muito longe, talvez umas três ruas de caminhada.

Eu assumo. Trocaria aquela caminhada para ficar no silêncio incômodo da cozinha da casa da Simone. Putz! A manhã estava fria e com aquele vento maldito, não havia jeito de ficar aquecido. E quando chegamos finalmente no tal parque, eis que pensei:

“-Parque fantasma. Por um lado, vai ser bom não ter gente por perto. Já por outro lado…”.

-Eu escutei um riacho? – perguntei para a Simone.

-Sim. É um dos riachos que cortam esta cidade, formando um lago muito conhecido. Ali, dentro do parque, deve estar um gelo!

-Então vamos caminhar, para nos aquecermos. – eu disse, puxando pela mão da Simone, que estava gelada.

O parque era grande. Talvez enorme para uma pequena cidade como aquela. Havia árvores muito altas e a mata era fechada. Assim que entramos mato adentro, a sensação térmica era completamente diferente. Se fora do parque já estava frio, lá dentro, sem a entrada dos raios solares e mais aquele riacho, a temperatura cai bastante.

Simone ia à frente, entre subidas e descidas. O caminho era estreito e até emocionante. O barulho da cidade sumiu de repente e só escutávamos a nossa respiração, nossos passos e o som do vento por entre as árvores. Eu e Simone caminhávamos em silêncio e de vez em quando, eu focava meu olhar na bunda de Simone. Porém, com aquele frio, meu pau não dava sinais.

Por mais que caminhássemos, nossos corpos não esquentavam. Eu via a pele de Simone e sabia que ela continuava com frio. Acho que já estávamos caminhando por pelo menos uma hora e mesmo assim, eu não estava suado e nem a Simone. Mas, o que eu queria sentir mesmo, era o corpo dela colado ao meu.

E apesar de nós estarmos sozinhos ali, naquele parque, eu não ousaria tocar em Simone, nem que fosse acidentalmente. Quer dizer…

De repente, Simone entra na mata fechada e eu a sigo, sem perguntar a razão. Andamos, como que a desbravar aquele parque, até finalmente chegarmos a um campo mais ou menos aberto, onde havia umas grandes pedras, que pesavam toneladas e outras pequenas, mas que serviam como “bancos”. E numa dessas pedras, Simone se senta, enquanto eu fico em frente a ela.

-“Descobri” esse lugar na primeira vez em que vim a esse parque. – disse Simone, passando a mão no cabelo, afastando-o de seu rosto, olhando à sua volta.

E eu, olhando para o delicioso decote que estava um pouco abaixo de mim, vendo como os seios dela ficam lindos daquele jeito.

-Descobriu esse lugar… Sozinha? – perguntei sem querer.

-Sim. Estava precisando me isolar, sabe? Eu me sentia um pouco, como eu posso te explicar?

Tentando achar as palavras certas, eu olhava para cada pedaço do corpo de Simone, querendo e muito, tocá-la.

-Eu me sentia pressionada. Estava passando por um momento muito chato da minha vida, sabe Miguel? Enfim. Sem voltar ao passado, que é muito chato. E quando eu soube desse parque, vim o mais rápido que pude e fiz exatamente como hoje. Entrei pela mata fechada como que buscando um lugar seguro, silencioso, longe de tudo e de todos.

Fiquei em silêncio, querendo dizer algo que eu achava que serviria, mas que talvez não “caísse muito bem”, tal como:

“-Às vezes, acha-se lugares assim em abraços, perto de pessoas que valem a pena estarem por perto.” – mas, como pensei, talvez não produzisse um efeito muito bom. Eu me tornaria “íntimo” demais, precipitadamente.

-É. Aqui acho que dá para se fazer quase tudo. – falei malicioso, querendo dizer muito mais com isso.

Simone olhou para mim e sorriu. Ficou com vergonha. Novamente ela passou a mão no cabelo e me olhou. Ficamos olhando um para o outro, por um longo tempo e eu não abaixei meus olhos para olhar seu belo decote. Não. Olhar nos olhos dela já estavam bons o bastante para mim.

Então, sentindo que eu deveria me arriscar, falei:

-Às vezes tenho vontade de me arriscar com você.

Simone desvia seu olhar e eu fico calado. Meu coração bate de um jeito que tenho que abrir a boca para respirar.

“-Será que falei demais?” – penso.

Continuo em pé, querendo que Simone me dê algum sinal. Depois de alguns segundos, que viraram minutos, senti o frio novamente nos pegar desprevenidos. Olho à nossa volta e pergunto para Simone:

-Então… Vamos voltar?

-Vamos. – responde Simone.

Sinto que ela tem mais a dizer, mas fica tímida e envergonhada. Resolvo não forçar, afinal, não rolou um “clima” entre nós.

Voltamos mais mudos do que antes, já eu indo à frente de Simone, pelo mesmo caminho da ida. Em vários momentos, eu achei que Simone falaria alguma coisa para mim. Até parei para pedir por água. Ela me olhava de um jeito, mas depois, não dizia nada. Por vezes, trocávamos olhares e por pouco, eu não me aproximava demais para parecer forçado. Realmente, eu queria muito beijá-la.

Quando chegamos à casa de Natália, tive uma ideia mais do que sacana:

“-E se eu, simplesmente, atiçá-la ao máximo, até que ela se entregue para mim?”

Era uma boa ideia, que claro, vinha com consequências.

“-Mas o que é a vida sem correr riscos?” – pensei olhando para a Simone, que estava de costas, indo para o banheiro ao final do corredor.

Senti meu coração pular do meu peito para a boca e fui atrás de Simone. Meu desejo por ela aumentou e muito ao vê-la de costas, dentro do banheiro, de porta aberta. Faltou eu correr até lá.

Assim que entrei no banheiro, dei uma desculpa para fechar a porta e claro, me encostar-se a ela:

-Me dá licença? Acho que devo ter deixado uma camiseta atrás da porta, na maçaneta.

Primeiramente peguei na cintura de Simone e como sua amiga Raiana avisou, dei uma bela encoxada em sua bunda. Pelo nervosismo da minha ousadia, eu já estava ficando de pau duro, mas assim que senti aquela bunda e encostei meu corpo no dela, minha rola ficou dura em questão de segundos.

Fechei a porta atrás de nós e realmente olhei para ver se tinha “deixado” uma camiseta por lá, porque sou desses.

Depois de olhar e não achar nada eu coloquei minha outra mão na cintura de Simone e apertei.

Resolvi então olhá-la pelo reflexo do espelho e ter a mais bela surpresa:

Simone estava de boca aberta, de um jeito bem sensual. Assim, me posicionei com mias “jeitinho” atrás dela e comecei a roçar meu pau duro naquela bunda deliciosa de Simone.

“-Eu tenho que ser rápido!”- penso.

Afasto o cabelo do pescoço dela e passo meu nariz levemente sob a pele de Simone, para colocar minha boca colada à sua orelha e falar:

-Seu perfume me deixa louco, sabia?

E me afastei de Simone, abrindo a porta atrás de mim, para sair do banheiro.

Aquilo me deixou maluco de tesão e por pouco, pouco mesmo, eu não agarro Simone de jeito e a fodo dentro daquele banheiro, com todo o meu tesão reprimido.

Volto para o meu quarto e fecho a porta. Mas a minha vontade mesmo é a de ficar embaixo de uma ducha fria até parar de pensar em Simone.


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Todo sería más bonito abrazado a ti.

FantásticoSeñorZorro

Y la luna de pronto me dijo tu nombre. Me cantó en la madrugada con voces siderales. Y vi tu rostro y sentí tu respirar. No hubo tiempo de nada y entonces ya no estabas, solo polvo de estrellas y yo flotando en la oscuridad.

FantásticoSeñorZorro

He vivido ya mucho tiempo en el día, la noche me reclama, me llama de vuelta a su lecho.

Es la noche o eres tú, irremediable, incontenible, inevitable, devastadora y tantos otros adjetivos que me perforan el alma.

FantásticoSeñorZorro

De noche se roba mejor

Yo la vi una noche sonriendo en lo alto del balcón. La vi como una estrella, fría y hermosa. ¡Y que se vaya al diablo aquel que me acuse! Qué más podía yo hacer, sí soy nada más que un zorro. ¿A caso a podido el hombre suprimir su sed por la guerra? No me digan que hice lo indebido, pues por ser un zorro mi tarea es la de hacer lo indebido, lo que nadie más se atreve, aquello que atemoriza corazones y achica voluntades eso es lo que me llena de pasión. ¿Qué más podía yo hacer? Ella estaba ahí tan bella, tan radiante y yo acá tan ladrón tan profano, tenía que intentarlo, tenía que probar en carne propia el sabor de los besos robados.

FantásticoSeñorZorro

Te escribo buenos días en el WhatsApp como quien no te ha visto en días, pero en realidad solo hace unos minutos dormíamos juntos, en mis sueños.

FantásticoSeñorZorro

¿Qué tal vamos? ¿Habéis terminado de planificar las escenas?

Ya, yo tampoco.

Pero aun así vamos a seguir con lo nuestro. El show debe continuar.

Hoy vamos a ser breves porque lo que viene no es poco. Vamos a planificar cada escena por separado y para eso vamos a seguir el esquema de Lisa Cron que desarrolló en su libro Story Genius:

Este gráfico nos ayudará a darle una razón de ser a cada una de nuestras escenas. Si tenemos problemas para rellenarla es porque quizá esa escena sobra en nuestra historia. A la vez, si nos esforzamos por rellenarla para cada escena, conseguiremos que nuestra historia quede completa y que no haya partes que sobren.

Como decía, hoy es breve pero pensar en esta parte nos llevará prácticamente todo lo que queda de tiempo. Os aseguro que esta parte de la preparación merece la pena.

Cuando era joven, hablaba de amor y desamores.


Con juventud y poca experiencia,


Los sentimientos eran vivaces y frescos.


Ahora que estoy creciendo,


A veces me gustaría sentir el amor y el desamor, como cuando era joven.


Pero estoy envejeciendo y ahora, tengo experiencia.


@alfonssoherrera

De pequeño cada vez que miraba al cielo me embargaba una sensación extraña de temor. Me preguntaba que había más allá de todo aquel esplendor azul que parecía interminable como el océano el cual también me aterraba; ahora de adulto, me embarga la sensación de querer volar y extraviarme en todo aquel esplendor azul, que aún desconocemos.




@alfonssoherrera

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